Su cabeza la
había dejado en paz por un buen rato aunque no el suficiente para hacerla conciliar
el sueño al menos por unas horas.
Hizo a un lado las pesadas cortinas dejando
ver lo último que restaba de la noche. Podía pasar horas enteras frente a ella
pero si debía elegir prefería esos pocos
momentos de nada.
Su mirada se
mantenía fija en el horizonte a la espera de los primeros destellos de luz, una franja de
fuego cubrió la cima de la montaña dando paso al sol. El cielo se ilumino de a
poco dejando ver en medio de aquella bóveda negra ligeros rasgos de color.
En sus
pensamientos no había más nada que silencio, un silencio un tanto embriagador,
Helena pudo al menos por un momento dejar
de ser ella misma, dejar de ser ella.
Liberarse de
todo lo que la ataba, algunas veces lo veía como la única solución, acabar con
todo un último respiro, un último latido, un último pensamiento.
Algunas veces se
permitía fantasear con la idea de como seria,
algo rápido e impulsivo o algo más
significativo quizás, se inclinaba por
esa opción.
Fantasías que se
guardaba para ella misma, había
aprendido a mantenerlas ocultas por que así debía ser, o al menos eso había
dicho su madre, aunque aun seguía sin comprender porque no podía hablar
abiertamente sobre ello.
–¿Es hoy? –preguntó al verla colocar la bandeja sobre la
pequeña mesa junto a ella.
–¿Lo olvidaste?
–Eso creo.
Helena
inspecciono su desayuno con desgano, jugo con su avena por unos minutos para
luego llevarse a su boca poco más de media cucharada, parecía tener de nuevo
uno de sus episodios de monotonía.
Podían durar tan
solo un par de minutos o días inclusive, días en los que Helena se sumergía en
un letargo tedioso en donde nada de lo
que sucediese a su alrededor parecía impórtale ni siquiera que era el día de su
cumpleaños.
–¿Puedo pedirte
algo?
–Lo que quieras.
–¿Puedo faltar
al colegio hoy?
– Déjame ver que
puedo hacer, pero no creo que halla problema,
Si la dejaba, si
realmente se lo permitía aquel día pasaría como si fuese uno mas, sumergida en
su plato de avena, sumergida en su monotonía.
–¿Qué tal un
baño?-Sugirió la mujer en un intento de romper con ella.
B-B se adentro a
la estancia dispuesta hacerle despertar así fuese con agua fría, Helena simplemente se limito a asentir
ligeramente.
Hizo a un lado
su avena para luego tomar entre sus manos el pequeño cupcake que no hacia otra
cosa más que reafirmar que otro año había trascurrido ya.
El agua turbia y
perfumada no hacia otra cosa más que tentarla Helena centro su atención en
aquella bañera dejando a un lado el pequeño pastelillo.
Se deshizo de su
ropa en el primer instante que su tía le brindo un poco de privacidad. El agua
fría abrazo su pequeña cintura subió lentamente por su pálido abdomen para luego besar sus hombros con suavidad y como
si se estuviese bajo el hechizo de un hermoso canto de sirenas Helena se dejo
tentar una vez mas.
–¿Puedes estar
lista en un par de horas? – preguntó entrando de
nuevo en la habitación.
El peso de su
cuerpo reposo en el marco de la puerta a la espera de su respuesta, impaciente
por el silencio de Helena se acercó hasta la bañera, con las pupilas dilatadas
y tosiendo algo de agua Helena emergió
de su interior.
–En un par de horas.
–Si…Te parece ¿Esta
todo bien?–cuestiono con seriedad la mujer.
Helena tosió un
par de veces, asintió confusa para luego sumergirse de nuevo dejando esta vez al
descubierto su nariz.
B-B con relativa
calma decidió dejarla sola, avanzo por la habitación con la sensación de que
aun le ocultaba algo mas.
Siempre había
algo más, a pesar de sus esfuerzos aun no había recuperado su completa
confianza, para que al fin le terminara
de revelar la totalidad de sus secretos.
