jueves, 27 de febrero de 2014

Capítulo 69



                                          
              

El silencio de la sala de espera era abrumador, al igual que las personas que se encontraban allí esperaba noticias, algunas buenas, otras malas o como su caso nada.


Las semanas habían transcurrido y su diagnóstico continuaba incierto. Se conformaba con aquella frase que B-B, Edward inclusive el padre de Helena le habían dicho.


"Es como si sólo estuviese dormida" 

Luego se dejaban caer sobre el sofá frente suyo con el rostro y el alma sumidos en la desesperación.


Él ni siquiera se había atrevido a verla; su valor y su trasero continuaban atascados en aquella tortuosa sala de espera.


—Necesitas dormir—Le escuchó decir mientras su mano tomaba la suya en un intento de darle aliento.


Tom se removió en la silla abriendo sus ojos, dejando escapar aquella imagen que lo perseguía desde lo ocurrido.


—¿Cómo te sientes?


Observo a B-B encogerse de hombros mientras llevaba su mano a su vientre. —Solo quiero irme de aquí—


Esas semanas su vida se había reducido a dormir muy poco, trabajar algo, esperar en aquella maldita sala y manejar. 


Estaba claro que la última era de sus preferidas. Enfrascarse en la intimidad de sus pensamientos mientras la conducía a la casa de la abuela era quizás lo menos desgastaste que podía hacer durante el día.


El golpe del cristal lo saco de sus pensamientos. 


—Cinco minutos—Le ordeno en silencio. Mostrando su palma extendida.


Tom tomo una bocanada de aire al salir de auto, deseoso de llenar sus pulmones de tabaco. 


Recordó lo último que le dijo al encender su cigarrillo y sonrió. 


—Y yo odio que no estés aquí—Dijo lanzando las palabras al viento, antes de apagarlo en la nieve.


++++


Helena se adentró en aquel enorme y sombrío recibidor. El piso de mármol bajo sus pies estaba cálido.


Las paredes empapeladas de rosa pálido la embargaron de recuerdos al llegar. 

Todo estaba igual tal y como lo recordaba pero a la misma vez había algo diferente.


Quizás sólo era ella, algo dentro de suyo había cambiado, la venda que le impedía ver, inclusive sentir más allá de lo obvio había desaparecido.


El sitio al que por mucho tiempo considero su casa, el único lugar donde sentía que pertenecía no era más que una ilusión barata, una casa vacía, sin vida.


El infierno que contenía sus peores temores su propio demonio.


Eleonor la observaba en silencio con sus ojos verdes puestos en ella como si fuese una presa.


Encumbrada en lo alto de la pared sobre la chimenea el retrato de la chica le crispó la piel.


—Gracias por encontrarla—Mencionó la voz tras ella.


Helena se giró sobre sus pies descalzos sólo para encontrarla  hilando su próximo movimiento; porque eso era ella, eso era Helena su marioneta.


Todos los objetos que había coleccionado durante años estaba allí, esparcidos por la estancia.


El camafeo con las fotografías—¿Tu padre?—Preguntó en un susurro.


—Y mi hermano—Respondió Eleonor con un destello extraño en su mirada.


El pequeño bolso que le había dado B-B, el abre cartas inclusive. El abre cartas con la que su madre había intentado asesinarla. 


La mirada plata de Helena se adentró en Eleonor deseosa, exigente de saber todas aquellas verdades que se le empezaban a revelar.


Los recuerdos que arrebato a Eleonor sobre su madre no eran gratos.


—Estaba enferma...


—Enferma?—Cuestiono iracunda—Enveneno a mi pequeño hermano hasta su muerte y me entrego a ese bastardo como si fuese un perro!—Grito llenando con su voz cada pequeño rincón—


—Lo siento.


—¡Suficiente!—Ordeno altiva—Llévala a la cama—Le pidió con una sonrisa al mirar tras su larga falda.


Unas pequeñas manitas se sujetaron de la tela dejando ver el rostro del pequeño niño del camafeo; no podía tener más de cinco años.


Se acercó hasta Helena tímido para luego tomarla de su mano y conducirla hasta la que sería su habitación.


Helena le sonrió conmovida mientras llevaba sus manos a su pequeño y cálido rostro.


