domingo, 6 de abril de 2014

Capitulo 70





Quizás por su estado sus hormonas se habían desquiciado, pensó al leer para ella lo que el chico le había pedido.


Las últimas cuatro páginas las había narrado al borde del llanto. Lo escrito por Rafael en lo que parecía ser su diario.


Describía cruelmente lo que había sido amar a alguien, perderlo y no tener la oportunidad de decirlo.


Sus cartas hacia esa persona estaban llenas de angustia, de sueños rotos, de anhelos, de tragedias dignas de alguna novela épica de antaño.


B-B cerró las páginas amarillentas de aquel libro para luego acercase hacia Helena.


—Sabes que te adoro—Susurro entre lágrimas. Al tomar su mano entre las suyas.


Se hizo espació en la camilla y se acostó junto a ella mientras se aferraba a su mano, a su vida, a ella.


El respirador que le habían conectado y la mantenía en aquel estado extraño en el que había entrado luego de caer a lago.


Llenaba de cierta calma aquella fría habitación, B-B centró su mirada oscura en el cielo blanco sobre su cabeza, mientras intentaba percibir aquella conexión que las unía.


La vida de nuevo se empeñaba en repetir una historia que parecía olvidada y superada.


La primera vez que Helena había caído en aquel lago, tan sólo tenía seis años, había sido tan sólo un horrible accidente, un descuido que Edward jamás había llegado a perdonarse.


Su madre y su empeño en no perderla la habían traído de vuelta de aquel lugar oscuro; que despertó en ella algo que los demás jamás pudieron comprender o aceptar.


Aquella chiquilla callada y risueña no volvió a ser la misma desde entonces.


Su asperger, el sentir que todo aquello que la rodeaba no le pertenecía, Eleonor y su deseo de poseerla.


Las pesadillas, los recuerdos y aquella enorme condena que cargaba sobre sus hombros la apartaron de todo, de todos, de ella.


¿Que debía esperar esta vez si despertaba? ¿Para qué debía estar preparada?


B-B no podía dejar de pensar si lo mejor para Helena era no regresar jamás, la idea simplemente le partía el corazón en mil pedazos.


Pero si eso era lo que deseaba, sí eso era lo que tanto anhelaba, quien era ella para arrancarla de un lugar al que quizás siempre perteneció.


—Si esto es lo que necesitas para ser libre hazlo—Le dijo. Llenando dorso de su mano de besos llenos de cariño.


++++


El desayuno en el jardín de la casa era quizás la muestra más sincera de pedirle disculpas por lo ocurrido la noche anterior.


El frío de invierno le golpeó los huesos heridos y su alma desgastada.


Helena se hizo un ovillo al sentir aquella sensación tan cálida y extraña que le recorría todo el cuerpo.


Pensó en su padre en su hermano en todos aquellos que había dejado atrás; por primera vez desde que llego a ese lugar.


Lo lúgubre y la estela de muerte se habían quedado atrás; al menos por aquella mañana.


Lo noto al escuchar la voz de Eleonor elogiar el buen clima y el hermoso día que hacia.


Sintió sus pequeños dedos fríos tocar su piel pálida Helena dirigió su mirada hacia el chico, que sacaba por debajo de la mesa un viejo libro que ella bien recordaba.


La mirada se clavó en el y luego en Helena al observar las hojas amarillentas llenarse de letras.


—Valla me sorprende—Mencionó Eleonor con reproche.


—¿El que?


—Que aun estando aquí su ridícula relación persista.


—¿Quién es Rafael?—Preguntó curiosa Helena. Al leer el primer párrafo.


El solo hecho de escuchar su nombre derrumbo su temple de inmediato, Eleonor se detuvo de esparcir mantequilla a su scone mientras una sonrisa atípica y triste se afloró en ella.


—Léelo—Le suplicó en un susurro.


La voz de Helena se esparció por el jardín, trayendo a la vida aquellas palabras que habían muerto junto con su creador tiempo atrás.


A pesar de que todas ellas habían sido escritas para Eleonor, no podía evitar sentir que también iban dirigidas a ella.


Helena leyó hasta que las palabras dejaron de reflejarse en las páginas del diario, todo a su alrededor se tornó oscuro llevándose con sigo en minutos la luz de la mañana.


—Espera—Le dijo al retenerla. La mano de Eleonor se posó sobre la suya.


Al verla querer rehuir de la espesa lluvia que la empezaba a cubrir.


Allí estaba oculto bajo la sombra de sus almas perturbadas, aquel único sentimiento que realmente era puro en ambas.


Helena ni siquiera tuvo la necesidad de pronunciar alguna palabra. Eleonor le hablo en un lenguaje que sólo ambas podían entender.


Helena se soltó de su agarre cuando tuvo suficiente de ella; Eleonor la observó marcharse con la convicción de que retenerla a su lado, quizás no iba a ser tan fácil como lo pensaba.


Agradeció que estuviese demasiado dañada para entenderlo, agradeció que su particular condición le impidiese ver lo que el chico realmente había hecho en ella.


++++


El vuelo de regreso le había resultado pesado, regresar a los Ángeles para continuar su vida como si nada hubiese ocurrido era un tanto extraño.


Una parte de él, aquella que solía despertar sólo con su presencia se había quedado atascada aún, en la sala de espera del hospital.


Su vida junto con la de los demás se había detenido desde el primer instante que el agua del lago la recibió.


Ajustar las manecillas de su reloj para ponerlo en marcha era algo que no quería hacer, no sin ella.


Como podía explicarle a aquella parte suya que se había acostumbrado a Helena que debía continuar sin ella.


El placer más culposo, el dolor de cabeza más extraordinario, la cosa más extraña y bizarra que había tenido en su vida eso y más era Helena para él.


La imagino sentada a su lado, callada y nerviosa mientras su cabeza frenética analizaba cada cosa a su alrededor.


Jamás se acostumbraría aquella ciudad a su ritmo frenético y superficial. Más aquello que los ataba el uno al otro sería suficiente para hacerla desistir.


Llegar a casa y encontrarla, percibir su aroma en sus sábanas, observarla dormir, observarla por horas.


—Tom— La voz de Bill explotó su pequeña burbuja.


Había tomado su equipaje del suelo y esperaba que su hermano diese signos de vida.


Tom lo siguió en silencio hasta el auto, dejándose caer sobre el asiento del copiloto mientras Bill guardaba el equipaje en el maletero.


No había hablado mucho durante todo el camino a casa, no hablo mucho durante las siguientes semanas…


Fuera de la intimidad de su casa seguía siendo el mismo de siempre, dentro de ella se dejaba arrastrar por el silencio y el sueño.


La puerta traqueo al abrirla a pesar de haberlo hecho lentamente, la penumbra de su habitación era asfixiante, tanto como el silencio que se empeñaba en guardar.


Tomo asiento en el lado opuesto de la cama mientras lo observaba dormir. El chico suspiro profundo, antes de extender su largo brazo hacia él.


—¿Que? — Gruño.


—Pensé que dormías.


—Lo hacía—Murmuro enfadado.

Tom se incorporó de la cama con cara de ogro y aun dormido, observo a su hermano… Su gesto y el celular que mantenía pegado a su pecho.


—Creo que deberías contestar.


Lo tomo entre sus manos tomándose un momento antes de llevar el auricular a su oído.


—¿Si? — Susurro con temor.


Bill lo dejo solo luego de abrir las cortinas para dejar pasar la luz y de recoger la ropa que llevaba apilada en el suelo por días.


El ruido de fondo y lo único que podía escuchar atreves del teléfono lleno la habitación mientras buscaba entre sus gavetas algo de vestir.


—¡Dios! Mujer habla de una vez— Exigió. Sin obtener más nada que sonido random y su respiración.


   Esta despierta— Susurro justo antes de que perdiera la paciencia.


Send your dreams
Where nobody hides

Give your tears
To the tide
Of time
Of time

There's no end
There is no goodbye

Disappear
With the night
Of time
Of time

jueves, 27 de febrero de 2014

Capítulo 69



                                          
              

El silencio de la sala de espera era abrumador, al igual que las personas que se encontraban allí esperaba noticias, algunas buenas, otras malas o como su caso nada.


