viernes, 29 de noviembre de 2013

Capítulo 51


              
         

La puerta de la habitación estaba abierta algo de música mezclada con el sonido del mar se podía escuchar en su interior.

La luz de algunas velas, la cama vacía y el resto de sus cosas esparcidas por la habitación en un orden/desorden un tanto extraño.

Su pelo rubio cubría su rostro iba descalza y vestida con algo que supuso había elegido Bill.

Trabaja en uno de sus bocetos concentrada, en la imagen que había en su cabeza y con los dedos cubiertos de carboncillo le daba vida.

Era de esos pocos momentos de espontaneidad que le veía, momentos en los que se salía del libreto en los que se relajaba y le mostraba algo más.

Trataba de no hacer ruido, de no hacerse notar sabía que apenas se diese cuenta de su presencia todo aquello cambiaría.

El viejo piso de madera crujió a sus pies ante el leve movimiento del chico, haciendo que su mirada se fijará en el.

—Dejaron esto para ti—Dijo Tom al entregarle un pequeño papel.

Había miles de preguntas atoradas en el interior de su boca deseosas de ser liberadas. Más no preguntó nada.

Y de nuevo aquella sonrisa fastidiosa volvió aparecer. Detestaba verlo sonreír en especial porque lo hacía por su causa.

No podía entender que era lo gracioso que encontraba en ella.

La chispa de maldad que se encendió en su mirada lo atrapo confundiéndolo por completo.

Su mano de dedos largos y manchados de negro acomodó tras su oreja un mechón de su cabello.

Descendió por su mejilla en una caricia suave, su dedo indicé delineo su ceja, avanzo hasta su nariz y luego la escucho reír.

—¡Demonios, Helena!—Se quejó. Al verse en el espejo que había frente suyo.

Su risa melodiosa lleno de nuevo la habitación mientras el intentaba quitar de su rostro el rastro negro que había dejado marcado en el.

Helena volvió a concentrarse en lo suyo, aislándose del mundo que giraba a su alrededor.

Trazos limpios, luces, sombras, ángulos y su antebrazo ardiendo por el contacto. De espaldas a ella su mano la sujetaba firme, sintió su espalda golpearlo al sobresaltarse y sus labios acariciar su oreja para susurrarle algo.

Lo que provoco en ella le crispó la piel, de pie y hecha un ovillo lo imagino sonreír. La sensación que se había impregnado en la yema de sus dedos lo acompaño todo el día.

Disfrutaba desafiarla y  lo que ello le generaba pero supo que su arrebato había sido demasiado. Su mano se contrajo fuertemente en un intento de alejar aquella odiosa sensación que serpenteaba bajo su piel.

No podía negar que le había gustado, la adrenalina que le había generado pero tampoco podía negar que a ella le afectaba.

Sentirla temblar como si fuese un conejo aterrorizado provocaba en el deseos encontrados.

Una parte suya quería parar y la otra fantaseaba con lo que podía lograr.

^^^^

—Early Grey y scones—Mencionó Caleb al llegar.

Helena le dedicó una sonrisa mientras tomaba de sus manos su desayuno.

Bebió algo de su te mientras caminaban sin rumbo. Era demasiado temprano para que estuviese despierto y mucho más para que lo estuviese en su día libre.

—Lo siento, debí llamar.

El chico se encogió de hombros mientras le daba un enorme mordiscó a su bagel.

Supo que estaba bien en el momento que lo conoció.

—No encontré el parecido.

—En realidad no lo hay es sólo que... Me lo recordabas en ese tiempo.

Físicamente no había nada similar en ellos dos, la lógica con la que Helena se regía los había puesto es dos peldaños diferentes.

Caleb era el tipo de chico que su lógica asimilaba bien y Tom era el chico que... Necesitaba

Helena detuvo de golpe cuando pensó en ello.

Caleb devolvió el trozo de bagel a medio masticar en el interior de la bolsa de papel al verla.

