lunes, 2 de diciembre de 2013

Capítulo 52

                     


Esa era la razón por la cual hacia todo aquello, porque ella lo necesitaba?

La única persona que había necesitado en su vida había sido su madre y no había tenido la necesidad de hacerlo de nuevo por alguien más tras su muerte.

Y quizás era mejor seguir así, necesitarlo era sinónimo de involucrarlo. 

E involucrarlo era sinónimo de arrastrarlo aquel mundo suyo y nadie salía ileso una vez que entraba allí.

—Helena—Dijo el chico por lo bajó. En un intento de hacerla entrar en sí.

Su scone junto con el bagel habían ido a parar al bote de la basura, se encontró sentada sobre la piedra fría del asiento del parque. 

—Es complicado no? Siempre lo es.

Pudo reconocer algo de empatía en sus palabras como si supiese exactamente en que pensaba.

—Lo supe cuando lo conocí. Valla espécimen

Helena río divertida mientras transaba círculos  en su vaso de té.

Algo de sentido común y la mirada tosca que le dirigió cuando preguntó por ella le bastaron para saberlo.

Helena poseía esa extraña y engañosa fragilidad que desataba protegerla de algo, de alguien, de ella misma.
                          
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Había trabajado en su idea por horas enfrascada en aquella habitación, intentaba plasmar en el papel aquel complejo y oscuro ser.

Capturar en sus fotografías la escénica y el alma de la persona que tenía al frente resultaba ser menos trabajoso.

Más aquello era diferente, era casi como desnudarse a sí misma, exponer ante la mirada de los demás aquello que se había empeñado en ocultar.

Escuchar sus pasos detrás suyo al bajar la escalera la devolvieron a la realidad. 

Helena sintió el cuero de su chaqueta golpearla con suavidad mientras la colocaba en su sitió.

Cruzo unas cuantas palabras que olvido de inmediato al sumergirse en su mirada castaña.

—Nos vemos—Logro decir mientras su aroma se impregnaba sobre su mejilla. 

Un beso sonoro, su mejilla fría, el sonido de las llaves, sus pasos sobre el viejo piso y luego nada.

Sus ojos volvían a cegarse, su mente volvía a dominarla arrastrandola al interior de sus más oscuros secretos.

La sensación de vacío y desolación lo recibió tan pronto la puerta se cerró tras el.

Había salido tan solo unos minutos para tomar airé más sentía que habían pasado años desde la última vez que había estado allí.

Fue encendiendo luces a su paso mientras se encaminaba del recibidor a la cocina.

La hoja afilada brillaba entre sus dedos al recibir la poca luz que se filtraba del exterior.

De plata pura y empuñadura empedrada bailaba ligera entre sus pálidos dedos.

La observo por un momento antes de encender la luz, supo que le había incomodado al observarla entrecerrar sus ojos mientras dirigía su mirada hacia el.

Había hecho ya un pequeño agujero sobre la madera al hacerla girar una y otra vez entre sus dedos.

El sobre vacío con dirección alemana y a nombre de B-B yacía sobre el granito de la encimera.

—Cuando llego?—Preguntó Tom. Al dirigirse hacia Helena con el sobre en las manos.

Su mirada se mantenía oculta bajo sus pestañas largas fija en la abrecartas que se hundía levantando motas de madera.

—Helena?

—No lo se—Respondió arrastrando las palabras.

Su mirada se había tornado de un gris profundo y luminoso. Había una rabia siniestra en ellos y fue ahí donde comprendió lo que Edward había dicho.

<Helena algunas veces puede resultar desagradable... Ya sabes algo así como una maldita arpía siniestra.>

Desagradable era quizás la palabra menos subida de tono que podía describirla cuando aquella actitud la tomaba por completo.

Palpó su deseo de descargar sobre el palabras recubiertas de veneno, más no lo hizo.

Le sonrió pesadamente para fijar de nuevo su atención en la abrecartas.

Quizás lo menos que deseaba era hacerle daño, contuvo las ganas de decir lo que realmente quería dentro suyo mientras el veneno de su rabia avanzaba entre sus venas.

Sabía que mantenerla al margen durante tanto tiempo tendría sus consecuencias, el abrecartas parecía ser sólo un pretexto para recordarle que después de todo ella...

—Te vas hacer daño—Mencionó al detenerla.

Su puño se cerró sobre su mano haciendo detener su extraño juego. 

Era cuestión de una mala maniobra o un pequeño desliz para que acabara hiriendose ella misma. 

La hoja tenía el filo suficiente para partir un cabello en dos.

—Hable con ella la noche que te traje aquí—Mencionó el chico.

—Bien—Murmuró con desgano.

La había visto mostrarse de aquella manera un par de veces más no el suficiente tiempo para verla con claridad.

No había rastro de la Helena frágil, de voz y actitud monótona no, aquella parecía ser una versión más oscura, más cruel, más cercana a su inquilina interna.

Tom la observo con detenimiento mientras mantenía el abrecartas en su poder.

Tenía las manos y parte de su rostro manchadas de negro, un frasco de su medicamento y un vaso de cristal vacío.

Sintió pena por ella, sentía verla de aquella manera sentía ver su lucha interna por encontrar, un poco, algo de libertad.




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