viernes, 19 de julio de 2013

Capítulo 32

                        

Helena no hacía otra cosa que observarlo perpleja, la amabilidad de sus ojos le resultaba tan... 

—¡Lo siento!—murmuro por lo alto.—De verdad lo siento—se disculpó de nuevo intentando inútilmente desviar su mirada inquisidora del chico.
—Es sólo que.
—Me parezco a alguien que conoces?
—¡Si!
—Descuida—sonrió—Me lo han dicho un par de veces.

Helena le devolvió la sonrisa aún algo aturdida, su cabeza parecía que iba a explotar de un momento a otro más aún así no podía dejar de observarlo.

Rubio de cabello desprolijo y corto, de piel blanca y facciones marcadas y de unos profundos ojos azules que solo la observaban.

Debía de estar loca, oh si, no podía haber otra explicación más que esa, se dijo a sí misma mientras se dejaba sentir extrañamente incómoda al sentir las manos del chico sobre su rostro.

Sostenía su barbilla con sumo cuidado mientras colocaba el hielo sobre su frente.

—Tu debes ser Helena.
—Como sabes mi nombre?
—Veo que ya se conocen—Menciono B-B al interrumpir sin dejar de observar a Helena—El es 
Caleb cariño.

El chico le sonrió de nuevo y se alejo al sentir que hacia mal tercio allí.Sus miradas parecían hablar un idioma que sólo ellas podían entender.

—Me gustan sus ojos.
—Lo se.

Su cabello rubio calló libremente cuando B-B deshizo aquella maraña de cabello.

—Me quede dormida.
—Ya veo—sonrió. 

La vista que tenía desde aquella ventana apenas si lograba distraer su atención. Su torcido acento escocés rebotaba por toda la habitación haciéndola cuestionarse severamente por que estaba allí.

Sentada sobre la encimera de la cocina, se limitaba sólo a ignorarlos.

—¿Vienes?
— ¿Donde?
—La mesa esta lista.
—No tengo hambre.
—Es una lástima.
—¿El que?
—La prepare especialmente para ti.

Su sonrisa de dientes blancos y su mano extendida hacia ella, terminaron de convencer a una Helena un tanto esquiva.

Un pequeño bol repleto de arroz blanco como una nube, vegetales verdes dulces y un tanto viscosos mas una tierna jugosa y extraordinaria  carne sazonada.

Aquello se distanciaba mucho de la comida insípida, pálida y hasta aburrida que solía comer la mayoría del tiempo.

Desde el incidente con su psiquiatra parecía estar mucho más susceptible a su ausencia, Helena devoro sin demora el contenido de aquel pequeño bol envuelta en una admosfera muy ajena a ella.

—¡Uh! Bien fue un gusto conocerte—murmuro Helena por lo bajó al despedirse del chico.
—Ojalá pudiese decirle lo mismo—Respondió el.
Sus ojos azules se sumergieron en los de ella que sólo lo observaba perpleja. La observo balbucear algo y el solo sonrió.
—Es sólo una broma... Helena. Creo que me gusta tu nombre ¿sabes?
—Eres extraño.
—¿Si? 
—Debo irme—susurro con cierta timidez mientras lo observaba por última vez.

Su mano fría sujeto la suya justo antes de salir por la puerta. Un leve tirón la giro hacia el, su nariz acaricio sus nudillos mientras Helena de nuevo solo lo observaba perpleja.

—¿Jazmín, te verde y...hierbabuena?
—Eres extraño— susurró.

Le hablaba como sí la conociera de toda la vida, sus bromas extrañas, la forma en que la observaba y... 

—¿Porque querías que lo conociera?—pregunto curiosa al ingresar al auto.
—Ha escuchado mucho sobre ti.
—¿Sobre mi? ¿Porqué le has hablado sobre mi?
—¿No lo recuerdas?
—¿Recordar?
—Habla con Ginger sobre eso.


Helena prácticamente la fulminó con la mirada, mientras su pie sobre el acelerador se hundía cada vez más.

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