—Lo siento—Susurro—Siento tanto todo lo que sucedió.


++++


Se sentía extraño entrar en su habitación y no encontrarla, se sentía extraño ver como todas sus pertenencias yacían allí a la espera de que ella regresará.


Había visto a su abuela preparar la habitación como creía que lo hacía cada vez que Helena estaba allí. 


Flores nuevas, agua fresca, dulces y algunos libros viejos.


Tom entro en su habitación en busca de algo que calmara su dolor de cabeza, que calmará eso y algo más.


Se detuvo a observar mientras se daba la libertad de dejar salir todo. 


Se había mantenido sereno fuerte inclusive más eso no lo libraba de sentirse angustiado al igual que los demás.


¿Y si nunca despertada? ¿Y si la perdía? 


A medidas de que pasaban los días aquella posibilidad se acrecentaba. 


Nunca le había pertenecido realmente ni al él ni a nadie más que no fuese su madre.


Esos días se había dado cuenta de ello, el temor que los carcomía y el que quizás más les dolía era la posibilidad de que Helena simplemente no quería regresar.


Ya no había nada para ella allí, no había nada que la atara a un mundo que no la comprendía.


Ninguno de ellos había sido capaz de entenderla, de comprenderla, de aceptarla. 


Excepto él, Tom parecía ser el único que le importaba poco lo dañada que pudiese estar, así la había conocido y así la había aceptado.


Dolor, sueño y nada. Al mirar el dorso del frasco de sus pastillas y el pequeño dibujo que lo representaba; tuvo el impulso de llevarlas a su sistema y experimentar por el mismo aquello que Helena tanto anhelaba. 


—Lo encontraste—Preguntó B-B recargada en el marco de la puerta. El chico asintió sin dejar de observarlos 


—Puedes... ¿Puedes leerle algo por mí?—Le pidió, al fijar sus ojos castaños sobre ella.


—Lo que quieras.


—Bien, voy por él.


La mujer ojeo las primeras páginas sin profundizar muy bien en ello, observo el libre grueso y amarillento bajo la mirada penetrante del chico.


—Está en alemán ¿Que es? 



—Ella me lo dio—Respondió restando le importancia con un gesto—Solo léelo—Le pidió de nuevo. Con una mirada que implicaba algo más.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 68

                                  


Ni el gratín de su abuela, ni la ducha fría ni mucho menos una cama que se le hacía conocida.


Helena despertó poco antes de que el sol saliera sin haber dormido lo que esperaba.


Sus pies descalzos tocaron la madera fría dispuestos a salir de allí, en busca de apaciguar aquella angustia que se había albergado en su pecho y no la dejaba en paz.


Atravesó la mitad de la casa a oscuras hasta llegar a la cocina, una pequeña brisa fría se colaba desde el exterior por la puerta a medio cerrar; olía a él a él y a nicotina.


—Tampoco puedes dormir—Le escucha decir al salir.


Tom dejo escapar el humo de su cigarro mientras permanece sentado en el escalón bajo los pies pálidos de ella.


—No—Dice.


Más no sabe si es para que se detenga o es sólo su respuesta.  Con la nieve poco más arriba de su pantorrilla lo observa dirigirle una mirada aprensiva. Al tomar las botas de nieve.


Son horribles y al menos dos tallas más grandes pero no puede hacer otra cosa que ceder.  Ceder y sujetarse de sus hombros mientras el chico las coloca en sus pies.


—Odio que me trates como una niña... ¡Ah! Y esto—Le dijo, al quitar de sus labios el cigarro a medio terminar—Odio esto—Agrego en un susurro al alejarse de él.


Las botas no hacen otra cosa que molestarle al caminar, se cerciora de haberlo dejado atrás lo suficiente como para que no la observe quitárselas y dejarlas a un lado en la nieve.


Sus pies descalzos reciben el frío con naturalidad su paso se agiliza rápidamente, arrastrada por la fuerza que ejerce deseosa de su encuentro.


^^^^


—Haz visto a Helena—Pregunto con el rostro desorientado y voz cargada de preocupación.


—Hace un rato, ¿Ocurre algo?


—Pesadillas—Murmura B-B y luego le sonríe—No me han dejado dormir.


