Era como si abandonase su cuerpo y se
dejase llevar dentro de aquel rayo silencioso que viajaba dentro del chico.
Se sentía extraño irrumpir en él de
aquella manera más tampoco podía hacer mucho para evitarlo
Cuando al fin todo término el cuerpo del
Tom cayó sobre Helena sin que esta pudiese hacer más que sujetarlo a duras
penas y acomodarlo en su regazo.
Bill había cargado con el hasta su
habitación, lo había metido en su cama sin cuestionarle o pedirle una explicación
de lo ocurrido.
Le parecía innecesario, el gesto en su
rostro la delataba, parecía que en cualquier momento rompería en llanto y le
confesaría como lo haría una pequeña niña su travesura.
—¿Me puedo quedar?—Pidió Helena.
—Creo que va a dormir por un buen tiempo
pero si quieres hacerlo.
Bill le dio un último vistazo a su
hermano que dormía plácidamente sin ningún daño aparente.
—¿Helena?
—Si
—¿Estas bien? ¿Quieres algo?
La observo negar con su cabeza mientras
tomaba asiento en una de las sillas junto a la ventana.
Su habitación estaba ordenada y limpia,
olía a velas perfumadas, a incienso y cigarro. Su perro Max y su guitarra eran
las únicas pertenencias visibles en la habitación.
En otra ocasión quizás deambularía por
el lugar observando todo, más lo único que deseaba en ese momento era que
despertase.
Aunque eso significara tener que explicar
lo que había ocurrido. Su intención no era hacerle daño ni mucho menos
involucrarlo en algo que sólo le pertenecía a ella.
Pero de alguna u otra manera algo de lo
mucho que guardaba para sí misma lo había trasmitido a el y viceversa.
Tan pronto sus ojos se abrieron lo
sintió, como si el peso del mundo entero hubiese caído sobre él. Su pecho se
comprimió en un intento de llevar airé a sus pulmones.
Sus ojos marrones distinguieron entre
las sombras su figura amontonada en la vieja silla junto a la ventana.
Gruño de dolor al intentar incorporarse
haciendo que Helena despertara del trance en el que se encontraba.
Sus ojos grises brillaron en la penumbra
de su habitación haciéndolo olvidar por un momento el dolor que lo recorría
hasta las puntas de su cabello.
—¿Estas bien?—Le preguntó temerosa en la
oscuridad.
La luz de la lámpara junto a su cama
ilumino el rostro pálido de Helena que lo observaba como si fuese un milagro
que estuviese vivo.
Poco a poco las imágenes de lo ocurrido
se fueron aglutinando para después fluir como el agua.
—Demonios Helena que fue eso?—Preguntó
al recordarlo todo.
Sus dedos fríos e indecisión rozaron su
frente delicadamente, haciendo que los vellos de su brazo y de su cuello se
erizarán ante la energía de Helena.
—Lo siento—Mencionó al romper el
contacto con el chico.
Se sorprendió que aún quedara algo en
ella y guardo dentro de sus bolsillos sus manos.
—¿Quieres algo?
—Agua—Gruño ahogando el dolor.
El líquido fresco apaciguo su garganta
más no la necesidad de saber que había ocurrido.
—Debes descansar.
—Necesito saber.
—Lo harás pero antes debes de dormir, te
sentirás peor dentro de unas horas.
La última vez que algo así había
ocurrido Edward había tardado tres días en despertar y al hacerlo poco o nada
podía recordar.
Helena dejo caer sobre su mano extendida
un par de pastillas, guardo el frasco
dentro de su bolsillo y lo observo.
—Es para el dolor—Mencionó y al verlo
dudar llevo una de sus manos a su hombro—Fractura triple expuesta, aún duele
como la primera vez.
—Y en el invierno y cuando hay luna
llena—Agregó—Lo se me rompí el brazo dos veces.
—Bien duerme—Susurró al apagar la luz de
su mesa de noche.
—Helena.
—¿Si?
El chico busco los dedos de ella en la
penumbra, los retuvo entre los suyos a la espera de aquel escalofrío que le
causaba un extraño placer. Sonrió al ver su gesto, lleno de sorpresa quizás o
algo más, algo más que no pudo identificar.
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