lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 59

                             


Se había dado una pausa para buscar algo fuerte de beber, necesitaba un trago o mínimo un café bien cargado.

No podía alejar sus pensamientos de sus palabras para concentrarse en el trabajo.

Dejo a Bill a cargo de la pequeña reunión que tenían para bajar hasta la cocina y aclarar su cabeza.

La observo moverse por la cocina descalza mientras se preparaba algo de té, no pudo evitar pensar que aquella extrañaba criatura podría llegar a hacerle daño.

Era absurdo que podía hacerle Helena que no le hubiese hecho ya. Ella misma había mantenido la distancia para que las cosas siguiesen de la misma manera.

Y para Tom todo aquello era como un juego, como si el fuese un gato y el ella el pequeño ratoncillo que se escabullía a su alrededor.

—¿Estas bien?—Le preguntó al notar las manchas rojas en el piso.

Helena se giró hacia el, dejando ver su hombro empapado de sangre.

Parecía que no se había dado cuenta de lo que ocurría al ver el rostro del chico al tomar una toalla para hacer presión sobre su vieja herida.

—No tengo nada—Mencionó tranquila al alejarse de el.

—Estas sangrando.

—¿Que?

Helena palideció bajo su mirada castaña, esto no podía estar sucediendo, pensó al sentir sus dedos bañados de aquel cálido líquido.

—No es nada—Susurró antes de salir.

Subió corriendo las escaleras para encerrarse en su cuarto de baño, se sujetó del lavabo mientras intentaba encontrar valor dentro de ella misma para mirarse en el espejo.

El ligero jersey que la cubría cayo por su hombro empapado de sangre, para dejar ver su piel pálida marcada con una delgada y blancuzca cicatriz, su cicatriz estaba intacta.

Sus dedos pálidos la recorrieron en un intento de comprobar que todo aquello no era más que un juego su juego.

—¡Helena abre!—Casi gritó el chico al golpear bruscamente la puerta.—¡Abre!—Exigió de nuevo furioso.

El jersey que la cubría fue a parar al bote de la ropa sucia, Helena se cubrió con una enorme blusa ligera y salió.

Toda la paciencia que le había tenido durante tanto tiempo había acabado lo supo al sentir su mirada castaña golpearla de la misma manera que ella lo había hecho.

—No es nada—Se atrevió a decir con la voz entrecortada.

Sintió el roce de su piel golpearla al entrar al baño en busca de algo.

—¿Que mierda es esto?—Preguntó al salir, con la prenda limpia en su mano.

Respiró profundo e intentó calmarse al verla hacerse pequeña ante el sonido de su voz. Por vez primera lo entendía, ahora estaba el en sus zapatos, ahora sentía lo que tantas veces Edward le había hablado.

La retuvo con fuerza al verla intentar irse. La giro hacia el olvidando el maldito cuidado que había tenido para con ella.

Necesitaba una respuesta sus ojos castaños se lo exigían, su agarre le quemaba la piel más eso no sería suficiente para que la dejara ir.

Su mirada gris se perdió en su pecho, en los movimientos acelerados de su respiración.

La tela cedió ante sus dedos dejando al descubierto su hombro. Su agarre se suavizo al verla y no pudo evitar el escalofrío que la recorrió al sentir la calidez de sus dedos al recorrer su cicatriz.

Tom sonrió al verla hacerse pequeña ante su tacto y tampoco pudo evitar aproximarse más a ella al percibir el particular perfume de su piel.

Su nariz subió lentamente desde su hombro hasta su cuello acariciando de vez en cuando su fría piel.

—Acaso no lo entiendes... Ella esta jugando contigo—Le susurró.


Aquel golpe de seguridad la ayudo a soltarse de él, la ayudo a salir ilesa de aquella habitación, de aquella situación, de aquella casa.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 58

                       


No podía recordar la última vez que alguien que no fuese su madre lo sermoneara de aquella manera.

Los celos de Elizabeth salieron a la luz con la ayuda del alcohol que burbujeaba dentro de sus venas.

La ignoro o al menos eso pensó al dejarla hablando sola para irse a su habitación.

