lunes, 20 de agosto de 2012

Capitulo 23


Sus ojos se clavaron en su rostro a la espera de que hablara, tenía la sensación que no necesitaba palabra alguna para hacerle saber por qué estaba allí. ¿Acaso era tan obvio? O ella simplemente podía leerlo con infinita facilidad.

El los observaba con calma, era lo único que no había cambiado con los años lo único que podía considerar totalmente sincero en ella.

Su rostro embriagado que aquella calma irritante, aquella falsa fragilidad que emanaba todo su cuerpo.

Inclusive su voz, era como si hubiese creado aquel extraño personaje que algunas veces le resultaba tan monótono, para ocultar algo que le había costado tanto tiempo encontrar.

Siempre le había intrigado es que simplemente no podía asimilarlo, no calzaba, no era lógico tanta fuerza encapsulada en aquellos extraños y hermosos ojos.

¿Qué edad tienes?

¿Acaso hablaba en serio? El rostro de Helena se desencajo por completo dejando de lado la calma que el tanto odiaba, su entrecejo se arrugo, sus labios se entreabrieron y su mirada solo denotaba desconcierto.

¡17! -Respondió- Atónita.  Cumplo 17 en dos semanas

 Uh –Murmuro- con desgano

Su mirada paso de ella, para fijarse en el camino. Tuvo que contener la sonrisa y fingir desgano después de todo no le había resultado tan difícil, basto algo de ingenio para desviar la atención hacia donde realmente quería.

Helena simplemente no podía creerlo, aun continuaba observándolo con aquel gesto que resultaba tan divertido en ella. ¿Acaso era tan sínico? O simplemente al fin había encontrado un oponente digno de su juego.    

Bastaron varios metros de camino para lograr que los ánimos volvieran a un estado neutro. Los dedos del chico tiraron del libro que Helena ahora llevaba en su mano.

No creo que te interese -Menciono- Al retenerlo.

Lo observo de pies a cabeza en forma un tanto despectiva mientras lo retenía aun con más fuerza. Tom sonrió mientras lo deslizaba con sutileza de su reten.

Helena no podía estar más en lo cierto, que podía interesarle a él  aquel libro abarrotado de poesía oscura y melancólica, novela gótica y  cuentos de terror.

Las primeras líneas del párrafo le fueron casi inentendibles había un leve gesto que lo delataba, el continuo leyendo por un poco más de tiempo.  

El suficiente para acabar con la paciencia de Helena, que en un arrebato de impaciencia regreso el libro a donde realmente partencia,  sus manos.

El cuervo -Leyó-

Tomo asiento en uno de los asientos de piedra mientras el chico también hacia lo mismo, la risa de sus labios se esfumo al escucharla leer la primera frase.

Una vez, al filo de una lúgubre media noche…

Las palabras le resultaron más claras, casi podía imaginarlo, el hombre, el cuervo, Leonora, ella.

La sutileza de su voz parecía trasportarlo aquel mundo oscuro y sombrío mas esta vez pudo verlo en la manera que Helena solía hacerlo.

♣♣♣♣♣

¿Podemos salir? -Pregunto de repente- Mientras suspendía el pequeño y tedioso paseo que había emprendido en la habitación.  

¡Por favor! -Exclamo- B-B un tanto frustrada

A medida que avanzaba, su lectura se tornaba cada vez más complicada, los sueños de Helena plasmados en aquella libreta negra parecían haber llegado a un punto muerto en que no le mostraban ya más nada.

Estaban abarrotados de detalles, mas estos parecían no ser suficientes para dar un orden a aquella maraña de hechos extraños.

¿Y a donde quieres ir?

Supongo que puedo comer algo

¡Oh! Bueno esos seria… Encantador

Helena rio. Conozco un sitio, es interesante, supongo. Y creo un descanso de la cocina te caería bien.

¿Interesante? Parecía que después de todos estos años aun no podía descifrar, a que se refería en realidad cuando utilizaba aquellos adjetivos tan propios de ella para describir algo.

El sitio era pequeño, bueno al menos no lo suficiente para que se sintiera asfixiada. Basto  darle un vistazo rápido para darse cuenta de ello. Helena repasaba tranquilamente una y otra vez el menú.

Pulcro al extremo, carente de color, tan británico, tan propio, tan extraño, tan Helena.

Mas la comida… Tenía que darle la razón el menú de primavera no podía ser otra cosa que interesante.

¿Postre? La tarda de frambuesa…

¡No!

Tan solo fue un simple monosílabo una de los tantos que le había escuchado, mas aquel no, había venido acompañado de un gesto de terror digno  de alguno de los cuentos de su libro.
Helena trato de ahogar aquel gesto inoportuno en el mar pálido de su rostro, mas ya era demasiado tarde.

Yo… Yo no quiero

¿Acaso crees que no me he dado cuenta? Esa… Esa fobia tuya no es normal. Y no me malinterpretes es solo que me preocupa. ¿Tiene que ver con todo esto?

Casi parecía suplicarle que al menos solo por esta vez le respondiera, su mano se poso sobre la suya, sujetándola firmemente.

No me gusta como me hace sentir

¿La tarda de frambuesa?

Helena simplemente rio, por primera vez parecía encontrarle el lado divertido si es que realmente todo aquello lo tenía. O al fin se permitía tomar todo aquello con ligereza.

¡Tonta! –Se quejo-

Ambas rieron de nuevo llevándose consigo aquella atmosfera pesada que parecía rodearlas todo el tiempo.