Se acercó despacio sin saber muy bien que hacer o que decir. Helena lucía como alguien que acabada de descubrir algo que la horrorizaba.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Capítulo 50

                            



Llevaba siendo ignorado poco más de quince minutos, lo único que necesitaba era un poco de información. Era la segunda vez que iba en esa semana y aún no había obtenido nada.

Suponía que había salido de la ciudad pero al menos hubiese dicho algo o dejado alguna nota quizás.

—¡Señorita!—Llamo por enésima vez.

Sólo obtuvo por respuesta un gesto con su dedo índice pidiéndole un minuto más. Exasperado maldijo por lo bajó. 

Camino por el lobby y se invitó el solo a pasar. El ascensor al final del pasillo lo llevo hasta los pisos superiores.

La puerta blanca de su habitación estaba entreabierta, toco un par de veces más nadie respondió.

El recibidor estaba oscuro y silencioso, sólo una pequeña luz se filtraba bajo la puerta de su habitación.

—¿Helena?—Llamó.

El chico al otro lado no respondió 


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—¿No has hablado con Edward aún?

—No

Mantenía la vista sobre la ventana del auto, viendo como las líneas que demarcaban la carretera se fusionaban entre sí.

No dejaba de pensar porque demonios había aceptado que se hiciera cargo de ella como si fuese una pequeña niña.

Porque necesitaba como si fuese una adicta, aquella embriagadora sensación de sentirse protegida.

Quizás porque le recordaba momentos de su vida donde había sido feliz o porque le recordaba a su madre y eso le resultaba extraño.

—¿Paso algo?—Preguntó Tom. Al apagar el motor del auto.

—¿Porque haces esto?—Arremetió de inmediato—¿Ya sabes todo esto?

—No es obvio—Respondió altivo mientras encendía un cigarrillo en su boca.

Helena sintió sus entrañas hervir más esta vez no era por su tacto, le recordó a su hermano, cuando utilizaba aquella frase cuando le pedía que le explicase algo. 

—Sólo quiero que estés bien— Mascullo sin qué pudiese oírlo, al verla salir.

Helena no había sido dotada para comprender porque alguien ajeno a ella haría eso.

Alguien que no fuese de su pequeño círculo cercano preocupándose por ella parecía no ser muy sensato.

Como tampoco parecía ser muy sensato aceptarlo. 

viernes, 22 de noviembre de 2013

Capítulo 49

                       
              
No entendía ninguna sola palabra de la que hablaban así que ignorarlos y seguir su camino no era una mala opción.

Helena avanzo hasta las orillas de la playa dejándolos atrás discutiendo algo que supuso era trabajo.

El agua negruzca y fría salpico sus pies al llegar, aquel paisaje brumoso y un tanto lúgubre no se le hacía extraño.

Aquella casa parecía despertarle recuerdos que aún seguían dormidos, ayudándola a completar una pieza más de aquel rompecabezas que parecía no tener final.

—Me voy—Dijo Bill. Al acercarse hasta ella.

Se despidió de Helena dándole un beso en la mejilla, le sonrió divertido y luego susurro algo en su oído, algo que ella parecía necesitar.

^^^^
Los días transcurrieron como el agua, limpios frescos y puros. El otro yo que mantenía oculto, oculto bajo toneladas de ropas negras y que no habían tenido la oportunidad de conocer les resulto agradable.

Alguna que otra noche se sumergía en la cocina librandoles de su "famoso" espagueti y de la comida China.

Podía formular más de dos frase seguidas bueno quizás no con el más con Bill solía enfrascarse en conversación profundas y tendidas.

Y también tenía esos días... Días silenciosos enfrascada en su monotonía.

Tenerla en casa le resulto más que satisfactorio, le satisfacía verla por allí, verla reír, verla observarlo por horas sin decir lo que el ya sabía, inclusive hasta le divertía verla repeler su contacto como si fuese la cosa más desagradable del mundo.

No podía evitarlo y tampoco quería hacerlo, le gustaba sentirla cerca, sentir su piel chispear, sentir que debajo de aquella piel tan fría aún había vida.

