Quizás por su estado
sus hormonas se habían desquiciado, pensó al leer para ella lo que el chico le
había pedido.
Las últimas cuatro
páginas las había narrado al borde del llanto. Lo escrito por Rafael en lo que
parecía ser su diario.
Describía cruelmente
lo que había sido amar a alguien, perderlo y no tener la oportunidad de
decirlo.
Sus cartas hacia esa
persona estaban llenas de angustia, de sueños rotos, de anhelos, de tragedias
dignas de alguna novela épica de antaño.
B-B cerró las páginas
amarillentas de aquel libro para luego acercase hacia Helena.
—Sabes que te
adoro—Susurro entre lágrimas. Al tomar su mano entre las suyas.
Se hizo espació en la
camilla y se acostó junto a ella mientras se aferraba a su mano, a su vida, a
ella.
El respirador que le
habían conectado y la mantenía en aquel estado extraño en el que había entrado
luego de caer a lago.
Llenaba de cierta
calma aquella fría habitación, B-B centró su mirada oscura en el cielo blanco
sobre su cabeza, mientras intentaba percibir aquella conexión que las unía.
La vida de nuevo se
empeñaba en repetir una historia que parecía olvidada y superada.
La primera vez que
Helena había caído en aquel lago, tan sólo tenía seis años, había sido tan sólo
un horrible accidente, un descuido que Edward jamás había llegado a perdonarse.
Su madre y su empeño
en no perderla la habían traído de vuelta de aquel lugar oscuro; que despertó
en ella algo que los demás jamás pudieron comprender o aceptar.
Aquella chiquilla
callada y risueña no volvió a ser la misma desde entonces.
Su asperger, el sentir
que todo aquello que la rodeaba no le pertenecía, Eleonor y su deseo de
poseerla.
Las pesadillas, los
recuerdos y aquella enorme condena que cargaba sobre sus hombros la apartaron
de todo, de todos, de ella.
¿Que debía esperar esta
vez si despertaba? ¿Para qué debía estar preparada?
B-B no podía dejar de
pensar si lo mejor para Helena era no regresar jamás, la idea simplemente le
partía el corazón en mil pedazos.
Pero si eso era lo que
deseaba, sí eso era lo que tanto anhelaba, quien era ella para arrancarla de un
lugar al que quizás siempre perteneció.
—Si esto es lo que
necesitas para ser libre hazlo—Le dijo. Llenando dorso de su mano de besos
llenos de cariño.
++++
El desayuno en el
jardín de la casa era quizás la muestra más sincera de pedirle disculpas por lo
ocurrido la noche anterior.
El frío de invierno le
golpeó los huesos heridos y su alma desgastada.
Helena se hizo un
ovillo al sentir aquella sensación tan cálida y extraña que le recorría todo el
cuerpo.
Pensó en su padre en
su hermano en todos aquellos que había dejado atrás; por primera vez desde que
llego a ese lugar.
Lo lúgubre y la estela
de muerte se habían quedado atrás; al menos por aquella mañana.
Lo noto al escuchar la
voz de Eleonor elogiar el buen clima y el hermoso día que hacia.
Sintió sus pequeños
dedos fríos tocar su piel pálida Helena dirigió su mirada hacia el chico, que
sacaba por debajo de la mesa un viejo libro que ella bien recordaba.
La mirada se clavó en
el y luego en Helena al observar las hojas amarillentas llenarse de letras.
—Valla me
sorprende—Mencionó Eleonor con reproche.
—¿El que?
—Que aun estando aquí
su ridícula relación persista.
—¿Quién es Rafael?—Preguntó
curiosa Helena. Al leer el primer párrafo.
El solo hecho de
escuchar su nombre derrumbo su temple de inmediato, Eleonor se detuvo de
esparcir mantequilla a su scone mientras una sonrisa atípica y triste se afloró
en ella.
—Léelo—Le suplicó en
un susurro.
La voz de Helena se
esparció por el jardín, trayendo a la vida aquellas palabras que habían muerto
junto con su creador tiempo atrás.
A pesar de que todas
ellas habían sido escritas para Eleonor, no podía evitar sentir que también
iban dirigidas a ella.