Me hace recordar cosas. –Menciono- Atemorizada.

Hasta cierto punto era realmente absurdo, solo eran frambuesas más su olor, su textura y por su puesto su sabor despertaban en ella las sensaciones menos placenteras que había experimentado en todo este tiempo.

Entiendo –Cedió – B-B. ¿Te?

Si, por favor
  
Pools of sorrow waves of joy
Are drifting through my open mind
Possessing and caressing me


♣♣♣♣♣


Sus pasos cortos y ligeros la acercaban cada vez más a su destino, parecía que la espesa niebla que había bajo sus pies se las había ingeniado bien  para llegar hasta su cabeza.

No había nada en ella, tan solo espesos mantos blancos que le impedían darse cuenta de la realidad. Cautiva, retenida inclusive hasta dormida, perdida en algún recóndito lugar. Helena marchaba hacia su destino sin que pudiese reaccionar.

El agua fría beso sus pies descalzos, no había pasado tanto tiempo desde la última vez más aun así no podía negar que la extrañaba. Acaricio sus piernas con suavidad, a la espera de al fin apoderarse de ella.

Su pecho reacciono ante el frio, dejando salir un último suspiro…

Su aliento cálido acaricio su rostro, fue tan leve, tan sutil que apenas si lo pudo distinguir. Sus parpados se abrieron pesadamente en un intento por despertar. Apenas si había dormido un par de horas pero por algún motivo, por alguna razón deseaba hacerlo.

Sentado en el borde de la cama, esperaba a que sus sentidos salieran del letargo, aun podía sentir la leve estela que había dejado el perfume de su aliento sobre su rostro. La ropa tirada en el suelo pronto vistió su cuerpo.    

Hoy no Max, quedada aquí –Pidió-  Al cerrar la puerta tras él.

¿Y que debía hacer? Deambular sin sentido hasta apaciguar aquella sensación que de nuevo se había plantado en su pecho.

No podía regresar a su habitación e intentar dormir de nuevo no podía. Pero tampoco podía ir tras algo, que tan solo parecía existir en sus sueños.

Era mejor regresar, volver a dormir u ocupar su tiempo en algo que alejara aquel miedo absurdo que lo caromomia por dentro.

¡Maldición! –Se quejo- Acaso eran horas para estar debatiendo en medio de la nada que debía hacer.  Acaso era tan difícil decidirse entre dormir o seguir helándose en trasero en medio del jardín.

Lo segundo no parecía ser muy sensato, pero poco o nada le importaba ser sensato en aquel momento, continuo caminando sin ningún sentido de orientación, parcia no necesitarlo, parecía no necesitar perder más tiempo en su decisión.


And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,

A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;

So that her highborn kinsmen came
And bore her away from me,

To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea.


Su mano quiso escaparse  al sentir que el simple contacto quemaba su piel. Su agarre se torno más fuerte, haciendo que sus dedos se aferraran con vehemencia en torno a su muñeca.

Tom la observaba perplejo ¿Acaso había perdido la razón­­? No podía reconocerla, simplemente parecía no ser ella.
Helena tiro con fuerza, liberándose por fin del chico, camino unos pocos pasos los suficientes para hacer que el agua llegara hasta su pecho.

¿Estás loca?, Que haces –Dijo- Al detenerla de nuevo. Su mano la sujeto de su brazo, fuerte y firme. Y a pesar de que toda esta situación le atemorizaba, sabía muy bien que por ningún motivo debía mostrarse débil ante ella.

El forcejeo fue más de lo que esperaba, no quería hacerle daño, pero al final fue lo único que realmente pudo detenerla.

Por minutos que parecían hacerse eternos, la Helena frágil, tímida y silenciosa se disipo ante la mirada incrédula del chico. Sabía que en las últimas semanas había dado muestras de que todo eso no era ella, pero tampoco esperaba esa reacción.

Tom alzo la voz, el sonido fuerte y potente la detuvo por un momento, mientras su mano se aferraba con la suficiente fuerza de unas de sus muñecas. Tiro de ella hasta llevarla a la orilla, hasta alejarla lo suficiente de allí.

Sentado en la pequeña butaca la observa, todo aquello le resultaba tan extraño un tanto irreal y descabellado.

Al igual que un niño después de un ataque de adrenalina, las fuerzas de Helena parecían haberse disipado.

No había nada, ni una sola chispa, sus ojos se habían apagado, aquella furia que habita en ellos tan solo minutos antes había desaparecido.

El chico se acerco despacio, se arrodillo ante ella y la observo. La manta que yacía sobre la cama pronto cubrió sus hombros.   

Parecía no estar consciente de lo que verdaderamente ocurría, sus escasos movimientos eran lentos, extremadamente pausados, Helena parecía solo estar allí, cautiva en algún lugar.

Sus muñecas, ardían como el mismo infierno, sus dedos habían quedado marcados en su piel, de la misma manera que un animal es marcado por el fuego.
Desaparecen… Siempre lo hacen -Murmuro-

Tom de inmediato la soltó, haciendo que su mano cayera precipitadamente en su regazo, Helena ni siquiera se inmuto.

El chico había quedado sin habla,  solamente la observaba con su castaña mirada llena de confusión.

No quise hacerte daño, yo…

Siempre lo hacen –Susurro-


And neither the angels in heaven above,
Nor the demons down under the sea,

Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee.