miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo 67




—El viene con migo—Mencionó Helena. Al extender hacia ella su pase de abordar.


Los ánimos caldeados de la mujer parecieron bajar como la espuma, al observarla con una sonrisa exageradamente amable.


Luego de darle un script memorizado se alejó dejándolos en paz.


El chico la siguió en silencio por el estrecho corredor hasta el final del vagón donde estaba su espacio.


La cortina mostaza de su reservado se cerró, mientras el silencio entre ambos se acrecentaba.


—¿Olvidaste algo?


—Sí, tú—Respondió el chico


Helena le retuvo la mirada el tiempo necesario para leer la expectativa que había en su rostro.Bajo la mirada al piso alfombrando completamente abrumada.
Tom sonrió mientras la observaba consumirse en sus pensamientos.


—Y que se supone que debo decir—Pensó en voz alta.


—No tienes que decir nada.


—Se supone que debo responder algo... Ella—Suspiró frustrada—Mi madre decía que cada vez que me daban un cumplido debía responder algo amable—


—No fue un cumplido.


—¡No puedo ver la diferencia!


Supo que había traspasado el límite al verla decir la última frase al borde del llanto, podía palpar la frustración que sentía al tratar de comprenderlo algo que para ella era imposible.


—No tienes que decir nada—Le dijo al traerla hacia él en un tono tranquilo.


Sus manos pálidas y cansadas se aferraron a la camisa del chico al esconder su rostro en su pecho.


Respiró lentamente dejándose embriagar por su aroma, dejándose embriagar por sus pensamientos y deseos que viajaban hasta ella por aquel extraño vínculo que se había formado entre ambos y se acrecentaba con el contacto.


—Olvídate de las malditas reglas—Su voz firme y fuerte le dejó saber que aquello no era una petición.


Con él podía dejar el libreto a un lado, podía dejar abrir el portillo que contenía todo lo que reprimía dentro de sí misma.


—No sabes nada sobre mi.


—Se lo suficiente—Le aclaro al alejarla de el para verla a los ojos—Yo no soy como ellos, no puedes alejarme tan fácil.


Tom le sonrió con suficiencia al halarla de su brazo para que tomara asiento.


La mirada del chico se perdió por la ventanilla y la de Helena se perdió en él.


Estaba mal, se repetía una y mil veces, estaba mal aceptar algo que no sabía si podía corresponder.


—No seas ridícula no necesito que me ames—Le dijo, al leer sus pensamientos.


—¡No lo hago!—Le respondió con cierto enfado—Yo...


—Me necesitas lo sé.


No había suficiencia ni siquiera una pizca de arrogancia en su sonrisa, era sincera y llena de satisfacción.


La misma que puede haber en un padre o hermano orgulloso a diferencia que él no es ninguno de los dos.


^^^^


El tren llego poco antes de la media noche, el frío que los abordo al llegar  era el típico de una desolada noche de invierno.


Luego de su atípica y larga conversación Helena parecía haberse quedado sin palabras.


Estaba cansada inclusive algo hastiada de todo. Un baño con agua fría algo de comida de su abuela y la cama era todo lo que deseaba.


Había tomado asiento sobre su equipaje mientras el chico había optado por mantenerse en pie.


Le parecía extraño que B-B se hubiese retrasado y mucho más que no le hubiese avisado.


Helena observo a Tom alejarse de ella en dirección hacia un tipo alto y moreno, un estrechón de manos un abrazo, un cruce de palabras para luego dirigir sus miradas hacia ella.


Tenía la piel aceitunada más unos profundos y maravillosos ojos amarillo miel.


—Helena—Llamó al dirigirse a ella.


< He conocido al príncipe de Persia! Tiene los ojos más maravilloso que he conocido después de ti> Cito literalmente en su cabeza un fragmento de la carta de B-B.


—Dastan—Susurró.


—Te ha hablado de mí.


—Un poco—Respondió al encogerse de hombros y tomar su equipaje.


Él le sonrió ampliamente dejándole ver una hilera de dientes blancos y perfectos. Su aspecto Mediterráneo y exótico no fue lo único que percibió.


Un olor a especies y a mar la embargo al estrechar su mano mientras una oleada de fragmentos de su vida irrumpía en sus pensamientos; estaba demasiado cansada para ahondar en ellos.


—Curioso—Dijo él—Cuán susceptible nos volvemos cuando la vemos a los ojos—


Helena lo observo una vez más (consciente de lo que su frase significa) para luego ingresar por la puerta del auto que mantenía abierta para ella.


El viaje hasta la casa de su abuela, en las afueras de París le resulto tortuosamente lento.


Podía verla por el espejo retrovisor, irritada e intranquila. Su frente golpeó el cristal con suavidad mientras sus ojos grises se ocultaban tras sus párpados. 


Si no estaba dormida lo fingía bastante bien pensó Tom, al verla mantenerse quieta lo que restaba del camino.


^^^^


Sus nudillos golpearon el cristal bruscamente; allí donde su respiración había empañado el cristal formando un círculo.


Sus ojos emergieron debajo de sus pestañas, sólo para observarlo reposar su cuerpo sobre la carrocería del auto.


Si no fuese porque lo conocía (al menos un poco) tendría la impresión de que no era más que uno de esos tipos, de los cuales solía tener cierto desprecio.


Demasiada confianza, demasiada arrogancia, demasiada superioridad enfrascada en un solo cuerpo.


Más Tom tenía lo suficiente de todo aquello, lo suficiente para irritarla y lo suficiente para llamar su atención más de lo que quería reconocer.


—No han nadie en casa—Preguntó al ingresar y encontrar todo en silencio.


—Tu abuela debe de estar en la huerta.


—¿A esta hora?


—B-B no se ha sentido bien—Mencionó Dastan algo inseguro.


Cuando quiso tranquilizarla al agregar que sólo eran náuseas Helena ya se encontraba enrumbada hacia las escaleras de aquella vieja granja.


Era lo poco que aún quedaba de su madre si algo llegaba a pasarle, pensó con el corazón retumbado en sus oídos.


La puerta de su habitación estaba abierta la tenue luz de su lámpara de noche iluminaba un poco el lugar.


—Traes más equipaje del que pensé—Dijo al verla llegar.


—No pude deshacerme de él—Respondió al encovarse de hombros. B-B sonrió.


—Quizás después de todo la abuela tiene razón, no podemos huir de aquello que la vida tiene para nosotros.


A pesar de que estaba cansada y que no quería absorber más nada, no puedo evitar percibir al abrazarla, aquella pequeña energía que flotaba dentro de su vientre.


—Eres feliz—Le preguntó Helena.


No entendía el porqué de sus palabras más al verla llevar su mirada en su vientre lo supo.


El sobré intacto con el resultado aún esperaba bajo su almohada.


—Tengo miedo—Respondió con hilo de voz.



—Yo también—Susurró al aferrarse aún más a ella.

2 comentarios:

  1. Hace un millón de años de no te dejo un comentario por aquí.

    Me ha encantado! La música es hermosa casi me siento como Wallis tentada por sus encantos :)

    Espero el próximo anciosa

    Saludos

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    Respuestas
    1. Ya los extrañaba!

      Gracias por pasar también por aquí y comentar!

      Me alegró que te guste :)

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