Las palabras se trabaron en su garganta al verla entrar, la observo cureosar por la habitación para luego volver a la conversación.

Habían improvisado un estudio en la parte más alta y silenciosa de la casa, era la primera vez que Helena estaba allí. 

Tomo asiento frente al piano conteniendo los deseos de tocar algunas notas.

El chico tomo asiento junto a ella poco tiempo después, se había sentado de espaldas a Helena y observaba por la ventana.

—Sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras—Se adelantó el al verla intentar decir algo.

—No se qué te halla dicho B-B pero deberías hacerle caso sabes.

Su mirada castaña se entornó hacia ella en un gesto confuso y sorprendido.

—Como...

Las notas tristes y melodiosas sonaron alto en la habitación llenando de nostalgia y misterio todo a su paso.

Su vínculo con ella era casi tan fuerte como el que había tenido con su madre, podía sentirla, sentir sus deseos y temores como sí fuesen propios.

—Voy a necesitar el resto de mis cosas—Suspiro dándose por vencida—Si quieres que me quede aquí—

Paso por alto el nudo que había en el fondo de su estómago, supuso que sólo eran nervios o quizás algo de hambre. 

No se detuvo a pensar que no era nada de eso si no algo más, algo más que solía llamarse Eleonor que arremetía con todas sus fuerzas su decisión.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Capítulo 48

                            
                 
—No hagas eso—Se quejó, al sentir sus dedos tocarla detrás de su cuello.

Lo observo reír con suficiencia como sí disfrutará ponerle las manos encima solo para verla retorcerse como pez fuera del agua.

La pasividad de su rostro había desaparecido, en el solo había molestia.

—Dame eso—Dijo Tom. Al quitar de sus manos la caja de comida China.

Helena retrocedió alejándose del chico evitando así cualquier contacto. 

—Descuida no lo haré... No sí no quieres— Le sonrió.

Su rostro tomo un color pálido enfermizo y por un momento pensó que derramaría los fideos a sus pies. 

—Respira—Le pidió con cierto dejo de culpa.

Helena tomo asiento en el borde de su cama mientras se abrazaba a sí misma e intentaba respirar. Bill se había ido dejándola sola y de cierta forma algo desarmada.

Sus párpados se cerraron al sentirlo a sus pies en un intento de reprimir lo que sentía.

—Caminemos un poco, te hará bien.

La había tomada de la tela de su sweater para conducirla fuera de la habitación y de la casa. 

El aire frío le golpeó sus mejillas al salir, subió por sus fosas nasales enfriando todo lo que había a su paso.

Tom la observaba con prudencia como si se tratara de un juego de ajedrez, como sí necesitará planear con detenimiento la siguiente jugada. 

—¿Que?—Preguntó Helena aún enfadada. 

Era como si la estuviese conociendo por primera vez, como si el muro que había construido alrededor de ella al fin se derrumbará.

El chico río de nuevo mientras tomaba el camino bajando el acantilado.

—¿Porque estoy aquí?—Le escucho decir. 

Helena no podía verlo, pero sentía que sus palabras lo habían golpeado. 

El chico detuvo su andar mientras acomodaba algunos mechones de su cabello que se habían salido de su lugar.

—¿Venimos a caminar recuerdas?

Volvió solo para ver el gesto que había en su rostro, gesto que no pudo interpretar.

Ni siquiera estaba segura porque lo había hecho, sabía que no quería escuchar su respuesta, que no la entendería y que quizás la llevaría al borde de la demencia al intentar analizarla.

Extendió su mano cubierta con su sudadera al verla tambalearse al intentar bajar por las piedras.

Sus dedos fríos se extendieron hacia  el y luego volvieron a su lugar al escuchar a Bill gritar en la cima del acantilado.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Capítulo 47

                                   


—¿Cuanto lleva dormida?

—Todo el día.

—Y... Um... ¿Que hace aquí?—Preguntó Bill con prudencia.

No le molestaba tenerla allí en lo absoluto más si le sorprendía. Tom solamente suspiro al cerrar la puerta con cuidado.

—No lo se, ni yo lo se.

