lunes, 27 de enero de 2014

Capítulo 65



El libro voló por los aires antes de estamparse en la pared de su habitación. Estaba harto de seguir leyendo, de seguir deprimiéndose con aquella historia que ya no se le hacía tan ajena.

El agua fría enfrío su cabeza llevándose con sigo el perfume que había quedado impregnado en su piel.

Sus músculos de su cuerpo se tensaron al pensarlo, no era novedad pensar en una chica mientras se daba una ducha.

Más pensar en ella, en Helena era despertar aquel ridículo temor que sentía por perderla.

Sus ojos verdes se entornaron divertidos al verlo salir del baño solo con una toalla alrededor de su cintura. Se perdió por un momento en los músculos de su abdomen antes de poder decir algo.

—¿Que haces aquí?

—Yo estoy de maravilla gracias por preguntar—Mencionó con una sonrisa—

El la observo con aquel gesto suyo que le dejaba ver que no estaba de ánimo para sus juegos.

—¿Mal día?—Le susurro al acercarse.


Antes de que pudiese pestañear ella ya estaba allí, cerca suyo rogando como un gato lo haría por su atención. Observo sus vivaces ojos verdes mientras la boca de Elizabeth tomaba la suya envolviéndolo en una caricia suave.


Aquel beso no duró más que un par de segundos, Tom la observó apartarse de él con un gesto confuso en su rostro.

—¿Que?


—Sabes a ella—Le escupió con recelo.


Era casi imperceptible pero allí estaba, invadiendo sutilmente su garganta.


—¿Y que es tan gracioso?—Preguntó furiosa, al verlo sonreír.


—¿Querías algo?


—A ti—Susurró aún enfadada.


—Debo irme.


Lo observo perderse dentro de su cuarto de baño, suponía que a vestir para luego largarse y dejar allí.


—No crees que has llevado tu capricho muy lejos—Mencionó alzando la voz, para que pudiese escucharla—Luego no digas...


—¿Que?—Agrego curioso al salir—Te lo dije—


Una de sus cejas se arqueó al observarlo, su seguridad, aquella maldita seguridad que adoraba en el, le dejaba ver que le importaba un bledo las consecuencias.

—Debo irme ¿Te quedas?

"Si no vas amar sus demonios, no intentes sacarla del infierno"


Estampo en su pecho, las palabras escritas en un pequeño trozo de papel antes de salir. Y que se suponía que era eso, pensó al leerlo.

Una verdad a medias de las muchas que se le habían revelado sobre ella, sobre Helena?


^^^^

Había acallado el ruido que había a su alrededor en un intento por aislarse del mundo, al menos aquellos cinco minutos que se había tomado de descanso.

La imagen se repetía en su cabeza una y otra vez haciéndola cuestionarle como algo tan pequeño podía cambiarlo todo.

Una mano fría sobre su hombro la trajo a la realidad, Helena se giró hacia la persona que la llamaba una de las chicas del proyecto.

—Estamos listos—Le dijo con una sonrisa amable en su rostro.

Y allí estaba de nuevo, intentando lidiar con todo aquello que no hacía otra cosa más que asfixiarla.

Fingir, sonreír, ocultar todo aquello que estaba mal, todo aquello que no debía decir, todo aquello que no debía ni siquiera pensar.

¿Según quién? ¿Edward, B-B, Ginger, su padre?


Todo aquel que habían intentado amarla, que habían intentado salvarla y que había terminado alejándose de ella al no poder aceptarla, a ella, a ambas.


Cuando al fin su trabajo término, se encontró tomando bocanadas de aire, para no romperse en mil pedazos y estallar en llanto, mientras esperaba el auto que la llevaría a casa.


Al levantar su rostro, para responderle a alguien que pasaba por allí y se había despedido de ella, pudo verlo.


Se preguntó cuándo tiempo llevaba allí, al caminar hacia su dirección, se preguntó si lo había visto todo.


—Supongo que...


Su voz se quebró como el cristal, dejando la frase colgada al derrumbarse tan fácil como lo haría un castillo de arena. Mientras sus brazos la envolvían y la hacían sentir que estaba viva.


Su llanto ceso minutos después como si se tratara de la llave del agua. La fuerza con la que se aferraba a su camisa ceso de a poco, mientras ella continuaba allí entre sus brazos.


