viernes, 25 de octubre de 2013

Capítulo 41

                        

Había logrado inquietarla desde la primera vez que escucho su voz al otro lado del teléfono. La imagen que había construido en su cabeza luego de varias y tendidas conversaciones se vino abajo cuando lo vio atravesar el lugar.
Era... Joven mucho más de lo que esperaba, con un look de chico californiano desenfadado y bastante atractivo. El tipo de hombre que atraía las miradas hasta la más desinteresada e incrédula de ellas.

Helena lo observo acercarse a una de las camareras para preguntar algo, para luego desviar su mirada hacia ella. Una perfecta y blanca hilera de dientes se vislumbro tras una sonrisa.

De piel ligeramente bronceada, cabello rubio, largo y algo decolorado por el sol. Y de unos luminosos y muy familiares ojos verdes.

—Es un placer conocerla—Mencionó, al extender una de sus manos hacia ella—Al fin—agrego aún sorprendido.

Ninguno de los dos al menos a primera vista resulto ser lo que esperaban. Helena había imaginado a un hombre algo mayor, serio, exquisitamente educado y algo anticuado. 

De gustos excéntricos y algo extraños para interesarse tanto en su trabajo. Aunque sólo en lo primero había fallado. Y ella bueno... Resulto ser el ser más extraño y fascinante que había conocido en su existencia.

—¿Puedo invitarla a cenar?—pregunto mientras la acompañaba a la puerta de su hotel.

La poca más de media hora que había agendado para su encuentro, había resultado ser insuficiente.  Tanto así que había insistido en conducirla hasta su hotel para continuar finiquitando los detalles.

—¿Mañana por la noche si le parece?

—Esta bien.

—Enviare a alguien por usted—concluyo al despedirse.

Era demasiado joven para ser tan correcto o bien ocultaba perfectamente su edad tras su barba de tres días y rostro perfecto.

Helena lo observo perderse dentro de su Bentley gris mientras dejaba escapar la sonrisa que había contenido desde que lo vio llegar al lugar.

La había conocido la noche en que Tom había decidido desaparecer sin decir palabra alguna del bar. Divertida y desenfadada bastaron unas cuantas semanas para que su relación con el se hiciera cercana.

La particular fotografía que colgaba de una de las paredes del vestíbulo principal había llamado su atención, no recordaba verla la vez anterior que había estado allí.

Era imposible pasarla por alto, aquella pálida chica de enormes ojos azules un tanto bizarros.

Su cuello desnudo y largo, su cabello rubio casi pálido lo invitaba a detenerse hasta perderse dentro del retrato.

—Son de mi hermano—Menciono en tono de disculpa—Todas ellas—Agrego mientras señalaba con la mirada el resto de la habitación.

—Solo espero que no sea tan extraña como sus fotografías—Murmuro para sí misma entre dientes.

Bill sólo le sonrió y continúo observándolas.

El cigarro se consumía entre sus labios despacio, mientras el frío de la noche otoñal le helaba la piel y algo más.

De sus labios salió un ligero gruñido al observarla acercarse a toda prisa.

La mayoría del tiempo solía agradarle su compañía pero había momentos en los que no estaba dispuesto a saciar su déficit de atención.

Arrebato de su boca el cigarro para luego llevarlo a sus labios teñidos de rojo pasión.

El chico le dio un ligero vistazo que denotaba enfado, para luego recorrerla con la mirada de arriba a abajo.

Era bonita demasiado... Americanizada quizás, pero bonita, aunque sus encantos y sus ojos verdes luminosos no eran suficientes para aligerar el humor del chico.

De las mil y un palabras que escupió en dos minutos lo único que le interesó fue saber por que Helena estaba allí.

—Supongo que ella es la "artista"—Menciono con algo de sarcasmo.

Desde la terraza donde se encontraban la habían podido ver recorrer el vestíbulo en compañía del chico de cabello largo.

—¿No?—murmuro para sí mismo mientras se divertida de antemano al imaginar su rostro pálido y desencajado.

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