—¿Quieres algo?


—Estoy bien, no te preocupes. ¿Sabes a dónde fue?—


El chico asiente y la conduce en la misma dirección donde la vio irse sus pisadas marcadas en la nieve los conducen sin dificultad.


Su sonrisa no es suficiente para disimular el miedo que la carcome lentamente.


Tom la observa sonreírle de nuevo en un intento por aliviar la atmósfera pesada que los a envuelto.


—Gracias por cuidar de ella, no debiste tomarlo tan en serio.


—Ha sido divertido, creo que hasta le he tomado cariño.


—Ella es—Se detiene y lo medita—Demasiado fácil de querer—Dice al fin.


Tom guarda silencio mientras las palabras de B-B le calan hasta los huesos.


Lo que al inicio no fue más que una petición descabellada se había convertido en una necesidad.


Eso era Helena una absurda y extraña necesidad, se había vuelto adicto a ella, a su oscuro mundo, a sus escasas palabras, a su silencio, al perfume de su piel, a su proximidad.


Helena lo había arrastrado a despertar algo oculto e impropio en el. 


Algo que no podía catalogarse como cariño, aquella palabra era demasiado ligera... Demasiado fácil quizás? Pero era lo único que estaba dispuesto a aceptar.


—Sólo espero que no lo sepa.


—No lo sabe.


—Estas seguro.


^^^^

El hielo a sus pies se agrieta y no hace otra cosa más que respirar, respira pausadamente llenando sus pulmones de aire hasta su máxima capacidad.


El último pensamiento que cruza por su cabeza antes de ser devorada por el lago, se lo dedica a él y luego ya no hay nada más.


Sus ojos se cierran llenándola de oscuridad mientras su cuerpo inerte empieza a despertar.


Se ha desprendido de su cuerpo lo sabe cuando se encuentra caminando en dirección hacia las enormes puertas de metal.


Ha estado allí antes, cuando tan sola era una niña más todo continua igual.


Los altos y secos árboles al lado del camino se encumbran hacia el cielo gris, llenando de sombras tenebrosas a donde quiere que observe.


La niebla gruesa y espesa le dificulta respirar el pecho se le comprime mientras se pregunta si todo a terminado ya.


Aún lo siente, dentro de sus venas una ligera chispa de vida, un ligero deseo de volver arriba de despertar.


Más el deseo de continuar es más fuerte, más fuerte que los brazos que la sujetan y tiran de ella más fuerte que el latir de su corazón al afrontar el mas absurdo de sus temores.


El chirrido de la puertas al abrirse retumba hasta el más recóndito rincón de aquel infierno. 


Si no es el infierno se le asemeja enormemente, cada uno de sus pesadillas, de sus miedos más bizarros y profundos están allí.


Helena se abre paso por una pila de hojas secas, frutos podridos y pequeños cuerpos de aves a medio descomponer.


La desgastada propiedad se encumbra débil y sombría en medio de aquel mar de podredumbre y muerte.


Allí no han nada más que eso, muerte, olvidó... Y Eleonor.


Lo piensa por última vez con el pomo de la puerta entre sus pálidas manos. 


Al sentir el familiar roce en su oreja, escucha las palabras débiles y lejanas mientras se encamina en su interior.


^^^^


B-B simplemente observa como si todo se tratase de una pesadilla aferrada a la ropa del chico. 


El sonido a su alrededor sé a silenciado sólo se limita a observar como Tom se pierde dentro del lago.


Los minutos se transforman en eternidad mientras teme que ninguno de los dos salga.


—Llama una ambulancia— Le pide al recuperar el aliento.


Ella se queda quieta con su ropa apretada en su pecho y sus ojos negros perdidos en la nada.


—B-B!—Le llama al tomarla por sus brazos. El chico tiene las manos frías y el corazón golpeándole el pecho sin cesar—Llama una ambulancia—Le pide de nuevo con calma.


Como puede mantenerla? Ni el mismo lo sabe. La adrenalina le recorre el cuerpo dejándolo actuar.


Helena parece no estar más que dormida, sumida en un sueño demasiado profundo del que no está seguro si podrá despertar.


Sus labios atrapan los suyos por primera vez... Todo parece ser tan irreal. El aliento del chico la llena mientras sus manos firmes comprimen su pecho. 