Las semanas habían transcurrido y su diagnóstico continuaba incierto. Se conformaba con aquella frase que B-B, Edward inclusive el padre de Helena le habían dicho.


"Es como si sólo estuviese dormida" 

Luego se dejaban caer sobre el sofá frente suyo con el rostro y el alma sumidos en la desesperación.


Él ni siquiera se había atrevido a verla; su valor y su trasero continuaban atascados en aquella tortuosa sala de espera.


—Necesitas dormir—Le escuchó decir mientras su mano tomaba la suya en un intento de darle aliento.


Tom se removió en la silla abriendo sus ojos, dejando escapar aquella imagen que lo perseguía desde lo ocurrido.


—¿Cómo te sientes?


Observo a B-B encogerse de hombros mientras llevaba su mano a su vientre. —Solo quiero irme de aquí—


Esas semanas su vida se había reducido a dormir muy poco, trabajar algo, esperar en aquella maldita sala y manejar. 


Estaba claro que la última era de sus preferidas. Enfrascarse en la intimidad de sus pensamientos mientras la conducía a la casa de la abuela era quizás lo menos desgastaste que podía hacer durante el día.


El golpe del cristal lo saco de sus pensamientos. 


—Cinco minutos—Le ordeno en silencio. Mostrando su palma extendida.


Tom tomo una bocanada de aire al salir de auto, deseoso de llenar sus pulmones de tabaco. 


Recordó lo último que le dijo al encender su cigarrillo y sonrió. 


—Y yo odio que no estés aquí—Dijo lanzando las palabras al viento, antes de apagarlo en la nieve.


++++


Helena se adentró en aquel enorme y sombrío recibidor. El piso de mármol bajo sus pies estaba cálido.


Las paredes empapeladas de rosa pálido la embargaron de recuerdos al llegar. 

Todo estaba igual tal y como lo recordaba pero a la misma vez había algo diferente.


Quizás sólo era ella, algo dentro de suyo había cambiado, la venda que le impedía ver, inclusive sentir más allá de lo obvio había desaparecido.


El sitio al que por mucho tiempo considero su casa, el único lugar donde sentía que pertenecía no era más que una ilusión barata, una casa vacía, sin vida.


El infierno que contenía sus peores temores su propio demonio.


Eleonor la observaba en silencio con sus ojos verdes puestos en ella como si fuese una presa.


Encumbrada en lo alto de la pared sobre la chimenea el retrato de la chica le crispó la piel.


—Gracias por encontrarla—Mencionó la voz tras ella.


Helena se giró sobre sus pies descalzos sólo para encontrarla  hilando su próximo movimiento; porque eso era ella, eso era Helena su marioneta.


Todos los objetos que había coleccionado durante años estaba allí, esparcidos por la estancia.


El camafeo con las fotografías—¿Tu padre?—Preguntó en un susurro.


—Y mi hermano—Respondió Eleonor con un destello extraño en su mirada.


El pequeño bolso que le había dado B-B, el abre cartas inclusive. El abre cartas con la que su madre había intentado asesinarla. 


La mirada plata de Helena se adentró en Eleonor deseosa, exigente de saber todas aquellas verdades que se le empezaban a revelar.


Los recuerdos que arrebato a Eleonor sobre su madre no eran gratos.


—Estaba enferma...


—Enferma?—Cuestiono iracunda—Enveneno a mi pequeño hermano hasta su muerte y me entrego a ese bastardo como si fuese un perro!—Grito llenando con su voz cada pequeño rincón—


—Lo siento.


—¡Suficiente!—Ordeno altiva—Llévala a la cama—Le pidió con una sonrisa al mirar tras su larga falda.


Unas pequeñas manitas se sujetaron de la tela dejando ver el rostro del pequeño niño del camafeo; no podía tener más de cinco años.


Se acercó hasta Helena tímido para luego tomarla de su mano y conducirla hasta la que sería su habitación.