Tenerla a tan sólo unas cuantas puertas de distancia al menos le aseguraba que estaba "bien". Y eso por el momento le bastaba.

Querer protegerla de algo de lo que no estaba seguro había sido el intento fallido de otros. Su hermano, su abuelo, B-B, su padre y... Caleb?

Tarde o temprano Helena le patearía en el trasero educadamente como a los otros. Sabía que no debía involucrarse más de lo que B-B le había advertido más algo dentro suyo parecía conmoverse cada vez que ella estaba cerca.

Despertó tarde por la noche la encontró merodeando descalza en una de las salas de estar en la parte superior de la casa.

—¿Tienes hambre?—Preguntó Tom, al reposar su peso en el marco de la puerta.

—No mucho.

—Me gustaría... Cambiarme 

—Bill trajo algo de tu ropa, la dejo en tu habitación.

Una pequeña maleta con algo de su ropa, algunas de sus cosas personales, el cargador de su celular, libros. Tenía lo suficiente para un par de semanas quizás un poco más.

El chico parecía haberse divertido seleccionando para ella algunas de sus prendas más elaboradas.

Un pantalón de cuero ajustado que había olvidado que lo tenía y no había tenido el valor para usarlo, un sweater ligero y holgado. Había sido su elección para esa noche. 

—Tienes hambre—Masculló Bill al devorar fideos de una pequeña cajita de comida China.

Dejo la caja en sus manos al adentrarse en la habitación para terminar de desempacar su ropa.

—Deberíamos ir de compras uno de estos días.

Helena le sonrió para luego llevar a su boca un poco de fideos.

—Supongo que podríamos ir.

Bill curioseaba entre sus cosas y a Helena parecía no importarle el sonido de mar atraía más su atención.

De pie junto a la ventana y con la caja de comida China aún en sus manos observaba por la ventana.

—¿Crees que podrías hacerlo por mi?

—¿Hacer que?—Preguntó Helena confusa. Bill había estado hablando por minutos y ella no lo había escuchado.

—Las fotografías.... Ya sabes 

—¿Quieres que te fotografié?

El chico sonrió entusiasmado y ella le sonrió. Continúo hablando sobre algo a lo que no puso atención.

Le apenaba no hacerlo más en su cabeza solo había espacio para una solo casa, porque la había pedido venir con el?

Una sensación extraña le recorrió su columna vertebral al percibir su presencia en el umbral. 

Reposando su peso sobre el la observaba.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 46

                               

Edward y resaca logro comprender al observarla devorar sus fish and chip y una botella de agua.

Pasadas las tres de la mañana aquel pub con mala pinta era lo único que permanecía abierto. Lo había hecho desviarse de su camino para comer en aquel lugar.

—¿Que día es hoy?

—Viernes.

Habías pasado dos días desde su última comida.

—Pensé que había ocurrido algo.

—Sólo dormía—Susurró ante su preocupación.

Su cabello rubio sujeto en una cola unos jeans oscuros y su sweater rosa la hacían verse menos sombría y distante.

—¿A dónde vamos?

—A casa.

Condujo el auto hasta las afueras de la ciudad y algo más hasta la isla de Skye. Pudo ver con mayor claridad con los primeros rayos de la mañana los paisajes verdes salpicados de lagos y la costa.



Encumbrada sobre un risco con vista al mar. De Torres altas y azuladas, era hermosa antigua y embrujada.

No espero que Tom le abrirse la puerta, salió por ella mientras su mirada se elevaba como los techos de aquella casa.

—Es realmente hermosa

—Lo se.

Lo único que logró distraer su atención de aquella casa, fue sentir su mano sobre su espalda baja; un gesto que parecía simple para cualquier mundano menos para ella.

Sintió sus entrañas hervir como si se tratase del guisado de B-B. La piedra fría de las escaleras de la entrada logro disipar aquella molesta sensación.

El vestíbulo era acogedor y estaba hermosamente empapelado de un azul oscuro profundo. Muebles de madera antiguos sumamente hermosos. Meramente victoriana, enigmática y extraña.

