—Papá—murmuro aún
somnolienta.
La poca luz que se
filtraba por las espesas cortinas púrpuras, la dejaron ver la figura de su
padre.
Sus manos
entrelazadas ocultaban su rostro.
—Vuelve a
dormir—murmuro al verla incorporarse.
—Lo siento... Yo.
—Supongo de debo ser
yo el que te proteja.
—Papa.
—Helena , duerme.
—Lo siento.
—Lo se, duerme.
Sus ojos oscuros fue
lo último que observo antes de quedarse de nuevo dormida.
Sentí profundamente
haberlo arrastrado de aquella manera, para mostrarle algo que jamás debía ser
revelado.
¿Protegerla? ¿Podía
acaso protegerla? Le resultaba irónico que aún en aquellos momentos a pesar de
todo ella aun continuaba haciéndolo.
"Funny how you're the broken ones
But I'm the only one who needed savingn"
El reloj marcaba las
cinco en punto cuando sus ojos se abrieron y de nuevo no estaba sola
en su habitación.
El perfume de jazmín
de su té mezclado con la escénica de sándalo que solía haber en su cabello la
recibió al despertar.
—Hola—Saludo B-B en
un susurro.—No quería despertarte, pero pensé que quizás querías beber algo—
—¿Cuanto llevo
dormida?
—No lo suficiente.
—Supongo que no te
quedas.
—Tengo que irme
pero... Puedes venir por mí esta noche.
—Supongo—río.
—Quiero que conozcas
a alguien—mencionó justo antes de salir de su habitación.
Aquella última frase
rondo por su cabeza por un tiempo hasta disolverse entre sus sueños.
Los pocos segundos
del primer semáforo en rojo tendrían que ser suficientes, para al menos domar
la maraña de cabello rubio que encumbraba mas allá de su rostro.
Parte de su ropa de
dormir, un viejo jeans desgastado y uno de sus abrigos negros debían ser
suficientes pensó al observarse en uno de los enormes espejos del restaurante.
Se condujo por el
pasillo hasta la parte trasera del lugar. La cocina, B-B y
cualquiera que fuese la persona que debía conocer esa noche, la esperan detrás
de aquellas dos enormes puertas de metal.
—¡Oh demonios lo
siento! ¿Estas bien?
El golpe en su cabeza
parecía ser lo único que importaba en aquel momento, una de sus pálidas manos
fue a parar en su frente mientras el chico se disculpaba una y otra vez y la
conducía hacia algún lugar.
—Déjame ver—Pidió el
chico, al colocar algo de hielo en el golpe.
—¿Tú eres Helena?—preguntó
curioso al observarla.
Quizás fue el hielo o
el hecho de escuchar su nombre pero por primera vez su vista y toda su atención
se centro en el.
—¡Oh por
Dios!—susurro perpleja antes de perderse en la mirada de aquel que la
observaba.
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