Helena le sonrió conmovida mientras llevaba sus manos a su pequeño y cálido rostro.


—Lo siento—Susurro—Siento tanto todo lo que sucedió.


++++


Se sentía extraño entrar en su habitación y no encontrarla, se sentía extraño ver como todas sus pertenencias yacían allí a la espera de que ella regresará.


Había visto a su abuela preparar la habitación como creía que lo hacía cada vez que Helena estaba allí. 


Flores nuevas, agua fresca, dulces y algunos libros viejos.


Tom entro en su habitación en busca de algo que calmara su dolor de cabeza, que calmará eso y algo más.


Se detuvo a observar mientras se daba la libertad de dejar salir todo. 


Se había mantenido sereno fuerte inclusive más eso no lo libraba de sentirse angustiado al igual que los demás.


¿Y si nunca despertada? ¿Y si la perdía? 


A medidas de que pasaban los días aquella posibilidad se acrecentaba. 


Nunca le había pertenecido realmente ni al él ni a nadie más que no fuese su madre.


Esos días se había dado cuenta de ello, el temor que los carcomía y el que quizás más les dolía era la posibilidad de que Helena simplemente no quería regresar.


Ya no había nada para ella allí, no había nada que la atara a un mundo que no la comprendía.


Ninguno de ellos había sido capaz de entenderla, de comprenderla, de aceptarla. 


Excepto él, Tom parecía ser el único que le importaba poco lo dañada que pudiese estar, así la había conocido y así la había aceptado.


Dolor, sueño y nada. Al mirar el dorso del frasco de sus pastillas y el pequeño dibujo que lo representaba; tuvo el impulso de llevarlas a su sistema y experimentar por el mismo aquello que Helena tanto anhelaba. 


—Lo encontraste—Preguntó B-B recargada en el marco de la puerta. El chico asintió sin dejar de observarlos 


—Puedes... ¿Puedes leerle algo por mí?—Le pidió, al fijar sus ojos castaños sobre ella.


—Lo que quieras.


—Bien, voy por él.


La mujer ojeo las primeras páginas sin profundizar muy bien en ello, observo el libre grueso y amarillento bajo la mirada penetrante del chico.


—Está en alemán ¿Que es? 



—Ella me lo dio—Respondió restando le importancia con un gesto—Solo léelo—Le pidió de nuevo. Con una mirada que implicaba algo más.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 68

                                  


Ni el gratín de su abuela, ni la ducha fría ni mucho menos una cama que se le hacía conocida.


Helena despertó poco antes de que el sol saliera sin haber dormido lo que esperaba.


Sus pies descalzos tocaron la madera fría dispuestos a salir de allí, en busca de apaciguar aquella angustia que se había albergado en su pecho y no la dejaba en paz.


Atravesó la mitad de la casa a oscuras hasta llegar a la cocina, una pequeña brisa fría se colaba desde el exterior por la puerta a medio cerrar; olía a él a él y a nicotina.


—Tampoco puedes dormir—Le escucha decir al salir.


Tom dejo escapar el humo de su cigarro mientras permanece sentado en el escalón bajo los pies pálidos de ella.


—No—Dice.


Más no sabe si es para que se detenga o es sólo su respuesta.  Con la nieve poco más arriba de su pantorrilla lo observa dirigirle una mirada aprensiva. Al tomar las botas de nieve.


Son horribles y al menos dos tallas más grandes pero no puede hacer otra cosa que ceder.  Ceder y sujetarse de sus hombros mientras el chico las coloca en sus pies.


—Odio que me trates como una niña... ¡Ah! Y esto—Le dijo, al quitar de sus labios el cigarro a medio terminar—Odio esto—Agrego en un susurro al alejarse de él.


Las botas no hacen otra cosa que molestarle al caminar, se cerciora de haberlo dejado atrás lo suficiente como para que no la observe quitárselas y dejarlas a un lado en la nieve.


Sus pies descalzos reciben el frío con naturalidad su paso se agiliza rápidamente, arrastrada por la fuerza que ejerce deseosa de su encuentro.


