—No me voy a subirme en eso—Refunfuño Helena
al observar la motocicleta.
Le escuchó suspirar irritado al darle el
chico del parking algo de propina.
Espero que estuviesen solos para dedicarle
una mirada que le hacía saber que era capaz de hacerla subirla a la fuerza si
era necesario.
Tom tomo asiento y se colocó el casco para
luego extender su mano hacia Helena.
Sus labios rosa pálido se entreabrieron en un
intento por imponer su voluntad, más no lo hizo.
Por cuenta propia subió a la motocicleta
esperando pronto estar en casa.
—¿Satisfecho?
—Aún no—Masculló por lo bajo, sin que está lo
escuchara.
Sus manos sujetaron sus brazos con cuidado,
para halarlas y envolverlas alrededor de su torso.
La presión de sus dedos en su chaqueta se
hizo notar en la primera recta, casi podía sentir su corazón palpitar al sentir
su pecho contra su espalda.
Hacia falta algo más que un casco para
hacerla sentir segura, no tuvo más opción que aferrarse al chico como si su
vida dependiera de ello.
Murmuró por lo bajó algo en francés al verlo
detenerse a la orilla de la carretera.
—Espera—Dijo Tom al verla querer bajar.
—Demonios Helena ¡Espera!—Dijo exasperado alzando un poco la voz.
El tacón de su bota se había atorado en el
arrancador, al querer casi tirarse de la motocicleta.
El chico la sostuvo con fuerza mientras su
mano derecha la liberaba.
¿Estaba molesta o nerviosa? No podía
determinarlo. Se soltó de su agarre envuelta en un escalofrío para caminar sin
rumbo alejándose de el.
—No seas ridícula a donde vas?—La sonrisa que
había en su rostro desapareció al verla aproximarse hacia él.
—No soy ridícula! Yo...—Suspiró—No me gustan
las motocicletas— Agregó en un susurró inaudible.
En su mirada gris había algo más que molestia
o nervios había... Miedo.
Sus ojos grises estaban cargados de miedo e
inseguridad cuando desvió su mirada para observar a la nada.
—Quédate aquí—Le pidió al señalar el borde de
la calzada.
Helena le obedeció más por que sentía que en
cualquier momento lo poco que había en su estómago terminaría a sus pies.
Se dejó caer sobre la calzada mientras el
chico cruzaba la calle para entrar en uno de los locales.
Papas fritas, trocitos de pescado rebosado,
vinagre sal y té. Helena mordisqueaba de a poco y en silencio el contenido de
la bolsa de papel madera, ante la mirada curiosa del chico.
Se había calmado casi desde el primer
mordisco.
—Tengo vértigo—Le confesó aún con la boquilla
de su vaso de té pegada a los labios.—No es gracioso—Le recriminó al verlo de
nuevo reír—Un minuto más y hubieses quedado cubierto de vómito—Le dijo mientras
tomaba con la punta de sus dedos su chaqueta.
Tom río de nuevo, divertido con aquella
Helena ingeniosa que se le revelaba de a poco.
—¿Quieres hacer algo?—Le preguntó.
—Ir a casa.
—Es temprano aún para regresar.
Helena lo observo con detenimiento mientras
se daba cuanta de que regresar (sana y salva) quizás no era una opción viable.
—Entre todo sus gustos extraños estaba
yo—Susurró para si misma.
—Supongo—Sonrió—Que eres encantadora cuanto
te lo propones—
Helena rodó los ojos mientras aceptaba la
mano le chico. Se dejó conducir y por primera vez en mucho tiempo confió en
alguien que no fuese ella misma.
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