lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 59

                             


Se había dado una pausa para buscar algo fuerte de beber, necesitaba un trago o mínimo un café bien cargado.

No podía alejar sus pensamientos de sus palabras para concentrarse en el trabajo.

Dejo a Bill a cargo de la pequeña reunión que tenían para bajar hasta la cocina y aclarar su cabeza.

La observo moverse por la cocina descalza mientras se preparaba algo de té, no pudo evitar pensar que aquella extrañaba criatura podría llegar a hacerle daño.

Era absurdo que podía hacerle Helena que no le hubiese hecho ya. Ella misma había mantenido la distancia para que las cosas siguiesen de la misma manera.

Y para Tom todo aquello era como un juego, como si el fuese un gato y el ella el pequeño ratoncillo que se escabullía a su alrededor.

—¿Estas bien?—Le preguntó al notar las manchas rojas en el piso.

Helena se giró hacia el, dejando ver su hombro empapado de sangre.

Parecía que no se había dado cuenta de lo que ocurría al ver el rostro del chico al tomar una toalla para hacer presión sobre su vieja herida.

—No tengo nada—Mencionó tranquila al alejarse de el.

—Estas sangrando.

—¿Que?

Helena palideció bajo su mirada castaña, esto no podía estar sucediendo, pensó al sentir sus dedos bañados de aquel cálido líquido.

—No es nada—Susurró antes de salir.

Subió corriendo las escaleras para encerrarse en su cuarto de baño, se sujetó del lavabo mientras intentaba encontrar valor dentro de ella misma para mirarse en el espejo.

El ligero jersey que la cubría cayo por su hombro empapado de sangre, para dejar ver su piel pálida marcada con una delgada y blancuzca cicatriz, su cicatriz estaba intacta.

Sus dedos pálidos la recorrieron en un intento de comprobar que todo aquello no era más que un juego su juego.

—¡Helena abre!—Casi gritó el chico al golpear bruscamente la puerta.—¡Abre!—Exigió de nuevo furioso.

El jersey que la cubría fue a parar al bote de la ropa sucia, Helena se cubrió con una enorme blusa ligera y salió.

Toda la paciencia que le había tenido durante tanto tiempo había acabado lo supo al sentir su mirada castaña golpearla de la misma manera que ella lo había hecho.

—No es nada—Se atrevió a decir con la voz entrecortada.

Sintió el roce de su piel golpearla al entrar al baño en busca de algo.

—¿Que mierda es esto?—Preguntó al salir, con la prenda limpia en su mano.

Respiró profundo e intentó calmarse al verla hacerse pequeña ante el sonido de su voz. Por vez primera lo entendía, ahora estaba el en sus zapatos, ahora sentía lo que tantas veces Edward le había hablado.

La retuvo con fuerza al verla intentar irse. La giro hacia el olvidando el maldito cuidado que había tenido para con ella.

Necesitaba una respuesta sus ojos castaños se lo exigían, su agarre le quemaba la piel más eso no sería suficiente para que la dejara ir.

Su mirada gris se perdió en su pecho, en los movimientos acelerados de su respiración.

La tela cedió ante sus dedos dejando al descubierto su hombro. Su agarre se suavizo al verla y no pudo evitar el escalofrío que la recorrió al sentir la calidez de sus dedos al recorrer su cicatriz.

Tom sonrió al verla hacerse pequeña ante su tacto y tampoco pudo evitar aproximarse más a ella al percibir el particular perfume de su piel.

Su nariz subió lentamente desde su hombro hasta su cuello acariciando de vez en cuando su fría piel.

—Acaso no lo entiendes... Ella esta jugando contigo—Le susurró.


Aquel golpe de seguridad la ayudo a soltarse de él, la ayudo a salir ilesa de aquella habitación, de aquella situación, de aquella casa.

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