Helena había llegado a él con la advertencia
bajo su brazo, más nada de lo que ella y los demás le advirtiesen podían
mantenerlo alejado.
Era demasiado testarudo e inclusive hasta
orgulloso para darse por vencido y dejar a un lado aquel impulso que palpitaba
bajo su piel.
De nuevo se encontraba buscando su presencia,
haciéndole caso como chico obediente a aquel grito silencioso que sólo el podía
percibir.
El olor a jazmín aún colgaba de las paredes
de la habitación como si ella se encontrase allí.
Casi podía verla... Su figura delgada y
pequeña junto a la ventana de su habitación, con la mirada puesta en el gélido
mar plata que estaba más allá de su ventana.
No tardo mucho en encontrar a Eleonor sobre
su cama.
Observo su rostro joven de facciones redondas
y sus pequeños y rasgados ojos verdes.
—Se siente como tú—Murmuró en un susurro al
verla llegar.
Sus dedos pálidos se paralizaron sobre los
botones de su abrigo al escucharlo.
Helena atravesó el umbral de su habitación
sin saber muy bien que decir o como actuar.
—Hay comida en la cocina, si tienes hambre—Le
escucho decir mientras se adentraba al cuarto de baño.
^^^^
Le había dicho todo lo que sabía sobre el sin
ni siquiera preguntar por qué lo hacía.
No necesitaba que B-B lo dijese sabía que
debía tenerle aprecio y quizás algo más para mantenerlo a su lado.
Era demasiado quisquillosa y solitaria lo
había notado casi desde la primera vez.
Caleb era primera persona que le había
conocido, la primera persona que podía catalogar como su "amigo".
Era un tipo extraño, algo aburrido y por lo
que había comprobado esa noche sabía cocinar bien, tanto que parecía complacer
el paladar exigente de Helena.
La observo devorar su tazón de arroz blanco y
judías verdes bañadas en salsa de joya sin chistar ni una sola vez.
No tardo demasiado en saber que Bill había
sido el de la idea, le había tomado cariño, se había convertido en su pequeña y
extraña muñeca.
Y no es que le molestará su presencia solo se
le hacía difícil ver que quizás después de todo él no era el único que le hacía
bien.
Se veía cómoda hasta relajada vestida con un
ligero y corto vestido blanco. Uno de sus pies descalzos acariciaba lentamente
el viejo piso de madera.
Helena junto con Bill se habían hecho cargo
de los platos mientras el y el chico fumaba en las afueras de la cocina.
Se preguntó si al igual que él le
recriminaba, al notar el humo espeso que se había formado a su alrededor.
Justo cuando había decidido romper el
silencio con alguna frase estúpida escucho el cristal romperse y a su hermano
maldecir por lo alto.
La imagen del abrecartas y el sonido al
rasgar su piel se coló entre sus pensamientos mientras entraba por la puerta
seguido de Caleb.
Helena parecía haberse quedado en blanco,
agradecía no sentir ya más nada. Las voces a su alrededor zumbaban como avispas
preocupadas por algo que ella parecía no comprender.
Lo único que logró aislarla de su cierre
voluntario fue sentir sus manos cálidas sujetarla.
La había tomado con cuidado como siempre la
hacía, para conducirla fuera del cristal roto.
Su vestido manchado de sangre había ido a
parar al bote de la ropa sucia. La herida en su mano se había cerrado y estaba
limpia.
Se había encargado de ella, había reparado su
desastre más ella continuaba allí observando en silencio.
—¿Helena?—Llamó en un intento de romper su
monotonía.
—¿Caleb?—Preguntó y no era precisamente lo
que quería escuchar pero al menos había hablado.
—Bill lo llevo a casa—Respondió. Al dejar en
sus manos un par de pastillas y un vaso con agua.
Helena las bebió casi al mismo tiempo que el
interruptor apagaba la luz.
—El efecto no es inmediato—La escuchó
murmurar en la oscuridad.
—¿Quieres que me quede?
Verla encogerse de hombros era un si o un no?
Se preguntó mientras encendía la luz de nuevo.
Se dejó caer sobre una silla junto a su cama
mientras ella llevaba sus piernas a su pecho y se acostaba de lado.
Su mirada gris lo recorrió unas cuantas veces
más antes de sucumbir.
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