—Tienes que despertar—Le susurra al reposar su frente sobre la de ella.


No puede sentir nada a pesar de lo profundo del contacto, su aliento aun esta cálido, cálido y fresco como una brisa de verano. 


Sus miedos se han materializado la absorbe entre sus brazos en un intento desesperado por sentir que aún respira, que aún hay algún vestigio de vida, que aún hay alguna chispa algo...


—Yo...—Ni siquiera puede decirlo—Las palabras se quedan atoradas en su garganta. 



Todo alrededor suyo en un caos. La besa en la frente y la suelta mientras los paramédicos intentan traerla de vuelta, de vuelta a él.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo 67




—El viene con migo—Mencionó Helena. Al extender hacia ella su pase de abordar.


Los ánimos caldeados de la mujer parecieron bajar como la espuma, al observarla con una sonrisa exageradamente amable.


Luego de darle un script memorizado se alejó dejándolos en paz.


El chico la siguió en silencio por el estrecho corredor hasta el final del vagón donde estaba su espacio.


La cortina mostaza de su reservado se cerró, mientras el silencio entre ambos se acrecentaba.


—¿Olvidaste algo?


—Sí, tú—Respondió el chico


Helena le retuvo la mirada el tiempo necesario para leer la expectativa que había en su rostro.Bajo la mirada al piso alfombrando completamente abrumada.
Tom sonrió mientras la observaba consumirse en sus pensamientos.


—Y que se supone que debo decir—Pensó en voz alta.


—No tienes que decir nada.


—Se supone que debo responder algo... Ella—Suspiró frustrada—Mi madre decía que cada vez que me daban un cumplido debía responder algo amable—


—No fue un cumplido.


—¡No puedo ver la diferencia!


Supo que había traspasado el límite al verla decir la última frase al borde del llanto, podía palpar la frustración que sentía al tratar de comprenderlo algo que para ella era imposible.


—No tienes que decir nada—Le dijo al traerla hacia él en un tono tranquilo.


Sus manos pálidas y cansadas se aferraron a la camisa del chico al esconder su rostro en su pecho.


Respiró lentamente dejándose embriagar por su aroma, dejándose embriagar por sus pensamientos y deseos que viajaban hasta ella por aquel extraño vínculo que se había formado entre ambos y se acrecentaba con el contacto.


—Olvídate de las malditas reglas—Su voz firme y fuerte le dejó saber que aquello no era una petición.


Con él podía dejar el libreto a un lado, podía dejar abrir el portillo que contenía todo lo que reprimía dentro de sí misma.


—No sabes nada sobre mi.


—Se lo suficiente—Le aclaro al alejarla de el para verla a los ojos—Yo no soy como ellos, no puedes alejarme tan fácil.


Tom le sonrió con suficiencia al halarla de su brazo para que tomara asiento.


La mirada del chico se perdió por la ventanilla y la de Helena se perdió en él.


Estaba mal, se repetía una y mil veces, estaba mal aceptar algo que no sabía si podía corresponder.


—No seas ridícula no necesito que me ames—Le dijo, al leer sus pensamientos.


—¡No lo hago!—Le respondió con cierto enfado—Yo...


—Me necesitas lo sé.


No había suficiencia ni siquiera una pizca de arrogancia en su sonrisa, era sincera y llena de satisfacción.


La misma que puede haber en un padre o hermano orgulloso a diferencia que él no es ninguno de los dos.


^^^^


El tren llego poco antes de la media noche, el frío que los abordo al llegar  era el típico de una desolada noche de invierno.


Luego de su atípica y larga conversación Helena parecía haberse quedado sin palabras.


Estaba cansada inclusive algo hastiada de todo. Un baño con agua fría algo de comida de su abuela y la cama era todo lo que deseaba.


Había tomado asiento sobre su equipaje mientras el chico había optado por mantenerse en pie.


Le parecía extraño que B-B se hubiese retrasado y mucho más que no le hubiese avisado.


Helena observo a Tom alejarse de ella en dirección hacia un tipo alto y moreno, un estrechón de manos un abrazo, un cruce de palabras para luego dirigir sus miradas hacia ella.