No sabía si era porque se había desahogado o si sólo era cosas suyas.  Pero sentía que la pared invisible que la contenía había caído por completo.


—Me llevas a casa—Le pidió agotaba, al rozar sus labios en su cuello.


El largo recorrido que la llevaba de donde se encontraba hasta su habitación se había consumido en un parpadeo.


—Tienes que dormir—Le escuchó decir. Al interrumpir aquella generosa porción de nada que había dentro de sus pensamientos.


—No me hagas arrastrarte hasta la cama—Le advirtió, al verla arrugar su rostro en una negativa.


—¿Puedo bañarme antes?—Tom accedió con una sonrisa ante su petición.


La observó caminar hasta el cuarto de baño para luego girarse a observarlo.


—Se lo prometí a mamá—Mencionó —No... Hacerme daño—Agregó—Es sólo que me gusta imaginar como sería—Le confesó.


La última frase quedo retumbando en su cabeza por minutos, verla anhelar su muerte como si fuese la única salida le resultó repulsivo.


Y fue allí cuando la frase cobro sentido. Cuando se cuestionó si era eso lo que realmente desea.

viernes, 24 de enero de 2014

Capítulo 64






Se había mantenido despierto inmerso en la intimidad de aquellas notas plagadas de nostalgia. Aquella oda a la melancolía parecía deprimirlo, más había algo en la prosa de aquel desdichado que le resultaba adictivo.

Quizás porque describía perfectamente el hecho de desear algo que jamás sería suyo, cosa que aún no podía ni siquiera expresarse a sí mismo.

Le parecía lo más sano, no ahondar en eso aunque algunas veces no podía evitar pensarlo.

Para ser el primer día no había estado tan mal pensó, al dirigir su mirada a la ventanilla del auto. Por supuesto hubiese preferido resguardarse detrás de su cámara y hacer lo suyo.

Más de algún modo le había resultado... Interesante? Alzar su voz un par de tonos y dirigir personas no era lo suyo pero había resultado interesante.

—¿Señorita?—Escuchó llamar en medio de sus pensamientos. Helena observó al hombre que mantenía la puerta del auto abierta a la espera de que saliera por ella.

La casa permanecía a oscuras y en silencio, la puerta se cerró tras ella y casi de inmediato pudo percibir su presencia en algún rincón de aquel enorme lugar. Aquel sentimiento empezaba a resultarle familiar y exquisitamente acogedor.

Helena dejo sus cosas en la mesa de recibidor para luego encaminarse hasta la cocina.

—Debemos viajar a LA a final de mes—Anuncio Tom al reposar su peso en el marco de la puerta.

Su gesto cambió cuando la puerta de la nevera lo dejo ver que era ella.

—Pensé que eras Bill—Mencionó al acercarse. —Yo lo hago—

Tomo de sus manos lo que llevaba y con un ligero gesto le pidió que se sentará. Helena lo observo moverse por la cocina tal y como lo hacía Caleb aunque quizás de sus manos no saldría un platillo glamuroso o elaborado. 

Esa noche le bastaba con su emparedado algo de uvas verdes y té.

La observaba como si nunca pudiese fastidiarle de hacerlo; como si verla comer fuese todo un espectáculo digno de no perder. Helena llevo a su boca una uva verde mientras disimula una extraña sonrisa.

—¿De verdad vas a extrañar todo esto?

—¿Esto?

—Esto que tenemos—Susurró.

Al romper el contacto con el chico mientras dirigía sus extraños ojos grises a la figura alta y delgada de Bill.

****

Debía despertar en un par de horas, más conciliar el sueño era difícil de lograr. La ansiedad de saberse próxima a su destino la estaba carcomiendo de a poco.

Estaba a punto de enloquecer, de desgarrar su garganta en un grito para luego correr en busca de él.

Llenó sus pulmones de aire frío y bruma de mar en un intento de apaciguar su miedo. Sintió la reprimenda en lo profundo de su estómago y el lustre de sus dedos rozarla cual seda. Sus ojos verdes la recibieron al girarse.

Un <¡no, no, no!> insonoro se dibujó en sus labios antes de ser arrastrada por Eleonor.  Las imágenes en reversa de lo que había sido su vida se reprodujeron en la pupilas de sus ojos, corrían a una velocidad vertiginosa que le causo pavor.