La cocina estaba perfectamente equipada y desde una de sus ventanas podía ver el mar. El sonido de la llama al encenderse la saco de su transe, el agua en la cafetera empezaba a calentarse. Mientras Tom tomaba de la estantería una lata nueva de té.

—¿Puedo?

—Adelante.

Un par de tazas grandes de porcelana china y la tetera a juego, miel, un pequeño colador y un par de generosas cucharadas de un aromático y exótico té.

Su sabor le recordó a B-B al olor de su cabello tostado por el sol.

—Aún tienes sueño.

—Supongo que aún puedo dormir un par de días más—Mencionó. Con cierto tono de broma más no podía estar seguro.

La condujo hasta la parte más alta de la casa a una habitación que parecía haber sido diseñada sola para ella.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Capítulo 45

                         

Había hurgado en las estanterías de la tienda sin encontrar aún algo que realmente le interesará. Estaba agotada y deseosa de al menos dormir un poco. 

El cuadro de Eleonor la aguardaba al llegar, reposaba sobre la fachada de piedra fría de la chimenea. Tan sólo le dio un vistazo lo dejaría para después, cuando los ánimos estuviesen calmos o cuando decidiera dejarla en paz.

Un par de píldoras, un trago de agua fría y su ropa desprendiéndose de su cuerpo.  Las sábanas de su cama recibieron su cuerpo semidesnudo como si se tratase del amante más deseoso, la envolvió de cálidos roces para luego darle el placer que se le había negado... El sueño.

Dormir en algunas ocasiones resultaba ser la cura de todos sus problemas y en otras tan sólo un ligero olvido. Día, noche, lluvia sol, unas cuantas llamadas perdidas, horas atrapadas dentro de la habitación.

Despertó lento muy lento con el sonido de aves metálicas de fondo; supo que había sido la última señal de vida que había emitido su celular, cuando vio morir la pantalla frente a sus ojos.

Golpes secos en la puerta la sobresaltaron, tomo lo primero que encontró del suelo y se caminó hasta la puerta aún algo dormida.

—¿Que haces aquí? Más que reproché era simple y llana curiosidad.

—¿Puedo pasar?—Le pidió dudoso.

Helena se hizo a un lado para dejarlo entrar mientras lo observaba buscar algo en la habitación. Helena se acercó junto a el para observar en la misma dirección (su habitación) que el chico observaba, la inocencia de su acto le incómodo.

—¿Buscas algo?—Preguntó, al Envolver su cuerpo con el abrigo.

La expresión de su rostro pálido y dormido no hacía más que cuestionarle la razón por la que estaba allí.

—Lo siento...—Expresaron los dos casi que al mismo tiempo—No debí meterme—

Pensó Helena más no lo dijo.

Podía haber dicho algo más convincente para explicarle del porque se había aparecido en medio de la noche. Más no lo hizo, no lo hizo. Helena se paralizo entre sus brazos ante el gesto inesperado.

El calor de su piel empezó a palpitarle en la yema de sus dedos, la sintió removerse y Tom la sujetó con más firmeza.

—¿Ven conmigo?—Le escucho susurrar sobre su cabello.

Sus manos tibias sobre su espalda la aproximaba tanto a el, que podía aspirara sin dificultad el perfume de su piel.

Había escuchado demasiadas veces aquella simple petición, Edward, B-B, Caleb y ahora él.

El rugir de su estómago fue su respuesta Tom río divertido mientras Helena sentía dentro suyo un volcán a punto de explotar.

—Muero de hambre logro decir—Al liberarse ilesa de el.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Capítulo 44

                             

—Supongo que puedo comer algo, gracias por preguntar—Resoplo con sarcasmo.

El chico oculto su sonrisa tras el menú. La había arrastrado prácticamente a la fuerza a aquel café más solo había obtenido una mirada de las suyas y aquella frase.

Helena suspiro agotada y observo a su alrededor, el lugar se asemejaba a algo que hubiese elegido por sí misma.