Lo único que deseaba era dormir más no logró hacerlo las palabras de la chica habían logrado calar en el y a pesar de haber sido impulsadas por el alcohol muy en el fondo sabía que ella tenía razón.

No era la única que solía pensarlo, la chica se había sumado a B-B en la lista de personas que pensaban que lo mejor para él era mantener la distancia.

Los golpes en su puerta lo sacaron de su cama el chico la abrió sólo para encontrarla al otro lado de ella.

—¿Puedo pasar?

No respondió nada, sus ojos verdes se posaron en la espalda desnuda del chico que buscaba dentro de uno de los cajones su camiseta.

—Aguafiestas—Le dijo, al verlo vestirse.

Tom le sonrió mientras reposaba ahora su espalda cubierta sobre el mueble viejo de madera.

—Siento lo de anoche. Siento haberlo dicho de esa manera—Se corrigió al verlo observarla de aquella manera.

—No quiero hablar sobre eso.

—¡Bien! En realidad yo tampoco no, me apetece hablar sobre ella.

La chica acorto la distancia con sólo unos cuantos pasos. Envolvió sus manos alrededor de las muñecas del chico mientras lo observaba suplicante.

—Abrazarme—Le pidió en un susurró.

A pesar de que no se había negado y sus brazos la habían envuelto acunándola en su pecho, lo sentía distante como si sus pensamientos, el mismo estuviesen en cualquier lugar menos con ella.

—No es lo que piensas, bueno si quizás pueda tener algo de celos pero que no quiero que te hagan daño.

Lo sintió reír sobre su cabello como sí aquello fuese la cosa absurda del mundo.

—Estas tan ciego—Mencionó. Al alejarse un poco para observarlo—Eres igual que ellos.

—¿Ellos?

—Lucas y mi padre.

—¿Tu padre?

—Nunca llego a conocerla... Creo que hubiese alucinado al verla. ¿La haz visto? ¿A Eleonor?—Agregó al ver que no sabía de lo que hablaba.

—¿La pintura?—Preguntó Tom. Elizabeth asintió ligeramente.

—Siempre me causo escalofríos, los mismo que me causa ella.

—Es absurdo.

—¿El que? Acaso no lo sientes. No los has visto en sus ojos. Te gustan tanto que no eres capaz de aceptarlo o me equivoco.

Lo observó removerse nervioso mientras le daba la espalda para observar por la ventana.

—Cariño... Eres incapaz de pensar que ella pueda si quiera matar una mosca.

Sus palabras lo abordaron por la espalda. Tom se giró para observarla y ella le sonrió.

—Sus pequeñas manitas pálidas—Mencionó mientras escalaba con sus dedos por su pecho—No te harán daño, pero créeme, ella romperá algo dentro de ti si se lo permites.


—No hay vida dentro de ella—Concluyó al salir de la habitación.

Capítulo 57

                         


—No me voy a subirme en eso—Refunfuño Helena al observar la motocicleta.

Le escuchó suspirar irritado al darle el chico del parking algo de propina.

Espero que estuviesen solos para dedicarle una mirada que le hacía saber que era capaz de hacerla subirla a la fuerza si era necesario.

Tom tomo asiento y se colocó el casco para luego extender su mano hacia Helena.

Sus labios rosa pálido se entreabrieron en un intento por imponer su voluntad, más no lo hizo.

Por cuenta propia subió a la motocicleta esperando pronto estar en casa.

—¿Satisfecho?

—Aún no—Masculló por lo bajo, sin que está lo escuchara.

Sus manos sujetaron sus brazos con cuidado, para halarlas y envolverlas alrededor de su torso.

La presión de sus dedos en su chaqueta se hizo notar en la primera recta, casi podía sentir su corazón palpitar al sentir su pecho contra su espalda.

Hacia falta algo más que un casco para hacerla sentir segura, no tuvo más opción que aferrarse al chico como si su vida dependiera de ello.

Murmuró por lo bajó algo en francés al verlo detenerse a la orilla de la carretera.

—Espera—Dijo Tom al verla querer bajar. —Demonios Helena ¡Espera!—Dijo exasperado alzando un poco la voz.

El tacón de su bota se había atorado en el arrancador, al querer casi tirarse de la motocicleta.

El chico la sostuvo con fuerza mientras su mano derecha la liberaba.

