lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 57

                         


—No me voy a subirme en eso—Refunfuño Helena al observar la motocicleta.

Le escuchó suspirar irritado al darle el chico del parking algo de propina.

Espero que estuviesen solos para dedicarle una mirada que le hacía saber que era capaz de hacerla subirla a la fuerza si era necesario.

Tom tomo asiento y se colocó el casco para luego extender su mano hacia Helena.

Sus labios rosa pálido se entreabrieron en un intento por imponer su voluntad, más no lo hizo.

Por cuenta propia subió a la motocicleta esperando pronto estar en casa.

—¿Satisfecho?

—Aún no—Masculló por lo bajo, sin que está lo escuchara.

Sus manos sujetaron sus brazos con cuidado, para halarlas y envolverlas alrededor de su torso.

La presión de sus dedos en su chaqueta se hizo notar en la primera recta, casi podía sentir su corazón palpitar al sentir su pecho contra su espalda.

Hacia falta algo más que un casco para hacerla sentir segura, no tuvo más opción que aferrarse al chico como si su vida dependiera de ello.

Murmuró por lo bajó algo en francés al verlo detenerse a la orilla de la carretera.

—Espera—Dijo Tom al verla querer bajar. —Demonios Helena ¡Espera!—Dijo exasperado alzando un poco la voz.

El tacón de su bota se había atorado en el arrancador, al querer casi tirarse de la motocicleta.

El chico la sostuvo con fuerza mientras su mano derecha la liberaba.

¿Estaba molesta o nerviosa? No podía determinarlo. Se soltó de su agarre envuelta en un escalofrío para caminar sin rumbo alejándose de el.

—No seas ridícula a donde vas?—La sonrisa que había en su rostro desapareció al verla aproximarse hacia él.

—No soy ridícula! Yo...—Suspiró—No me gustan las motocicletas— Agregó en un susurró inaudible.

En su mirada gris había algo más que molestia o nervios había... Miedo.

Sus ojos grises estaban cargados de miedo e inseguridad cuando desvió su mirada para observar a la nada.

—Quédate aquí—Le pidió al señalar el borde de la calzada.

Helena le obedeció más por que sentía que en cualquier momento lo poco que había en su estómago terminaría a sus pies.

Se dejó caer sobre la calzada mientras el chico cruzaba la calle para entrar en uno de los locales.

Papas fritas, trocitos de pescado rebosado, vinagre sal y té. Helena mordisqueaba de a poco y en silencio el contenido de la bolsa de papel madera, ante la mirada curiosa del chico.
Se había calmado casi desde el primer mordisco.

—Tengo vértigo—Le confesó aún con la boquilla de su vaso de té pegada a los labios.—No es gracioso—Le recriminó al verlo de nuevo reír—Un minuto más y hubieses quedado cubierto de vómito—Le dijo mientras tomaba con la punta de sus dedos su chaqueta.

Tom río de nuevo, divertido con aquella Helena ingeniosa que se le revelaba de a poco.

—¿Quieres hacer algo?—Le preguntó.

—Ir a casa.

—Es temprano aún para regresar.

Helena lo observo con detenimiento mientras se daba cuanta de que regresar (sana y salva) quizás no era una opción viable.

—Entre todo sus gustos extraños estaba yo—Susurró para si misma.

—Supongo—Sonrió—Que eres encantadora cuanto te lo propones—


Helena rodó los ojos mientras aceptaba la mano le chico. Se dejó conducir y por primera vez en mucho tiempo confió en alguien que no fuese ella misma.

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