Seguía siendo igual de quisquillosa como recordaba, le había tomado más de veinte minutos decidirse por algo de té, una sopa fría que se veía insípida y un simple emparedado de jamón y queso sin salsas, sin tomate ni...

—¿Sopa fría? 

—Tocino de soya—Contrarrestó Helena con arrogancia.

Su teléfono timbro dentro de su abrigo interrumpiendo la última cucharada de su sopa.

—¿No vas a contestar?—Sugirió al observarla dejar el teléfono sobre la mesa.

—No

—Esta preocupado

—¿Sólo preocupado? Además no tengo humor para darle explicaciones.

—Y cuando las has dado—Masculló entre dientes para sí.

—Veo que se ha quejado de mí.

El teléfono timbro de nuevo y Tom se abalanzo sobre el. Su mirada chispeó furiosa mientras sentía como el látigo de su malestar lo golpeaba sin titubear.

Su pálida mano desnuda atrapó sus dedos con fuerza con una fuerza que no era suya.

—¡No!—Gritó—No te metas—

Pudo ver más allá de su mirada, más allá de sus palabras más allá de ella misma.

Aquel "no te metas" iba disfrazado de algo más. Sea lo que fuese que la dominaba en aquel momento le había dejado claro que no lo quería cerca suyo.

Sus dedos adormilados y doloridos pronto dejaron libré el teléfono. 

Tom y los pocos que habían en el café la observaron alejarse con furia llevándose a su paso lo que interrumpiera su camino.

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El reloj de la plaza daba las tres en punto. Sentado en el borde de la fuente la esperaba. El bullicio de la gente a su alrededor resonaba incansable en sus oídos.



Una sonrisa se dibujó en el rostro del chico tan pronto pudo distinguirla en medio de la gente.  Vestida de negro como de costumbre con la mirada perdida y el rostro pálido.

Apenas si pudo devolverla la sonrisa, tambaleante y sudorosa intentaba llegar hacia él. Supo que algo no iba bien y tan rápido como pudo se abrió paso entré la muchedumbre que hormigueaba a su alrededor; pudo sujetarla antes de que cayera al piso.

 —Te he dicho que no debes andar por allí con el estómago vacío.

—Ya comí—Logro decir.

Al reposar su frente en el pecho del chico mientras sus manos se aferraban débilmente a su chaqueta. Apenas pudo recobrar algo de sus fuerzas y con su ayuda pudo incorporarse.

Marcas rojas como quemaduras recién hechas recorrían una de sus manos. Pudo notarlas al sujetarla.

— ¿Que es esto, que ocurrió?

—No es nada 

—¡Helena!

—No es nada—Insistió—Desaparecen siempre lo hacen.

Cubrió sus manos con las guantes al tomar asiento en la fuente, bajo la mirada azulada del chico.

—Te llevo a casa, regresaremos otro día.

—No es necesario—Le sonrió—Solo dame unos minutos.

Unos minutos bastaron para calmar el efecto de los arrebatos de Eleonor, aún estaba fresco en su memoria la escena en donde le había dejaba algo más que claro que no lo quería a su lado.

—Ven vamos—Le pidió al extender su mano.

La sensación de su piel algo fría podía sentirse aún bajo el cuero de sus guantes, el chico camino en dirección hacia el callejón silenciando el bullicio a su alrededor.

Helena lo observo pensativa mientras la sujetaba firmemente de su mano. Supuso qué si hubiese sido dotada para ello Caleb sería el tipo de chico que habría elegido.

En él no había nada que le irritará, nada que le provocará desgasto de energía innecesarios, nada que la dejara sin sueño por las noches, nada de improvistos, ni de acciones fuera del libreto y quizás lo más importante a Eleonor parecía agradarle.

Extraño, comedido, sereno, paciente y parecía comprender cada uno de los demonios que habitaban dentro de ella.

Más Helena no había sido dotada para ello y el tristemente lo comprendía bien.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Capítulo 43

                          


Un minimalista y silencioso hotel boutique en pleno centro de Edimburgo se había convertido en su hogar las últimas semanas.