¿Estaba molesta o nerviosa? No podía determinarlo. Se soltó de su agarre envuelta en un escalofrío para caminar sin rumbo alejándose de el.

—No seas ridícula a donde vas?—La sonrisa que había en su rostro desapareció al verla aproximarse hacia él.

—No soy ridícula! Yo...—Suspiró—No me gustan las motocicletas— Agregó en un susurró inaudible.

En su mirada gris había algo más que molestia o nervios había... Miedo.

Sus ojos grises estaban cargados de miedo e inseguridad cuando desvió su mirada para observar a la nada.

—Quédate aquí—Le pidió al señalar el borde de la calzada.

Helena le obedeció más por que sentía que en cualquier momento lo poco que había en su estómago terminaría a sus pies.

Se dejó caer sobre la calzada mientras el chico cruzaba la calle para entrar en uno de los locales.

Papas fritas, trocitos de pescado rebosado, vinagre sal y té. Helena mordisqueaba de a poco y en silencio el contenido de la bolsa de papel madera, ante la mirada curiosa del chico.
Se había calmado casi desde el primer mordisco.

—Tengo vértigo—Le confesó aún con la boquilla de su vaso de té pegada a los labios.—No es gracioso—Le recriminó al verlo de nuevo reír—Un minuto más y hubieses quedado cubierto de vómito—Le dijo mientras tomaba con la punta de sus dedos su chaqueta.

Tom río de nuevo, divertido con aquella Helena ingeniosa que se le revelaba de a poco.

—¿Quieres hacer algo?—Le preguntó.

—Ir a casa.

—Es temprano aún para regresar.

Helena lo observo con detenimiento mientras se daba cuanta de que regresar (sana y salva) quizás no era una opción viable.

—Entre todo sus gustos extraños estaba yo—Susurró para si misma.

—Supongo—Sonrió—Que eres encantadora cuanto te lo propones—


Helena rodó los ojos mientras aceptaba la mano le chico. Se dejó conducir y por primera vez en mucho tiempo confió en alguien que no fuese ella misma.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Capítulo 56




La terraza de su habitación era el lugar perfecto para presenciar la puesta del sol. Se había dado espació para respirar y pensar en otra cosa que no fuese trabajo.

Pensar en un concepto y traerlo a la vida era muy diferente a darle rienda suelta a su imaginación solo por el simple placer de hacerlo.

La tarde estaba fría, brumosa y hermosa.

Su mirada se perdió en el lienzo pastel sobre su cabeza, mientras el sol descendía lentamente como una bola de fuego tragada por el mar.

—¡Wow!—Mencionó Bill al llegar—La puerta estaba abierta—Se disculpó al verla sorprendida.

—Descuida.

Helena lo observo suspirar algo aburrido o cansado quizás.

Los últimos días en los que Tom había estado ausente se había encargado de cuidarla como si de niña pequeña se tratara.

—Deberíamos salir—Mencionó entusiasmado.

—¿Salir?

—¡Si! Vengo por ti en unas horas.

No hubo tiempo para negativas o escusas elaboras el chico salió por la puerta de la misma manera en la que ingreso.

El sonido estridente de la música y una espesa capa de humo lo recibió al ingresar.

El chico se abrió paso entre la gente que abarrotaba el lugar.  Sus ojos verdes lo detectaron casi de inmediato como si hubiesen sido entrenados para hacerlo en medio de aquel mar de gente que llenaba el lugar.

—Valla—Mencionó Elizabeth arrastrando las palabras para llamar su atención.

Tom le sonrió de lado para luego darle un largo trago al líquido negro que llenaba su vaso.

—Al fin te dignas a mostrarte.

Sus reclamos cargados de sarcasmo  parecían importarle muy poco. Su mirada castaña pronto recorrió el lugar para detenerse en su menuda figura.

—Ya veo—Sonrió—Necesito hacerte ojos de muñeca macabra para llamar tu atención—Mencionó aleteando sus pestañas.

Tom río dejando escapar algo de líquido de sus labios, los dedos hábiles de la chica limpiaron su barbilla en una caricia atrevida.

—¿Tomás algo?—Preguntó Tom.

—Vodka.