Tenía la piel aceitunada más unos profundos y maravillosos ojos amarillo miel.


—Helena—Llamó al dirigirse a ella.


< He conocido al príncipe de Persia! Tiene los ojos más maravilloso que he conocido después de ti> Cito literalmente en su cabeza un fragmento de la carta de B-B.


—Dastan—Susurró.


—Te ha hablado de mí.


—Un poco—Respondió al encogerse de hombros y tomar su equipaje.


Él le sonrió ampliamente dejándole ver una hilera de dientes blancos y perfectos. Su aspecto Mediterráneo y exótico no fue lo único que percibió.


Un olor a especies y a mar la embargo al estrechar su mano mientras una oleada de fragmentos de su vida irrumpía en sus pensamientos; estaba demasiado cansada para ahondar en ellos.


—Curioso—Dijo él—Cuán susceptible nos volvemos cuando la vemos a los ojos—


Helena lo observo una vez más (consciente de lo que su frase significa) para luego ingresar por la puerta del auto que mantenía abierta para ella.


El viaje hasta la casa de su abuela, en las afueras de París le resulto tortuosamente lento.


Podía verla por el espejo retrovisor, irritada e intranquila. Su frente golpeó el cristal con suavidad mientras sus ojos grises se ocultaban tras sus párpados. 


Si no estaba dormida lo fingía bastante bien pensó Tom, al verla mantenerse quieta lo que restaba del camino.


^^^^


Sus nudillos golpearon el cristal bruscamente; allí donde su respiración había empañado el cristal formando un círculo.


Sus ojos emergieron debajo de sus pestañas, sólo para observarlo reposar su cuerpo sobre la carrocería del auto.


Si no fuese porque lo conocía (al menos un poco) tendría la impresión de que no era más que uno de esos tipos, de los cuales solía tener cierto desprecio.


Demasiada confianza, demasiada arrogancia, demasiada superioridad enfrascada en un solo cuerpo.


Más Tom tenía lo suficiente de todo aquello, lo suficiente para irritarla y lo suficiente para llamar su atención más de lo que quería reconocer.


—No han nadie en casa—Preguntó al ingresar y encontrar todo en silencio.


—Tu abuela debe de estar en la huerta.


—¿A esta hora?


—B-B no se ha sentido bien—Mencionó Dastan algo inseguro.


Cuando quiso tranquilizarla al agregar que sólo eran náuseas Helena ya se encontraba enrumbada hacia las escaleras de aquella vieja granja.


Era lo poco que aún quedaba de su madre si algo llegaba a pasarle, pensó con el corazón retumbado en sus oídos.


La puerta de su habitación estaba abierta la tenue luz de su lámpara de noche iluminaba un poco el lugar.


—Traes más equipaje del que pensé—Dijo al verla llegar.


—No pude deshacerme de él—Respondió al encovarse de hombros. B-B sonrió.


—Quizás después de todo la abuela tiene razón, no podemos huir de aquello que la vida tiene para nosotros.


A pesar de que estaba cansada y que no quería absorber más nada, no puedo evitar percibir al abrazarla, aquella pequeña energía que flotaba dentro de su vientre.


—Eres feliz—Le preguntó Helena.


No entendía el porqué de sus palabras más al verla llevar su mirada en su vientre lo supo.


El sobré intacto con el resultado aún esperaba bajo su almohada.


—Tengo miedo—Respondió con hilo de voz.



—Yo también—Susurró al aferrarse aún más a ella.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Capítulo 66




Entre las muchas cosas que le había enseñado su madre estaba el no tomarse literalmente lo que le decían.


Sin embargo cuando se trataba de él aquella regla podía quedar a un lado,  solía ser directo cuando le hablaba.


En especial cuando estaba frustrado o enojado con ella.


Así qué debía darse prisa antes de que entrara en su baño y la arrastrará a su cama para hacerla dormir.


Helena hurgo entre la bolsa de su medicamento en busca de algo que la ayudara hacerlo.


Aún no sabía porque cargaba con todo aquello, cuando sabía que la mayoría no surtía efecto.


Aunque dormir, dolor y nada (como solía llamarlos) estaba entre sus favoritos y nunca solían fallarle.


