sábado, 28 de septiembre de 2013

Capítulo 37





Lo supo desde el primer momento que la vio colgando de la puerta del estudio, no solía aparecerse por allí sin razón alguna.

Sus palabras no habían sido claras, pero al ver su habitación sin su presencia todo parecía tener sentido.

Algo de su ropa, mucho de sus libros, alguna que otra cosa y ella ya no estaban.

Sabía que no iba a permanecer por siempre a su lado, pero sus escasas y extrañas palabras no lo habían preparado para ello.

La casa no iba a ser lo mismo sin Helena, el no sería el mismo sin ella.

El timbre resonó en su interior lo suficiente para hacerla perder la paciencia.

La puerta al fin se abrió dejando ver a un pequeño no mayor de seis años.

Sus pequeños ojos luminosos se centraron en ella.

—Hola—Saludo en un leve susurro. Al ponerse a la misma altura del chico.—Me recuerdas? 

Pronto sus manos acariciaron el cabello despeinado del niño mientras recordaba la última vez que lo había visto.

Su madre pronto apareció en busca del pequeño en el luminoso recibidor, sorprendiendose de verla allí, sorprendiendose de verla sola.

La recibió con un abrazó mientras la conducía al interior de la casa.

Su pequeña mano cálida se mantuvo entre la suya las casi quince cuadras que la separaban de su lugar de destino.

No fue necesario que su madre le hablará en el camino de ello, lo supo casi de inmediato al ver aquella divina mirada que le dedicaba cada vez que la observaba.

Una tarjeta postal de central park en blanco, apareció en su correspondencia un mes después de su partida.

Hubiese deseado algunas palabras en ella, un "estoy bien" o similar, hubiese bastado para calmar la ansiedad que había ocasionado su partida.

Era pronto para involucrarlo? Se cuestiono mientras colocaba la tarjeta dentro del sobre.

Le tomo algunos minutos comprender por que su padre le había enviado una tarjeta postal en blanco.

Aquellos acertijos extraños no era algo que el acostumbrara hacer. Una pequeña luz se encendió dentro de el al percibir el sutil perfume que desprendía.

El vacío en su estómago se hizo vertiginoso al recordar las últimas palabras que había escuchado de su madre.

Edward no estaba preparado aún y jamás lo estaría; Helena era una gran parte de su vida que no estaba dispuesto a dejar ir.

Había enmudecido por completo y su rostro competía con el pálido blanco de las paredes de lugar.

—Helena—Murmuro, antes de que alguno de los dos preguntase algo.

Su solo nombre bastaba para comprender sus cambios de humor, su silencio o el temor que se apoderaba de su rostro.

—Escocia—menciono segundos después. —Creo que puedo encontrarles un lugar.

Escocia era el destino que ambos habían seleccionado para alejarse de todo. Una temporada, dos quizás, no lo sabían y tampoco les preocupaba.

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