domingo, 6 de abril de 2014

Capitulo 70





Quizás por su estado sus hormonas se habían desquiciado, pensó al leer para ella lo que el chico le había pedido.


Las últimas cuatro páginas las había narrado al borde del llanto. Lo escrito por Rafael en lo que parecía ser su diario.


Describía cruelmente lo que había sido amar a alguien, perderlo y no tener la oportunidad de decirlo.


Sus cartas hacia esa persona estaban llenas de angustia, de sueños rotos, de anhelos, de tragedias dignas de alguna novela épica de antaño.


B-B cerró las páginas amarillentas de aquel libro para luego acercase hacia Helena.


—Sabes que te adoro—Susurro entre lágrimas. Al tomar su mano entre las suyas.


Se hizo espació en la camilla y se acostó junto a ella mientras se aferraba a su mano, a su vida, a ella.


El respirador que le habían conectado y la mantenía en aquel estado extraño en el que había entrado luego de caer a lago.


Llenaba de cierta calma aquella fría habitación, B-B centró su mirada oscura en el cielo blanco sobre su cabeza, mientras intentaba percibir aquella conexión que las unía.


La vida de nuevo se empeñaba en repetir una historia que parecía olvidada y superada.


La primera vez que Helena había caído en aquel lago, tan sólo tenía seis años, había sido tan sólo un horrible accidente, un descuido que Edward jamás había llegado a perdonarse.


Su madre y su empeño en no perderla la habían traído de vuelta de aquel lugar oscuro; que despertó en ella algo que los demás jamás pudieron comprender o aceptar.


Aquella chiquilla callada y risueña no volvió a ser la misma desde entonces.


Su asperger, el sentir que todo aquello que la rodeaba no le pertenecía, Eleonor y su deseo de poseerla.


Las pesadillas, los recuerdos y aquella enorme condena que cargaba sobre sus hombros la apartaron de todo, de todos, de ella.


¿Que debía esperar esta vez si despertaba? ¿Para qué debía estar preparada?


B-B no podía dejar de pensar si lo mejor para Helena era no regresar jamás, la idea simplemente le partía el corazón en mil pedazos.


Pero si eso era lo que deseaba, sí eso era lo que tanto anhelaba, quien era ella para arrancarla de un lugar al que quizás siempre perteneció.


—Si esto es lo que necesitas para ser libre hazlo—Le dijo. Llenando dorso de su mano de besos llenos de cariño.


++++


El desayuno en el jardín de la casa era quizás la muestra más sincera de pedirle disculpas por lo ocurrido la noche anterior.


El frío de invierno le golpeó los huesos heridos y su alma desgastada.


Helena se hizo un ovillo al sentir aquella sensación tan cálida y extraña que le recorría todo el cuerpo.


Pensó en su padre en su hermano en todos aquellos que había dejado atrás; por primera vez desde que llego a ese lugar.


Lo lúgubre y la estela de muerte se habían quedado atrás; al menos por aquella mañana.


Lo noto al escuchar la voz de Eleonor elogiar el buen clima y el hermoso día que hacia.


Sintió sus pequeños dedos fríos tocar su piel pálida Helena dirigió su mirada hacia el chico, que sacaba por debajo de la mesa un viejo libro que ella bien recordaba.


La mirada se clavó en el y luego en Helena al observar las hojas amarillentas llenarse de letras.


—Valla me sorprende—Mencionó Eleonor con reproche.


—¿El que?


—Que aun estando aquí su ridícula relación persista.


—¿Quién es Rafael?—Preguntó curiosa Helena. Al leer el primer párrafo.


El solo hecho de escuchar su nombre derrumbo su temple de inmediato, Eleonor se detuvo de esparcir mantequilla a su scone mientras una sonrisa atípica y triste se afloró en ella.


—Léelo—Le suplicó en un susurro.


La voz de Helena se esparció por el jardín, trayendo a la vida aquellas palabras que habían muerto junto con su creador tiempo atrás.


A pesar de que todas ellas habían sido escritas para Eleonor, no podía evitar sentir que también iban dirigidas a ella.