^^^^


—Haz visto a Helena—Pregunto con el rostro desorientado y voz cargada de preocupación.


—Hace un rato, ¿Ocurre algo?


—Pesadillas—Murmura B-B y luego le sonríe—No me han dejado dormir.


—¿Quieres algo?


—Estoy bien, no te preocupes. ¿Sabes a dónde fue?—


El chico asiente y la conduce en la misma dirección donde la vio irse sus pisadas marcadas en la nieve los conducen sin dificultad.


Su sonrisa no es suficiente para disimular el miedo que la carcome lentamente.


Tom la observa sonreírle de nuevo en un intento por aliviar la atmósfera pesada que los a envuelto.


—Gracias por cuidar de ella, no debiste tomarlo tan en serio.


—Ha sido divertido, creo que hasta le he tomado cariño.


—Ella es—Se detiene y lo medita—Demasiado fácil de querer—Dice al fin.


Tom guarda silencio mientras las palabras de B-B le calan hasta los huesos.


Lo que al inicio no fue más que una petición descabellada se había convertido en una necesidad.


Eso era Helena una absurda y extraña necesidad, se había vuelto adicto a ella, a su oscuro mundo, a sus escasas palabras, a su silencio, al perfume de su piel, a su proximidad.


Helena lo había arrastrado a despertar algo oculto e impropio en el. 


Algo que no podía catalogarse como cariño, aquella palabra era demasiado ligera... Demasiado fácil quizás? Pero era lo único que estaba dispuesto a aceptar.


—Sólo espero que no lo sepa.


—No lo sabe.


—Estas seguro.


^^^^

El hielo a sus pies se agrieta y no hace otra cosa más que respirar, respira pausadamente llenando sus pulmones de aire hasta su máxima capacidad.


El último pensamiento que cruza por su cabeza antes de ser devorada por el lago, se lo dedica a él y luego ya no hay nada más.


Sus ojos se cierran llenándola de oscuridad mientras su cuerpo inerte empieza a despertar.


Se ha desprendido de su cuerpo lo sabe cuando se encuentra caminando en dirección hacia las enormes puertas de metal.


Ha estado allí antes, cuando tan sola era una niña más todo continua igual.


Los altos y secos árboles al lado del camino se encumbran hacia el cielo gris, llenando de sombras tenebrosas a donde quiere que observe.


La niebla gruesa y espesa le dificulta respirar el pecho se le comprime mientras se pregunta si todo a terminado ya.


Aún lo siente, dentro de sus venas una ligera chispa de vida, un ligero deseo de volver arriba de despertar.


Más el deseo de continuar es más fuerte, más fuerte que los brazos que la sujetan y tiran de ella más fuerte que el latir de su corazón al afrontar el mas absurdo de sus temores.


El chirrido de la puertas al abrirse retumba hasta el más recóndito rincón de aquel infierno. 


Si no es el infierno se le asemeja enormemente, cada uno de sus pesadillas, de sus miedos más bizarros y profundos están allí.


Helena se abre paso por una pila de hojas secas, frutos podridos y pequeños cuerpos de aves a medio descomponer.


La desgastada propiedad se encumbra débil y sombría en medio de aquel mar de podredumbre y muerte.


Allí no han nada más que eso, muerte, olvidó... Y Eleonor.


Lo piensa por última vez con el pomo de la puerta entre sus pálidas manos. 


Al sentir el familiar roce en su oreja, escucha las palabras débiles y lejanas mientras se encamina en su interior.


^^^^


B-B simplemente observa como si todo se tratase de una pesadilla aferrada a la ropa del chico. 


El sonido a su alrededor sé a silenciado sólo se limita a observar como Tom se pierde dentro del lago.


Los minutos se transforman en eternidad mientras teme que ninguno de los dos salga.


—Llama una ambulancia— Le pide al recuperar el aliento.


Ella se queda quieta con su ropa apretada en su pecho y sus ojos negros perdidos en la nada.