Tuvo el deseo de tomar los tres juntos para enfrascarse en aquella burbuja que solía extenderse por días. Más esa noche tuvo que conformarse sólo con dormir.


Había fruta fresca y verde sobre la pequeña mesa de la entrada, comió de ella y lo escucho hablar por lo bajó en su terraza.


Sus ojos grises se clavaron en los suyos a través del espejo que había frente suyo, al atravesar las cortinas blancas que llevaban al exterior.


La calidez de su aliento la rozó al murmurar cerca suyo aquella frase que antes ya le había dicho.


—¿Y eso significa?


—Hora de dormir.


No entendía ni una gota de alemán pero estaba segura que aquello debía tener otro significado.


—Tengo problemas siguiendo órdenes—Le dijo, al llevar una uva a su boca—He seguido reglas toda mi vida, te importaría ser menos...autoritario—Le pidió con absoluto encanto.


La sonrisa del chico se amplió formando una hermosa curva en sus labios al observarla meterse en la cama.


Se quedo dormida antes de lo que esperaba y eso le daba la libertad de pensar cual era la siguiente jugada.


—No me dejas dormir—Susurró adormilada.


—Ni tu a mí, ni tu a mí.


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El silencio de la sala de abordaje no le provocaba otra cosa más que pensar. Las últimas semanas se habían consumido tan de prisa, que ahora que tenía algo de tiempo entre sus manos no hacía otra cosa más que pensar.


¿Porque no había hecho la maldita pregunta? Se cuestionó enfadado con sigo mismo.


Un no por respuesta no iba a detenerlo, su persistencia cuando se trataba de ella no tenía límite. ¿Entonces qué demonios está haciendo allí?


—Me voy.


—¿Qué?—Preguntó el chico, al quitar el auricular de su oído.


Supuso que su llamado a abordar había sido anunciado, al verlo llevar su bolso con sigo.


—Nos vamos


—No Bill yo... Debo irme.


Lo vio marcharse antes de que pudiese decirle algo, antes de que pudiese decir que ella está bien.


Supuso que no sería suficiente para retenerlo, nada de lo que dijese lograría calmarlo.


—¡Su tren sale en una hora!—Le grito poco antes de perderlo de vista.


Bill volvió a tomar asiento en su lugar, con una mirada pensativa en su rostro.


Era demasiado testarudo como para dejarla marchar más también ella lo era, Helena también lo era.


El tráfico de la ciudad fue lo bastante benévolo para dejarlo llegar  minutos antes de que el tren partiera.


Tom verificó el horario de los trenes en la pantalla que había sobre su cabeza para luego apresurarse hasta la plataforma donde saldría el de Helena.


Trescientos metros en diez segundos debían de ser todo un récord, pensó al tomar una bocanada de aire; luego de colarse hasta en interior del vagón justo antes de que las puertas se cerrarán.


La mirada de la azafata se posó sobre el, al verlo merodear por el pasillo sin rumbo aparente.


—Joven—Le llamó—Joven puedo ayudarlo—Insistió al ignorarla.


—Si busco el vagón... A43 —Recordó.


Tan sólo lo había visto una vez más había sido suficiente; la imagen del tiquete de viaje se vislumbró ante sus ojos tan claro como el rostro de la mujer que lo observaba.


—Al fondo—Menciono ella haciendo ademanes con sus manos—Puedo ver su...


Su rostro se crispó en un gesto de enfado al verlo partir sin ni siquiera darle las gracias.


El vagón A43 estaba lleno de reservados elegantes y de silencio, el bullicio se quedó tras las puertas de metal que se cerraron después el.


Supuso que encontrarla no iba a ser difícil a pesar de su empeño de pasar desapercibida, sería fácil identificarla entre la poca gente que allí se encontraba.


—¡Joven!—Llamó de nuevo la mujer. Con su voz empalagosa—Puedo ver su pasaje.


—Solo estoy buscando a alguien.


—No puede estar aquí—Le dijo alzando la voz—No sin su pasaje—Agrego un par de tonos más bajó y con una sonrisa forzada en sus labios.


El vagón se silenció tanto que se podía escuchar el vuelo de una mosca y algo más.



—Está bien—Hablo la voz tras ella—El viene con migo— Agrego tras ella.