Helena leyó hasta que las palabras dejaron de reflejarse en las páginas del diario, todo a su alrededor se tornó oscuro llevándose con sigo en minutos la luz de la mañana.


—Espera—Le dijo al retenerla. La mano de Eleonor se posó sobre la suya.


Al verla querer rehuir de la espesa lluvia que la empezaba a cubrir.


Allí estaba oculto bajo la sombra de sus almas perturbadas, aquel único sentimiento que realmente era puro en ambas.


Helena ni siquiera tuvo la necesidad de pronunciar alguna palabra. Eleonor le hablo en un lenguaje que sólo ambas podían entender.


Helena se soltó de su agarre cuando tuvo suficiente de ella; Eleonor la observó marcharse con la convicción de que retenerla a su lado, quizás no iba a ser tan fácil como lo pensaba.


Agradeció que estuviese demasiado dañada para entenderlo, agradeció que su particular condición le impidiese ver lo que el chico realmente había hecho en ella.


++++


El vuelo de regreso le había resultado pesado, regresar a los Ángeles para continuar su vida como si nada hubiese ocurrido era un tanto extraño.


Una parte de él, aquella que solía despertar sólo con su presencia se había quedado atascada aún, en la sala de espera del hospital.


Su vida junto con la de los demás se había detenido desde el primer instante que el agua del lago la recibió.


Ajustar las manecillas de su reloj para ponerlo en marcha era algo que no quería hacer, no sin ella.


Como podía explicarle a aquella parte suya que se había acostumbrado a Helena que debía continuar sin ella.


El placer más culposo, el dolor de cabeza más extraordinario, la cosa más extraña y bizarra que había tenido en su vida eso y más era Helena para él.


La imagino sentada a su lado, callada y nerviosa mientras su cabeza frenética analizaba cada cosa a su alrededor.


Jamás se acostumbraría aquella ciudad a su ritmo frenético y superficial. Más aquello que los ataba el uno al otro sería suficiente para hacerla desistir.


Llegar a casa y encontrarla, percibir su aroma en sus sábanas, observarla dormir, observarla por horas.


—Tom— La voz de Bill explotó su pequeña burbuja.


Había tomado su equipaje del suelo y esperaba que su hermano diese signos de vida.


Tom lo siguió en silencio hasta el auto, dejándose caer sobre el asiento del copiloto mientras Bill guardaba el equipaje en el maletero.


No había hablado mucho durante todo el camino a casa, no hablo mucho durante las siguientes semanas…


Fuera de la intimidad de su casa seguía siendo el mismo de siempre, dentro de ella se dejaba arrastrar por el silencio y el sueño.


La puerta traqueo al abrirla a pesar de haberlo hecho lentamente, la penumbra de su habitación era asfixiante, tanto como el silencio que se empeñaba en guardar.


Tomo asiento en el lado opuesto de la cama mientras lo observaba dormir. El chico suspiro profundo, antes de extender su largo brazo hacia él.


—¿Que? — Gruño.


—Pensé que dormías.


—Lo hacía—Murmuro enfadado.

Tom se incorporó de la cama con cara de ogro y aun dormido, observo a su hermano… Su gesto y el celular que mantenía pegado a su pecho.


—Creo que deberías contestar.


Lo tomo entre sus manos tomándose un momento antes de llevar el auricular a su oído.


—¿Si? — Susurro con temor.


Bill lo dejo solo luego de abrir las cortinas para dejar pasar la luz y de recoger la ropa que llevaba apilada en el suelo por días.


El ruido de fondo y lo único que podía escuchar atreves del teléfono lleno la habitación mientras buscaba entre sus gavetas algo de vestir.


—¡Dios! Mujer habla de una vez— Exigió. Sin obtener más nada que sonido random y su respiración.


   Esta despierta— Susurro justo antes de que perdiera la paciencia.


Send your dreams
Where nobody hides

Give your tears
To the tide
Of time
Of time

There's no end
There is no goodbye

Disappear
With the night
Of time
Of time