∞∞∞∞
Le sorprendía enormemente que aun no hubiese abierto la boca para
abordarla con miles de preguntas, estuvo lista en un par de horas tal y como se
lo había pedido.
No le desagradaba, al menos no por completo la idea de sus planes
imprevistos, Helena tomo asiento junto a ella en el auto le sonrió brevemente y
se dejo conducir a donde fuese que B-B había planeado.
Horas más tarde, en Paris sentada en las butacas que habían
acondicionado en el teatro Helena aun continuaba sin formular pregunta alguna.
–Helena amor ¿Ocurre algo?
–Por que lo preguntas.
–Has estado muy callada… Mas de lo
normal, sabes a lo que me refiero.
–No creo que estés lista para
escucharlo.
–¿Escuchar que?
Lo estaba acaso, estaba preparada para
asimilar aquella idea que empezaba de nuevo a rondar por su cabeza. Helena suspiro para luego centrar su atención en
la figura que se dejaba entre ver por el hermoso marco de la puerta.
Siluetas delgadas vestidas de blanco,
negro y dorado las llevaron de vuelta a la antigua Inglaterra a la mítica y
opulenta edad de oro de Isabel I.
La tarde llega mientras ambas caminan sin prisa rumbo a un pequeño e
intimo café en el centro de París. Aquel viaje le resulta exquisitamente
familiar, se deja envolver en aquella atmósfera ligera con aroma a café,
plagada de tranquilidad.
Su cuerpo se relaja al liberar un
intenso suspiro, una leve sonrisa lleva calidez a su rostro llevándose consigo
aquel gesto duro disfrazado de serenidad.
La conversación fluye con infinita
facilidad los ojos libres de su abuela parecen ser el bálsamo que termina de
apaciguar la llama que arde por dentro.
Su mente se libera Helena se deja llevar,
libre sin reglas que seguir ni mucho menos recordar no hay mucho que analizar y
ella lo sabe.
∞∞∞∞
–¡Papa¡ – murmuro al verlo a su salida
del vagón.
–¿Que tal el viaje?- pregunto prudente.
Para luego tomar las bolsas de compras
de las manos de B-B. Un leve gesto de ella lo calma. Mientras Helena parece entender el lenguaje
silencioso de ambos, esta inquieta pero al menos no lo oculta.
–¿Puedo al menos darme un baño?
–Por supuesto Helena–
Sumida en sus pensamientos observaba la
carretera que tiene en frente, les ha tomado mas tiempo de lo que puede
soportar salir de las congestionadas calles de Londres, esta intranquila e irritada.
Su padre como siempre conserva la calma,
sus ojos se mantienen firme en la vía dándole
el espacio que necesita para calmarse.
–Fue idea de Edward– murmura al estacionar
el auto. –Es solo una cena – menciona en tono conciliador.
–Entiendo.
–Espera aquí.
Helena le sonríe mientras rodea el auto
en su búsqueda, sus manos apenas si le tocan pero hacen lo suficiente para
ayudarla a bajar, la prudencia de su trato le conmueve, se reprende a si misma,
cuanto daño ha hecho ya.
–Tomate el tiempo que quieras– Menciona al verla subir las escaleras que la
llevan hasta su habitación.
El timbre resuena por toda la casa y
ella aun se observa en el espejo, intentando recordar todo lo que su madre
había dicho sobre aquellas ocasiones en donde debía… ¿comportarse?
Pasar desapercibida era realmente lo
suyo, ninguno de los que abarrotaba el pequeño recibidor de esa casa se había percatado
de su presencia excepto el, sus ojos castaños respondieron casi
involuntariamente ante su presencia.
Parecía estar quizás demasiado sumida en
lo que fuese que ocupada sus pensamientos o verdaderamente estaba relajada.
Sus ondas rubias largas y rebeldes se resistían
al amarre de la delgada cinta blanca que las sujetaba y poco o nada parecía importarle
lucir mas despeinada.
Los ojos del chico la observan con
detenimiento mientras baja las escaleras a un paso que le resulta tortuosamente lento, Tom la observa sin que
esta se percate de ello.