Se detuvieron aquella tarde de invierno, en aquella niña rubia de trenzas, en el frío que acribillaba su cuerpo, en donde todo comenzó.

Había tocado un par de veces sin obtener respuesta, el pomo de la puerta cedió dejándolo pasar.

—Helena—Llamó—El auto ya está aquí—

Su mirada lo llevo al cuarto de baño las huellas húmedas en el piso de madera fue algo que no podía dejar pasar.

—¿Puedo entrar?—

La encontró dentro de la bañera abrazada a sus piernas, con el cabello cubriéndole el rostro y el agua turbia abrazando su cuerpo.

Su voz apagada susurraba cantos en algún idioma extraño que hizo que se le erizara la piel. La tela de su camisón blanco se había adherido a su espalda dejándole ver su delgadez.

—¿Helena?

Ella solo suspiro dejo salir el aire que retenía en sus pulmones mientras sus manos pálidas temblaban al retener el abre cartas.

—Dame eso—Le pidió temeroso.

Levanto su rostro fijándose en él, su mirada turbia se posó en el rostro del chico mientras una de sus manos se aferró a él.

Pálida y temblorosa como un papel intentó decir algo más lo único que logró fueron balbuceos sin sentido.

—Shhhh...—Acalló. Al poner su dedo pulgar sobre los labios de Helena.

El temblor que la recorría de pies a cabeza la abandonó, al sentir aquel contacto cálido sobre su piel.  Cuando al fin pudo apartar la daga de sus manos, las tomo por sus brazos fuertemente hasta ponerla de pie.

—¡Mierda! No vuelvas a hacerlo!—Le recriminó con la voz entrecortada por el temor.—Mierda!—Soltó dejando salir parte de su frustración.

Se llevó las manos a su cabeza en un intento de tranquilizarse, lo único que le apetecía era abofetearla o mínimo tomarla por sus hombros y sacudirla hasta que entrara en razón.

Verla allí perturbada, perdida en algún parte de su mente desequilibrada rompió algo dentro de él.

—Ven—Le pidió con voz calma.

La tomo por su brazo ayudándola a salir. Para luego envolver en una toalla su figura delgada. Entre sus manos se sentía tan pequeña tan frágil, que lo único que quería era dejar de contenerse, dejar salir aquello que deseaba y guardaba en él.

^^^^

Anoche de nuevo te entrometiste en mis sueños. La sensación de tenerte entre mis brazos, bajos mis dedos me pareció tan real.

El perfume de tu cabello y el sabor de tus labios fue mejor de lo que puede imaginar.

Sólo en sueños he podido hacerte mía, sólo en sueños puedo escapar de la realidad.

Nos has dejado aquí solos, sumidos en un dolor que parece no terminar.

No he tenido el valor para alejar a tu padre de sus recuerdos, no he tenido el valor de alejarlo de usted.

Ven por mí esta noche, irrumpe de nuevo en mis sueños, instalase en mi corazón.

Sinceramente suyo.

Rafael


Julio 1977.

lunes, 20 de enero de 2014

Capítulo 63






Ha evitado hablar de ello toda la noche y a pesar de haberlo prometido tampoco ella ha hecho mucho para retomar el tema.

Lo prefiriere así de eso está segura Helena se detuvo un minuto y lo observo, recorrer con fingido interés una hilera de libros de la estantería de la tienda.

El libro que a tomado, de tapa gruesa y negra lleva grabado algo en un idioma que no puede entender.

Tampoco se esfuerza mucho en hacerlo su atención se centra de nuevo en encontrar algún objeto, que llegue a engrosar la colección de cosas que le han pertenecido a Eleonor.

Aquel deseo palpitante que la arrastra por las estanterías de esa vieja tienda no será saciado hasta encontrarlo.

No está segura si posee la energía necesaria para pasar de nuevo por eso. Su última adquisición, el abre cartas le reveló algo que apenas había podido soportar y todo había acabado mal.

Lo último que quería era volver a "depositar" en el chico sus frustraciones si es que podía nombrarlas de aquella manera.

La campana de la tienda timbro, dejando ver la figura de Helena salir por ella. Tom se levantó de la calzada lanzo el cigarrillo a medio terminar en un pequeño charco de nieve derretida y se aproximó hasta ella. Limpiando su trasero de lo que fuese que había en su pantalón.