Supo que el vodka sería lo único que tendría de el esa noche, al verlo pagar la cuenta y colocarse la chaqueta de cuero.

Se despidió dejando sobre su mejilla un beso y el agradable olor que había quedado en el, de un baño reciente.

Lo observo encaminarse entre la gente para luego verlo decirle algo al oído.

Ella, Helena lo observó con un gesto que no podía determinar, su sonrisa y su mirada parecían no hacer el mismo efecto que con ella o con cualquiera que tuviese sangre en las venas.


Con gesto frío y apacible Helena pronto se marchó junto a él.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Capítulo 55


                             



El piso crujió bajo sus pies al acortar la distancia que lo separaba de ella.

El pulgar del chico acaricio los nudillos fríos de Helena, que al parecer se había quedado dormida más pronto de lo que esperaba.

El colchón de la cama cedió ante el peso de Tom que intentaba no despertarla. Y cual era su plan? Quedarse junto a ella hasta que empezara a roncar.

No pudo evitar reírse ante la imagen mientras volvía a repetir el movimiento con su pulgar una, otra y otra vez...

Esa noche no hubo insomnio, ni pesadillas, ni temores, ni angustias ni fantasmas del pasado.
Fue una noche extraña, calma, de sueño profundo y reparador.

—¿Me sueltas?—Su voz sonó en un susurro lejano. Como sí el viento trajese a sus oídos el eco de su voz.

El sueño le impedía abrir lo ojos lo alejaba de la realidad para acercarlo a un lugar extraño, a un lugar lejano.

—¿Me sueltas?—Escucho de nuevo. En medio de la bruma, la neblina y el olor a mar.

La yema de sus dedos se posicionó en una de sus mejillas, lo tocaba con cuidado mientras experimentaba aquella sensación que hormigueaba en esa pequeña porción de su piel.

Sus ojos castaños se abrieron se posaron en ella para luego volverse a cerrar.

Su aliento cálido la acaricio cuando el chico suspiro pesadamente. Lo escucho gruñir mientras se revolvía bajo las sábanas.

—Me sueltas?—Le pidió Helena de nuevo.

—¿Que?—Masculló adormilado.

Cuando por fin abrió sus ojos se encontró con su gesto ligeramente irritado.

Su agarre apenas si le había permitido moverse, Tom la libero del peso de su cuerpo con una sonrisa algo burlona.

—Espero que hayas dormido... Bien—Sentencio Helena tras perderse dentro del baño.

Necesitaba ver sus ojos para determinar cual era el verdadero trasfondo de aquella frase. El sarcasmo que había en su voz no le era suficiente.

El olor a nicotina mezclado con su aroma se había impregnado en ella, dejando una sensación algo pegajosa.

Supuso que había tenido calor por la noche o su temperatura había aumentado unos cuantos grados al tenerlo tan cerca.

No era nada que un buen baño no pudiese borrar más aquella sensación, aquella que se había albergado bajo su piel tardaría un poco más.

No sabía si odiaba más su parte espontánea esa que lo llevaba a actuar por instinto o esa nueva parte suya, esa que analizaba de más, que pensaba de más y que le había trasmitido.

Helena sentía su cabeza palpitar al haber absorbido como si se tratase de una esponja cada una de sus emociones.

Era complejo, impenetrable tan difícil de leer. No sabía cuantas veces de había roto la cabeza tratando de entenderlo.

Supuso que jamás lo lograría cada día encontraba algo nuevo, una pieza más de aquel remolino de emociones que era el chico.

Supuso que esa era quizás la razón principal por la cual Eleonor lo detestaba. Su solo presencia solía relegarla, solía quitarle el poder que ejercía sobre ella.


Helena solía sentirse libre de su presencia para enfrascarse, sumergirse y perderse en aquella hermosa mirada castaña.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Capítulo 54

                                 

Helena había llegado a él con la advertencia bajo su brazo, más nada de lo que ella y los demás le advirtiesen podían mantenerlo alejado.

Era demasiado testarudo e inclusive hasta orgulloso para darse por vencido y dejar a un lado aquel impulso que palpitaba bajo su piel.

De nuevo se encontraba buscando su presencia, haciéndole caso como chico obediente a aquel grito silencioso que sólo el podía percibir.