Lo único que rompía con el silencio dentro de las cuatro paredes de aquel ascensor era la tediosa música  que acrecentaba su ansiedad. Pulcro, luminoso y... Moderno pensó el chico al cerrar la puerta de la habitación tras el. Supuso de inmediato que debía sentirse fuera de lugar.

Helena avanzo por un pequeño pasillo hasta perderse dentro de dos enormes puertas blancas, dejándolo solo en el espacioso recibidor.

Una taza de té a medio beber, su desayuno prácticamente intacto, algo de medicamento y un ligero desborden yacían silenciosos en la sala de estar.

—¿Quieres algo’—Preguntó minutos después.

Descalza y cubierta con un enorme y grueso sweater rosa pálido, que cubría poco más arriba de sus rodillas, se adentró dentro de la habitación.

—No, estoy bien.

Un par de pastillas y un trago de te frío recorrieron su garganta en un intento en vano de apaciguar su inestabilidad.

La últimas semanas había dormido poco a esas alturas de la noche su cara de zombi andante no hacían más que delatarla.

—No quiero ser...

—Descuida me voy—Interrumpió Tom con una sonrisa.

Helena le sonrió levemente mientras se dejaba arrastrar sin oponer resistencia alguna a lo que llevaba la noche entera ignorando.

Era ya demasiado fuerte para seguir luchando, su mirada gris perdió la chispa mientras se sumergía en un estado letargoso.

Era como si no fuese más ella, como si la vida que habitaba dentro suyo se apagase tan fácil como un interruptor.

Dos pasos más cerca suyo y ella no siquiera se inmuto.

—¿Helena?

—Mmm...—mascullo.

—¿Esta todo bien?

—Tengo sueño—Confesó—Tiempo después, al volver en sí.

Sus ojos grises parpadearon un poco para luego buscar la mirada del chico.  Estaba tan cerca suyo que no pudo evitarlo. ¿Pero acaso quería?

Sus labios fríos se posaron en su frente pálida en un beso lento y cariñoso.  Mientras sus manos se aferraban firmes sobre sus pequeños hombros.

—Descansa—Le pidió con sus labios pegados aún en ella.

Tom salió de la habitación dejando tras el su aroma mezclado con un fuerte olor a cigarro. Le resultaba realmente nauseabundo  más el tibio casi ardiente cosquilleo sobre su frente le ayudaba a asimilarlo.

No iba a dormir al menos esa noche no, eran demasiadas sensaciones juntas que su particular naturaleza necesitaba analizar.

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—Aún no lo se, supongo que en unos cuantos días—Respondió Helena al pasearse por la habitación colgada del teléfono—Te avisare tan pronto llegue, quiero que la veas. Esta tarde? No aún no tengo planes. Dame un minuto—Le pidió al escuchar los golpes en su puerta.

El chico se giró hacia ella tan pronto esta se abrió, llevaba el libro que supuso había olvidado en su auto. Helena se quedo inmóvil por unos minutos observándolo. 

—¡Helena!—Escucho por el auricular.

—¡Um! Dame un minuto ya lo anoto—Respondió, al hacerse a un lado para que el pasara.

Princesa Street, EH2 2DG
Edimburg
3:00 pm

Escribió en un pequeño papel.

—Lo tengo, nos vemos—Se despidió al colgar.

—Lo dejaste en el auto

—Gracias

Tom dejo el libro es sus manos, para dirigirse a la amplia ventada de la sala.

Helena supuso que no estaba solo para devolverle su libro, a pesar que deseaba saberlo no se atrevió a averiguarlo.

—¿Dormiste bien?—Quiso saber, al girarse para observarla.

Helena solo se encogió de hombros al dejar el libro sobre una estantería. 

Helena lo observo dirigirse por el pasillo hasta la entrada de su habitación, para luego dirigirse de nuevo hacia ella con su abrigo y sus guantes.

—Nos vamos—Ordeno Tom.

Tomándola  de su antebrazo delicada y firmemente para conducirla fuera de la habitación.