—Tengo hambre—Mencionó sin sentirlo realmente.

Pero al menos el buscar algún lugar donde comer retrasaría lo que fuese que estaba destinada (para ella, para ambas) dentro de aquella bolsa de papel.

Su silencio ese que ha mantenido desde que salió de la tienda guardaba algo que no ha podido descifrar. Pero al menos no se había quejado ni le había pedido aún que la llevara de vuelta a casa.

—¡Oh! Lo olvidaba—Susurró para luego rebuscar dentro del contenido de la bolsa de papel.

Extendió el libro al chico que la observaba con gesto confuso.

—¿Y esto?—La observó encogerse de hombros.

—Un regalo de mi parte.

La mirada del chico se agudizo centrándose en ella, que revolvía su ensalada con desgano.

—¿Puedo?

—¡Por favor!—Mencionó con entusiasmo. Al verse liberada de lo que detestaba de su plato.

La había acompañado hasta la puerta de su habitación en un intento por cumplir su deseo de llegar <sana y salva> a casa.

Helena le sonrió antes de perderse dentro de su habitación.

—Helena—Llamo el chico—Gracias—Le agradeció al darle pequeños golpecitos a la cubierta del libro.

****




He llegado a Alemania, Sellin es tal y como la imaginabas. Debo confesarte que no es lo mismo sin usted, aún me encuentro buscando su rostro en cuanta joven se cruza en mi camino.
Su padre aún sigue sin pronunciar palabra aunque pienso que sólo está sumergido en los recuerdos que has dejado en él.
Lo envidio son tan pocos los que atesoró que no son suficientes para alejarme de esta realidad que me mata.
No dejo de pensar en lo que hubiese sido nuestra vida juntos; el imaginarla el imaginarme me roba el sueño.
Desde su partida mi vida se ha convertido en un sueño en un horrible sueño del que temo nunca he de despertar.
Me he tomado la libertad de seleccionar un lugar en esta casa para usted querida mía.
Espero que no le molesta las atribuciones que en he tomado, su padre no ha dado muestra de lo contrario espero que usted tampoco las tenga.


Sinceramente suyo.

Rafael

Junio 1977.


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Lamento no haber publicado nada la semana anterior ciertos trámites personales me lo impidieron.

Para las que se preguntan cuándo demonios termina esto, les comento que los capítulos de esta semana serán el inicio del declive de la historia.

Así que oficialmente puedo decir que estos y los próximos serán los últimos capítulos. Espero no extenderme más de lo que tengo planeado.

En fin, de verdad espero que el final sea de su agrado y hayan disfrutado al menos un poco de esta loca historia mía.


Saludos a todos, feliz semana!

viernes, 10 de enero de 2014

Capítulo 62




El frío invernal se colaba hasta sus huesos haciendo que el dolor que aún quedaba en él se acrecentara. Tom le dio un largo trago a su taza de café en un intento por retrasar su salida al jardín.

Un grueso y desgastado sweater abrigo el torso del chico mientras se encaminaba al exterior. Tomo asiento junto a Helena que observaba entretenida los primeros vestigios de nieve de la temporada.

—¿Tienes más de esas pastillas?—Preguntó al llevar una de sus manos a sus costillas.

Le respondió con una ligera sonrisa sin quitar la vista de las pequeñas escamas de nieve que habían entre sus manos.

Helena sacudió sus manos sobre su ropa y hurgo en sus bolsillos en busca del frasco con medicamento.

—No deberías preocuparte tanto por mí. Se cuidarme bien—Le dijo al sentir su mirada sobre ella.

Helena buscó la calidez de sus ojos y se sumergió en ella, la voz silenciosa de sus mirada plata le dejo saber algo que su voz apagada no le podía dar.

Estaba buscando respuestas en el lugar equivocado, allí bajo aquel manto extraño y hermoso estaba la verdad.

—No tienes que hablar de ello si no quieres.

—No me molesta, me molesta que la gente me mire como si estuviese loca y no me diese cuenta—Dijo con enfado como si recordase algo—Además lo prometí—Agrego sería.

Tom sonríe y la observa se detiene en su rostro delicado e inocente. Mientras intenta descifrar donde oculta esta esa otra parte suya, ese otro ser frenético que se niega aún a darle rienda suelta.

—¿Y bien?—Le escucho decir. En un intento de alejar sus ojos castaños de ella.

