viernes, 10 de enero de 2014

Capítulo 62




El frío invernal se colaba hasta sus huesos haciendo que el dolor que aún quedaba en él se acrecentara. Tom le dio un largo trago a su taza de café en un intento por retrasar su salida al jardín.

Un grueso y desgastado sweater abrigo el torso del chico mientras se encaminaba al exterior. Tomo asiento junto a Helena que observaba entretenida los primeros vestigios de nieve de la temporada.

—¿Tienes más de esas pastillas?—Preguntó al llevar una de sus manos a sus costillas.

Le respondió con una ligera sonrisa sin quitar la vista de las pequeñas escamas de nieve que habían entre sus manos.

Helena sacudió sus manos sobre su ropa y hurgo en sus bolsillos en busca del frasco con medicamento.

—No deberías preocuparte tanto por mí. Se cuidarme bien—Le dijo al sentir su mirada sobre ella.

Helena buscó la calidez de sus ojos y se sumergió en ella, la voz silenciosa de sus mirada plata le dejo saber algo que su voz apagada no le podía dar.

Estaba buscando respuestas en el lugar equivocado, allí bajo aquel manto extraño y hermoso estaba la verdad.

—No tienes que hablar de ello si no quieres.

—No me molesta, me molesta que la gente me mire como si estuviese loca y no me diese cuenta—Dijo con enfado como si recordase algo—Además lo prometí—Agrego sería.

Tom sonríe y la observa se detiene en su rostro delicado e inocente. Mientras intenta descifrar donde oculta esta esa otra parte suya, ese otro ser frenético que se niega aún a darle rienda suelta.

—¿Y bien?—Le escucho decir. En un intento de alejar sus ojos castaños de ella.

—Salimos—Menciona el chico. Con esa sonrisa que Helena detesta.

—No me apetece hacerlo, además... No es una pregunta o ¿Si?—Se detiene a preguntar algo que es obvio.

—No

Tom le sonríe de nuevo mientras la arrastra con el al interior de la casa. Se decepciona un poco al sentir que sus largos dedos fríos no le transmiten más que eso... Frío.

Helena se arma de valor al bajar las escaleras de la entrada principal, el chico la espera en su motocicleta abrigado con su chaqueta de cuero y el casco en su regazo.

—No lo quiero—Le dice al negarse a usarlo.

—Helena—Insiste el chico.

—Me hace sentir claustrofobia—Le confiesa al trenzar su cabello en una larga cola de pez.

Es testaruda y lo sabe antes de perder tiempo en una discusión sobre quien tiene la razón prefiere por esta vez dejarlo pasar. El motor se enciende rompiendo con el silencio que reina en el lugar.

Antes de que pueda advertirle y como si de alguna manera pudiese leer su mente Helena se aferra suavemente a sus hombros dejando su torso aún adolorado en libertad.


Por primera vez la siente tranquila como si estuviese dormida o como si hubiese drenado en él una parte de su oscuro y pesado mundo.

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