El olor a jazmín aún colgaba de las paredes de la habitación como si ella se encontrase allí.

Casi podía verla... Su figura delgada y pequeña junto a la ventana de su habitación, con la mirada puesta en el gélido mar plata que estaba más allá de su ventana.

No tardo mucho en encontrar a Eleonor sobre su cama. 

Observo su rostro joven de facciones redondas y sus pequeños y rasgados ojos verdes.

—Se siente como tú—Murmuró en un susurro al verla llegar.

Sus dedos pálidos se paralizaron sobre los botones de su abrigo al escucharlo.

Helena atravesó el umbral de su habitación sin saber muy bien que decir o como actuar.

—Hay comida en la cocina, si tienes hambre—Le escucho decir mientras se adentraba al cuarto de baño.

^^^^

Le había dicho todo lo que sabía sobre el sin ni siquiera preguntar por qué lo hacía.

No necesitaba que B-B lo dijese sabía que debía tenerle aprecio y quizás algo más para mantenerlo a su lado.

Era demasiado quisquillosa y solitaria lo había notado casi desde la primera vez.

Caleb era primera persona que le había conocido, la primera persona que podía catalogar como su "amigo".

Era un tipo extraño, algo aburrido y por lo que había comprobado esa noche sabía cocinar bien, tanto que parecía complacer el paladar exigente de Helena.

La observo devorar su tazón de arroz blanco y judías verdes bañadas en salsa de joya sin chistar ni una sola vez.

No tardo demasiado en saber que Bill había sido el de la idea, le había tomado cariño, se había convertido en su pequeña y extraña muñeca.

Y no es que le molestará su presencia solo se le hacía difícil ver que quizás después de todo él no era el único que le hacía bien.

Se veía cómoda hasta relajada vestida con un ligero y corto vestido blanco. Uno de sus pies descalzos acariciaba lentamente el viejo piso de madera.

Helena junto con Bill se habían hecho cargo de los platos mientras el y el chico fumaba en las afueras de la cocina.

Se preguntó si al igual que él le recriminaba, al notar el humo espeso que se había formado a su alrededor.

Justo cuando había decidido romper el silencio con alguna frase estúpida escucho el cristal romperse y a su hermano maldecir por lo alto.

La imagen del abrecartas y el sonido al rasgar su piel se coló entre sus pensamientos mientras entraba por la puerta seguido de Caleb.

Helena parecía haberse quedado en blanco, agradecía no sentir ya más nada. Las voces a su alrededor zumbaban como avispas preocupadas por algo que ella parecía no comprender.

Lo único que logró aislarla de su cierre voluntario fue sentir sus manos cálidas sujetarla.

La había tomado con cuidado como siempre la hacía, para conducirla fuera del cristal roto.

Su vestido manchado de sangre había ido a parar al bote de la ropa sucia. La herida en su mano se había cerrado y estaba limpia.

Se había encargado de ella, había reparado su desastre más ella continuaba allí observando en silencio.

—¿Helena?—Llamó en un intento de romper su monotonía.

—¿Caleb?—Preguntó y no era precisamente lo que quería escuchar pero al menos había hablado.

—Bill lo llevo a casa—Respondió. Al dejar en sus manos un par de pastillas y un vaso con agua.

Helena las bebió casi al mismo tiempo que el interruptor apagaba la luz.

—El efecto no es inmediato—La escuchó murmurar en la oscuridad.

—¿Quieres que me quede?

Verla encogerse de hombros era un si o un no? Se preguntó mientras encendía la luz de nuevo.

Se dejó caer sobre una silla junto a su cama mientras ella llevaba sus piernas a su pecho y se acostaba de lado.


Su mirada gris lo recorrió unas cuantas veces más antes de sucumbir.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo 53


                     


Helena lo observaba limpiar los rastros de carboncillo que había en ella con cierta incredulidad.

¿Porque no había hecho lo que todos los demás? Darse por vencido de sus cambios de humor constantes, de su arrogancia, de sus inseguridades y de todo aquel maldito desastre que era ella.

Porque le complacía cuidarla como si fuese sólo una niña malcriada.

Quizás porque él también lo percibía, pensó mientras lo observaba llenar su vaso con agua.