—Salimos—Menciona el chico. Con esa sonrisa que Helena detesta.

—No me apetece hacerlo, además... No es una pregunta o ¿Si?—Se detiene a preguntar algo que es obvio.

—No

Tom le sonríe de nuevo mientras la arrastra con el al interior de la casa. Se decepciona un poco al sentir que sus largos dedos fríos no le transmiten más que eso... Frío.

Helena se arma de valor al bajar las escaleras de la entrada principal, el chico la espera en su motocicleta abrigado con su chaqueta de cuero y el casco en su regazo.

—No lo quiero—Le dice al negarse a usarlo.

—Helena—Insiste el chico.

—Me hace sentir claustrofobia—Le confiesa al trenzar su cabello en una larga cola de pez.

Es testaruda y lo sabe antes de perder tiempo en una discusión sobre quien tiene la razón prefiere por esta vez dejarlo pasar. El motor se enciende rompiendo con el silencio que reina en el lugar.

Antes de que pueda advertirle y como si de alguna manera pudiese leer su mente Helena se aferra suavemente a sus hombros dejando su torso aún adolorado en libertad.


Por primera vez la siente tranquila como si estuviese dormida o como si hubiese drenado en él una parte de su oscuro y pesado mundo.

lunes, 6 de enero de 2014

Capítulo 61



                          


Era como si abandonase su cuerpo y se dejase llevar dentro de aquel rayo silencioso que viajaba dentro del chico.
Se sentía extraño irrumpir en él de aquella manera más tampoco podía hacer mucho para evitarlo
Cuando al fin todo término el cuerpo del Tom cayó sobre Helena sin que esta pudiese hacer más que sujetarlo a duras penas y acomodarlo en su regazo.
Bill había cargado con el hasta su habitación, lo había metido en su cama sin cuestionarle o pedirle una explicación de lo ocurrido.
Le parecía innecesario, el gesto en su rostro la delataba, parecía que en cualquier momento rompería en llanto y le confesaría como lo haría una pequeña niña su travesura.

—¿Me puedo quedar?—Pidió Helena.

—Creo que va a dormir por un buen tiempo pero si quieres hacerlo.

Bill le dio un último vistazo a su hermano que dormía plácidamente sin ningún daño aparente.

—¿Helena?

—Si

—¿Estas bien? ¿Quieres algo?

La observo negar con su cabeza mientras tomaba asiento en una de las sillas junto a la ventana.

Su habitación estaba ordenada y limpia, olía a velas perfumadas, a incienso y cigarro. Su perro Max y su guitarra eran las únicas pertenencias visibles en la habitación.
En otra ocasión quizás deambularía por el lugar observando todo, más lo único que deseaba en ese momento era que despertase.
Aunque eso significara tener que explicar lo que había ocurrido. Su intención no era hacerle daño ni mucho menos involucrarlo en algo que sólo le pertenecía a ella.
Pero de alguna u otra manera algo de lo mucho que guardaba para sí misma lo había trasmitido a el y viceversa.

Tan pronto sus ojos se abrieron lo sintió, como si el peso del mundo entero hubiese caído sobre él. Su pecho se comprimió en un intento de llevar airé a sus pulmones.
Sus ojos marrones distinguieron entre las sombras su figura amontonada en la vieja silla junto a la ventana.
Gruño de dolor al intentar incorporarse haciendo que Helena despertara del trance en el que se encontraba.

Sus ojos grises brillaron en la penumbra de su habitación haciéndolo olvidar por un momento el dolor que lo recorría hasta las puntas de su cabello.

—¿Estas bien?—Le preguntó temerosa en la oscuridad.

La luz de la lámpara junto a su cama ilumino el rostro pálido de Helena que lo observaba como si fuese un milagro que estuviese vivo.

Poco a poco las imágenes de lo ocurrido se fueron aglutinando para después fluir como el agua.

—Demonios Helena que fue eso?—Preguntó al recordarlo todo.

Sus dedos fríos e indecisión rozaron su frente delicadamente, haciendo que los vellos de su brazo y de su cuello se erizarán ante la energía de Helena.

—Lo siento—Mencionó al romper el contacto con el chico.

Se sorprendió que aún quedara algo en ella y guardo dentro de sus bolsillos sus manos.

—¿Quieres algo?

—Agua—Gruño ahogando el dolor.

