lunes, 16 de diciembre de 2013

Capítulo 55


                             



El piso crujió bajo sus pies al acortar la distancia que lo separaba de ella.

El pulgar del chico acaricio los nudillos fríos de Helena, que al parecer se había quedado dormida más pronto de lo que esperaba.

El colchón de la cama cedió ante el peso de Tom que intentaba no despertarla. Y cual era su plan? Quedarse junto a ella hasta que empezara a roncar.

No pudo evitar reírse ante la imagen mientras volvía a repetir el movimiento con su pulgar una, otra y otra vez...

Esa noche no hubo insomnio, ni pesadillas, ni temores, ni angustias ni fantasmas del pasado.
Fue una noche extraña, calma, de sueño profundo y reparador.

—¿Me sueltas?—Su voz sonó en un susurro lejano. Como sí el viento trajese a sus oídos el eco de su voz.

El sueño le impedía abrir lo ojos lo alejaba de la realidad para acercarlo a un lugar extraño, a un lugar lejano.

—¿Me sueltas?—Escucho de nuevo. En medio de la bruma, la neblina y el olor a mar.

La yema de sus dedos se posicionó en una de sus mejillas, lo tocaba con cuidado mientras experimentaba aquella sensación que hormigueaba en esa pequeña porción de su piel.

Sus ojos castaños se abrieron se posaron en ella para luego volverse a cerrar.

Su aliento cálido la acaricio cuando el chico suspiro pesadamente. Lo escucho gruñir mientras se revolvía bajo las sábanas.

—Me sueltas?—Le pidió Helena de nuevo.

—¿Que?—Masculló adormilado.

Cuando por fin abrió sus ojos se encontró con su gesto ligeramente irritado.

Su agarre apenas si le había permitido moverse, Tom la libero del peso de su cuerpo con una sonrisa algo burlona.

—Espero que hayas dormido... Bien—Sentencio Helena tras perderse dentro del baño.

Necesitaba ver sus ojos para determinar cual era el verdadero trasfondo de aquella frase. El sarcasmo que había en su voz no le era suficiente.

El olor a nicotina mezclado con su aroma se había impregnado en ella, dejando una sensación algo pegajosa.

Supuso que había tenido calor por la noche o su temperatura había aumentado unos cuantos grados al tenerlo tan cerca.

No era nada que un buen baño no pudiese borrar más aquella sensación, aquella que se había albergado bajo su piel tardaría un poco más.

No sabía si odiaba más su parte espontánea esa que lo llevaba a actuar por instinto o esa nueva parte suya, esa que analizaba de más, que pensaba de más y que le había trasmitido.

Helena sentía su cabeza palpitar al haber absorbido como si se tratase de una esponja cada una de sus emociones.

Era complejo, impenetrable tan difícil de leer. No sabía cuantas veces de había roto la cabeza tratando de entenderlo.

Supuso que jamás lo lograría cada día encontraba algo nuevo, una pieza más de aquel remolino de emociones que era el chico.

Supuso que esa era quizás la razón principal por la cual Eleonor lo detestaba. Su solo presencia solía relegarla, solía quitarle el poder que ejercía sobre ella.


Helena solía sentirse libre de su presencia para enfrascarse, sumergirse y perderse en aquella hermosa mirada castaña.

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