—TOC—Confeso al tintinear el frasco de pastillas—Insomnio y demás porquerías—Agregó con cinismo.

TOC, asperger, demencia o Eleonor el diagnóstico había variado desde que era niña y en aquel punto realmente ya no le importaba.

Sentía como la sangre en sus venas se apaciguaba lentamente, como el veneno que la había infectado al saber más de su pasado la dejaba en libertad.

Sentía como su cuerpo dejaba escapar el peso de su realidad, se sentía ligera, frágil, se sentía de nuevo ella aunque no podía estar segura cual de todas era en realidad.

La calidez de sus dedos logro quemarle la piel al sujetarla, la había sentado sobre el piso tan sólo segundos antes de que desplomara en él.

Lo único que le impedía cerrar sus ojos para luego dejarse ir era su olor, debajo de toda aquella esencia de nicotina había algo que realmente le agradaba.

Sus manos frías se aferraron a su camisa para luego dejarse caer sobre él; su nariz rozó su cuello y ella aspiró.

—Apestas—Logró susurrarle. Y él le sonrió.

^^^^

Sus dedos fríos dibujaban pequeños líneas curvas sobre su piel pálida en un intento de hacerla despertar, según su hermano llevaba ya un buen tiempo dormida.

No estaba seguro de poder lograrlo, sus episodios de bella durmiente solían extenderse a más que sólo unas horas.

Sus párpados se abrieron pesadamente y volvieron a caer segundos después.

—Lucas estuvo...

—¡Lo olvidé!—Susurro adormilada.

El chico se levantó de su cama al verla reaccionar, avanzo curioso hacia el espacio que Helena había tomado para trabajar.

Con el efecto del sueño aún en todo su cuerpo se adentró en el cuarto de baño, tenía al menos una hora para aclarar sus ideas.

Salió minutos después con el cabello envuelto en una toalla, vestida de negro como ya era costumbre y la piel perfumada a jazmín. Su aroma dulce llenó la habitación hasta el más recóndito escondite.

El retrato de Eleonor descansaba sobre  su cama mientras Bill lo observaba atónito.

—¿Nos vamos?—Fue lo único que salió de su boca. Helena lo observo por un momento y luego le sonrió.

Sólo pudo volver a dormir cuando Bill decidió dejarlo en paz, supuso que se había ido junto con ella, cuando sus ojos percibieron la penumbra en su habitación.

Había dormido bien al menos lo había hecho por un lapso aceptable, sin despertar sobresaltado y sin aquella maldita sensación que quedaba en el cada vez que soñaba con ella.

Ni siquiera el hecho de tenerla a sólo un piso de distancia había apaciguado su temor.

¿A qué demonios le temía ahora?

Acostado boca abajo y con su barbilla apoyada en uno de sus brazos, sentía como la frustración de lidiar con alguien como ella hacía estragos en él.

<No te involucres más de lo que debes> Advirtió de nuevo la voz de B-B.

Cada vez que hablaba con ella aquella frase salía a reducir, podía percibir el temor en su voz aterciopelada.

Advirtiéndole de una manera sutil que lo mejor para ambos, para él era no involucrarse más.



TOC: Trastorno obsesivo compulsivo.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Capítulo 52

                     


Esa era la razón por la cual hacia todo aquello, porque ella lo necesitaba?

La única persona que había necesitado en su vida había sido su madre y no había tenido la necesidad de hacerlo de nuevo por alguien más tras su muerte.

Y quizás era mejor seguir así, necesitarlo era sinónimo de involucrarlo. 

E involucrarlo era sinónimo de arrastrarlo aquel mundo suyo y nadie salía ileso una vez que entraba allí.

—Helena—Dijo el chico por lo bajó. En un intento de hacerla entrar en sí.

Su scone junto con el bagel habían ido a parar al bote de la basura, se encontró sentada sobre la piedra fría del asiento del parque. 

—Es complicado no? Siempre lo es.

Pudo reconocer algo de empatía en sus palabras como si supiese exactamente en que pensaba.

—Lo supe cuando lo conocí. Valla espécimen

Helena río divertida mientras transaba círculos  en su vaso de té.