—B-B!—Le llama al tomarla por sus brazos. El chico tiene las manos frías y el corazón golpeándole el pecho sin cesar—Llama una ambulancia—Le pide de nuevo con calma.


Como puede mantenerla? Ni el mismo lo sabe. La adrenalina le recorre el cuerpo dejándolo actuar.


Helena parece no estar más que dormida, sumida en un sueño demasiado profundo del que no está seguro si podrá despertar.


Sus labios atrapan los suyos por primera vez... Todo parece ser tan irreal. El aliento del chico la llena mientras sus manos firmes comprimen su pecho. 


—Tienes que despertar—Le susurra al reposar su frente sobre la de ella.


No puede sentir nada a pesar de lo profundo del contacto, su aliento aun esta cálido, cálido y fresco como una brisa de verano. 


Sus miedos se han materializado la absorbe entre sus brazos en un intento desesperado por sentir que aún respira, que aún hay algún vestigio de vida, que aún hay alguna chispa algo...


—Yo...—Ni siquiera puede decirlo—Las palabras se quedan atoradas en su garganta. 



Todo alrededor suyo en un caos. La besa en la frente y la suelta mientras los paramédicos intentan traerla de vuelta, de vuelta a él.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo 67




—El viene con migo—Mencionó Helena. Al extender hacia ella su pase de abordar.


Los ánimos caldeados de la mujer parecieron bajar como la espuma, al observarla con una sonrisa exageradamente amable.


Luego de darle un script memorizado se alejó dejándolos en paz.


El chico la siguió en silencio por el estrecho corredor hasta el final del vagón donde estaba su espacio.


La cortina mostaza de su reservado se cerró, mientras el silencio entre ambos se acrecentaba.


—¿Olvidaste algo?


—Sí, tú—Respondió el chico


Helena le retuvo la mirada el tiempo necesario para leer la expectativa que había en su rostro.Bajo la mirada al piso alfombrando completamente abrumada.
Tom sonrió mientras la observaba consumirse en sus pensamientos.


—Y que se supone que debo decir—Pensó en voz alta.


—No tienes que decir nada.


—Se supone que debo responder algo... Ella—Suspiró frustrada—Mi madre decía que cada vez que me daban un cumplido debía responder algo amable—


—No fue un cumplido.


—¡No puedo ver la diferencia!


Supo que había traspasado el límite al verla decir la última frase al borde del llanto, podía palpar la frustración que sentía al tratar de comprenderlo algo que para ella era imposible.


—No tienes que decir nada—Le dijo al traerla hacia él en un tono tranquilo.


Sus manos pálidas y cansadas se aferraron a la camisa del chico al esconder su rostro en su pecho.


Respiró lentamente dejándose embriagar por su aroma, dejándose embriagar por sus pensamientos y deseos que viajaban hasta ella por aquel extraño vínculo que se había formado entre ambos y se acrecentaba con el contacto.


—Olvídate de las malditas reglas—Su voz firme y fuerte le dejó saber que aquello no era una petición.


Con él podía dejar el libreto a un lado, podía dejar abrir el portillo que contenía todo lo que reprimía dentro de sí misma.


—No sabes nada sobre mi.


—Se lo suficiente—Le aclaro al alejarla de el para verla a los ojos—Yo no soy como ellos, no puedes alejarme tan fácil.


Tom le sonrió con suficiencia al halarla de su brazo para que tomara asiento.


La mirada del chico se perdió por la ventanilla y la de Helena se perdió en él.


Estaba mal, se repetía una y mil veces, estaba mal aceptar algo que no sabía si podía corresponder.


—No seas ridícula no necesito que me ames—Le dijo, al leer sus pensamientos.


—¡No lo hago!—Le respondió con cierto enfado—Yo...


—Me necesitas lo sé.


No había suficiencia ni siquiera una pizca de arrogancia en su sonrisa, era sincera y llena de satisfacción.


La misma que puede haber en un padre o hermano orgulloso a diferencia que él no es ninguno de los dos.


^^^^


El tren llego poco antes de la media noche, el frío que los abordo al llegar  era el típico de una desolada noche de invierno.