El líquido fresco apaciguo su garganta más no la necesidad de saber que había ocurrido.

—Debes descansar.

—Necesito saber.

—Lo harás pero antes debes de dormir, te sentirás peor dentro de unas horas.

La última vez que algo así había ocurrido Edward había tardado tres días en despertar y al hacerlo poco o nada podía recordar.

Helena dejo caer sobre su mano extendida un par de pastillas, guardo  el frasco dentro de su bolsillo y lo observo.

—Es para el dolor—Mencionó y al verlo dudar llevo una de sus manos a su hombro—Fractura triple expuesta, aún duele como la primera vez.

—Y en el invierno y cuando hay luna llena—Agregó—Lo se me rompí el brazo dos veces.

—Bien duerme—Susurró al apagar la luz de su mesa de noche.

—Helena.

—¿Si?


El chico busco los dedos de ella en la penumbra, los retuvo entre los suyos a la espera de aquel escalofrío que le causaba un extraño placer. Sonrió al ver su gesto, lleno de sorpresa quizás o algo más, algo más que no pudo identificar.

viernes, 3 de enero de 2014

Capítulo 60

                                


Helena se había mantenido en silencio sentada en un rincón de la cocina con la mirada perdida el tiempo suficiente para hacerlo desesperar.

Había llegado al restaurante con un gesto de pánico en su rostro pidiéndole si se podía quedar con el allí.

El chico se inclinó hacia ella dejando una taza de té humeante entre sus pálidas manos.

—Quieres hablar, tengo tiempo—Le sonrió mientras el ajetreó a su alrededor continuaba.

Caleb se sentó a su lado con una sonrisa en sus labios y sus ojos azules cargados de confort.

—Sabía que no era buena idea... Irme con el, la sentí removerse dentro de mi cuando lo pidió.

—¿A quien?

—Ella—Mencionó como si el supiese de quien hablaba.

—Creo que necesitas algo más fuerte que té.

—Lo siento... Creo que estoy alucinando de nuevo.

—No lo sientas después de todo así te conocí.

Helena río divertida y acepto de buena gana el brandy que el chico le dio.

Si aquello era estar ebria por que demonios no lo había hecho antes, se preguntó mientras subía las escaleras. Se sentía tan ligera y alejada de su realidad que casi se sentía volar. Helena tropezó, sus manos frías fueron a parar sobre el escalón.

Si, estaba ebria y si había aún algo de culpa por ello se esfumó junto con la carcajada que soltó.

Continuó avanzando hacia su destino no antes de que algo cálido se entrometiera en su camino.

—¡Oh! Lo siento—Susurró.

Dejando que su aliento perfumado a brandy golpeara el rostro del chico.

En el fondo esperaba que la ignorara y siguiese su camino pero tampoco le sorprendió verlo cerrar la puerta de su habitación con cara de pocos amigos.

Se sentía como una niña a punto de recibir la reprimenda de su vida.

—Que voy hacer contigo—Le recriminó, en un tono serio—Me estas volviendo loco—

Helena lo observó como si ya hubiese escuchado antes aquel "Me estas volviendo loco".

—Siento lo que pasó esta mañana.

—Lo dices como si hubieses puesto las imágenes en mi cabeza.

—Lo siento—Susurró temerosa de su reacción.

Tom la observó mientras se tomaba unos minutos para comprender el alcance de sus propias palabras.

Helena podía sentir como la sangre burbujeaba dentro del chico mientras su cabeza se convertía en un caldero en ebullición.

Cuando al fin comprendió el mensaje implícito en aquel " Lo siento" se aproximo hasta ella sugetandola de uno de sus brazos, en un intento de encontrarse con su mirada.

—No era mi intención... Supongo...

—¿Supongo que? ¿Que?—Preguntó de nuevo alzando la voz

Sus ojos castaños hablaban por sí solos, aquella seguridad que emanaba se había disipado dejando en su lugar temor.

—Demonios Helena ¡Habla de una vez!

Intento soltarse de su agarre mas lo único que logró fue profundizarlo más.

El vértigo le recorrió su estómago como si se tratase de un rayó, sintió su mirada gris irrumpir dentro de él sin que pudiese hacer algo para detenerlo.


Era ya demasiado tarde, pensó mientras Helena se introducía en el más allá de su piel, más allá de él mismo.