Algo de sentido común y la mirada tosca que le dirigió cuando preguntó por ella le bastaron para saberlo.

Helena poseía esa extraña y engañosa fragilidad que desataba protegerla de algo, de alguien, de ella misma.
                          
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Había trabajado en su idea por horas enfrascada en aquella habitación, intentaba plasmar en el papel aquel complejo y oscuro ser.

Capturar en sus fotografías la escénica y el alma de la persona que tenía al frente resultaba ser menos trabajoso.

Más aquello era diferente, era casi como desnudarse a sí misma, exponer ante la mirada de los demás aquello que se había empeñado en ocultar.

Escuchar sus pasos detrás suyo al bajar la escalera la devolvieron a la realidad. 

Helena sintió el cuero de su chaqueta golpearla con suavidad mientras la colocaba en su sitió.

Cruzo unas cuantas palabras que olvido de inmediato al sumergirse en su mirada castaña.

—Nos vemos—Logro decir mientras su aroma se impregnaba sobre su mejilla. 

Un beso sonoro, su mejilla fría, el sonido de las llaves, sus pasos sobre el viejo piso y luego nada.

Sus ojos volvían a cegarse, su mente volvía a dominarla arrastrandola al interior de sus más oscuros secretos.

La sensación de vacío y desolación lo recibió tan pronto la puerta se cerró tras el.

Había salido tan solo unos minutos para tomar airé más sentía que habían pasado años desde la última vez que había estado allí.

Fue encendiendo luces a su paso mientras se encaminaba del recibidor a la cocina.

La hoja afilada brillaba entre sus dedos al recibir la poca luz que se filtraba del exterior.

De plata pura y empuñadura empedrada bailaba ligera entre sus pálidos dedos.

La observo por un momento antes de encender la luz, supo que le había incomodado al observarla entrecerrar sus ojos mientras dirigía su mirada hacia el.

Había hecho ya un pequeño agujero sobre la madera al hacerla girar una y otra vez entre sus dedos.

El sobre vacío con dirección alemana y a nombre de B-B yacía sobre el granito de la encimera.

—Cuando llego?—Preguntó Tom. Al dirigirse hacia Helena con el sobre en las manos.

Su mirada se mantenía oculta bajo sus pestañas largas fija en la abrecartas que se hundía levantando motas de madera.

—Helena?

—No lo se—Respondió arrastrando las palabras.

Su mirada se había tornado de un gris profundo y luminoso. Había una rabia siniestra en ellos y fue ahí donde comprendió lo que Edward había dicho.

<Helena algunas veces puede resultar desagradable... Ya sabes algo así como una maldita arpía siniestra.>

Desagradable era quizás la palabra menos subida de tono que podía describirla cuando aquella actitud la tomaba por completo.

Palpó su deseo de descargar sobre el palabras recubiertas de veneno, más no lo hizo.

Le sonrió pesadamente para fijar de nuevo su atención en la abrecartas.

Quizás lo menos que deseaba era hacerle daño, contuvo las ganas de decir lo que realmente quería dentro suyo mientras el veneno de su rabia avanzaba entre sus venas.

Sabía que mantenerla al margen durante tanto tiempo tendría sus consecuencias, el abrecartas parecía ser sólo un pretexto para recordarle que después de todo ella...

—Te vas hacer daño—Mencionó al detenerla.

Su puño se cerró sobre su mano haciendo detener su extraño juego. 

Era cuestión de una mala maniobra o un pequeño desliz para que acabara hiriendose ella misma. 

La hoja tenía el filo suficiente para partir un cabello en dos.

—Hable con ella la noche que te traje aquí—Mencionó el chico.

—Bien—Murmuró con desgano.

La había visto mostrarse de aquella manera un par de veces más no el suficiente tiempo para verla con claridad.

No había rastro de la Helena frágil, de voz y actitud monótona no, aquella parecía ser una versión más oscura, más cruel, más cercana a su inquilina interna.

Tom la observo con detenimiento mientras mantenía el abrecartas en su poder.

Tenía las manos y parte de su rostro manchadas de negro, un frasco de su medicamento y un vaso de cristal vacío.

Sintió pena por ella, sentía verla de aquella manera sentía ver su lucha interna por encontrar, un poco, algo de libertad.