Luego de su atípica y larga conversación Helena parecía haberse quedado sin palabras.


Estaba cansada inclusive algo hastiada de todo. Un baño con agua fría algo de comida de su abuela y la cama era todo lo que deseaba.


Había tomado asiento sobre su equipaje mientras el chico había optado por mantenerse en pie.


Le parecía extraño que B-B se hubiese retrasado y mucho más que no le hubiese avisado.


Helena observo a Tom alejarse de ella en dirección hacia un tipo alto y moreno, un estrechón de manos un abrazo, un cruce de palabras para luego dirigir sus miradas hacia ella.


Tenía la piel aceitunada más unos profundos y maravillosos ojos amarillo miel.


—Helena—Llamó al dirigirse a ella.


< He conocido al príncipe de Persia! Tiene los ojos más maravilloso que he conocido después de ti> Cito literalmente en su cabeza un fragmento de la carta de B-B.


—Dastan—Susurró.


—Te ha hablado de mí.


—Un poco—Respondió al encogerse de hombros y tomar su equipaje.


Él le sonrió ampliamente dejándole ver una hilera de dientes blancos y perfectos. Su aspecto Mediterráneo y exótico no fue lo único que percibió.


Un olor a especies y a mar la embargo al estrechar su mano mientras una oleada de fragmentos de su vida irrumpía en sus pensamientos; estaba demasiado cansada para ahondar en ellos.


—Curioso—Dijo él—Cuán susceptible nos volvemos cuando la vemos a los ojos—


Helena lo observo una vez más (consciente de lo que su frase significa) para luego ingresar por la puerta del auto que mantenía abierta para ella.


El viaje hasta la casa de su abuela, en las afueras de París le resulto tortuosamente lento.


Podía verla por el espejo retrovisor, irritada e intranquila. Su frente golpeó el cristal con suavidad mientras sus ojos grises se ocultaban tras sus párpados. 


Si no estaba dormida lo fingía bastante bien pensó Tom, al verla mantenerse quieta lo que restaba del camino.


^^^^


Sus nudillos golpearon el cristal bruscamente; allí donde su respiración había empañado el cristal formando un círculo.


Sus ojos emergieron debajo de sus pestañas, sólo para observarlo reposar su cuerpo sobre la carrocería del auto.


Si no fuese porque lo conocía (al menos un poco) tendría la impresión de que no era más que uno de esos tipos, de los cuales solía tener cierto desprecio.


Demasiada confianza, demasiada arrogancia, demasiada superioridad enfrascada en un solo cuerpo.


Más Tom tenía lo suficiente de todo aquello, lo suficiente para irritarla y lo suficiente para llamar su atención más de lo que quería reconocer.


—No han nadie en casa—Preguntó al ingresar y encontrar todo en silencio.


—Tu abuela debe de estar en la huerta.


—¿A esta hora?


—B-B no se ha sentido bien—Mencionó Dastan algo inseguro.


Cuando quiso tranquilizarla al agregar que sólo eran náuseas Helena ya se encontraba enrumbada hacia las escaleras de aquella vieja granja.


Era lo poco que aún quedaba de su madre si algo llegaba a pasarle, pensó con el corazón retumbado en sus oídos.


La puerta de su habitación estaba abierta la tenue luz de su lámpara de noche iluminaba un poco el lugar.


—Traes más equipaje del que pensé—Dijo al verla llegar.


—No pude deshacerme de él—Respondió al encovarse de hombros. B-B sonrió.


—Quizás después de todo la abuela tiene razón, no podemos huir de aquello que la vida tiene para nosotros.


A pesar de que estaba cansada y que no quería absorber más nada, no puedo evitar percibir al abrazarla, aquella pequeña energía que flotaba dentro de su vientre.


—Eres feliz—Le preguntó Helena.


No entendía el porqué de sus palabras más al verla llevar su mirada en su vientre lo supo.


El sobré intacto con el resultado aún esperaba bajo su almohada.


—Tengo miedo—Respondió con hilo de voz.



—Yo también—Susurró al aferrarse aún más a ella.