Helena leyó hasta que
las palabras dejaron de reflejarse en las páginas del diario, todo a su
alrededor se tornó oscuro llevándose con sigo en minutos la luz de la mañana.
—Espera—Le dijo al
retenerla. La mano de Eleonor se posó sobre la suya.
Al verla querer rehuir
de la espesa lluvia que la empezaba a cubrir.
Allí estaba oculto
bajo la sombra de sus almas perturbadas, aquel único sentimiento que realmente
era puro en ambas.
Helena ni siquiera
tuvo la necesidad de pronunciar alguna palabra. Eleonor le hablo en un
lenguaje que sólo ambas podían entender.
Helena se soltó de su
agarre cuando tuvo suficiente de ella; Eleonor la observó marcharse con la
convicción de que retenerla a su lado, quizás no iba a ser tan fácil como lo
pensaba.
Agradeció que
estuviese demasiado dañada para entenderlo, agradeció que su particular
condición le impidiese ver lo que el chico realmente había hecho en ella.
++++
El vuelo de regreso le
había resultado pesado, regresar a los Ángeles para continuar su vida como si
nada hubiese ocurrido era un tanto extraño.
Una parte de él,
aquella que solía despertar sólo con su presencia se había quedado atascada
aún, en la sala de espera del hospital.
Su vida junto con la
de los demás se había detenido desde el primer instante que el agua del lago la
recibió.
Ajustar las manecillas
de su reloj para ponerlo en marcha era algo que no quería hacer, no sin ella.
Como podía explicarle
a aquella parte suya que se había acostumbrado a Helena que debía continuar sin
ella.
El placer más culposo,
el dolor de cabeza más extraordinario, la cosa más extraña y bizarra que había
tenido en su vida eso y más era Helena para él.
La imagino sentada a
su lado, callada y nerviosa mientras su cabeza frenética analizaba cada cosa a
su alrededor.
Jamás se acostumbraría
aquella ciudad a su ritmo frenético y superficial. Más aquello que los ataba el
uno al otro sería suficiente para hacerla desistir.
Llegar a casa y
encontrarla, percibir su aroma en sus sábanas, observarla dormir, observarla
por horas.
—Tom— La voz de Bill
explotó su pequeña burbuja.
Había tomado su
equipaje del suelo y esperaba que su hermano diese signos de vida.
Tom lo siguió en
silencio hasta el auto, dejándose caer sobre el asiento del copiloto mientras
Bill guardaba el equipaje en el maletero.
No había hablado mucho
durante todo el camino a casa, no hablo mucho durante las siguientes semanas…
Fuera de la intimidad
de su casa seguía siendo el mismo de siempre, dentro de ella se dejaba
arrastrar por el silencio y el sueño.
La puerta traqueo al
abrirla a pesar de haberlo hecho lentamente, la penumbra de su habitación era
asfixiante, tanto como el silencio que se empeñaba en guardar.
Tomo asiento en el
lado opuesto de la cama mientras lo observaba dormir. El chico suspiro
profundo, antes de extender su largo brazo hacia él.
—¿Que? — Gruño.
—Pensé que dormías.
—Lo hacía—Murmuro enfadado.
Tom se incorporó de la
cama con cara de ogro y aun dormido, observo a su hermano… Su gesto y el celular
que mantenía pegado a su pecho.
—Creo que deberías contestar.
Lo tomo entre sus manos
tomándose un momento antes de llevar el auricular a su oído.
—¿Si? — Susurro con
temor.
Bill lo dejo solo
luego de abrir las cortinas para dejar pasar la luz y de recoger la ropa que
llevaba apilada en el suelo por días.
El ruido de fondo y lo
único que podía escuchar atreves del teléfono lleno la habitación mientras
buscaba entre sus gavetas algo de vestir.
—¡Dios! Mujer habla de
una vez— Exigió. Sin obtener más nada que sonido random y su respiración.
—
Esta despierta— Susurro justo antes de
que perdiera la paciencia.
Send your dreams
Where nobody hides
Give your tears
To the tide
Of time
Of time
There's no end
There is no goodbye
Disappear
With the night
Of time
Of time