lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 46

                               

Edward y resaca logro comprender al observarla devorar sus fish and chip y una botella de agua.

Pasadas las tres de la mañana aquel pub con mala pinta era lo único que permanecía abierto. Lo había hecho desviarse de su camino para comer en aquel lugar.

—¿Que día es hoy?

—Viernes.

Habías pasado dos días desde su última comida.

—Pensé que había ocurrido algo.

—Sólo dormía—Susurró ante su preocupación.

Su cabello rubio sujeto en una cola unos jeans oscuros y su sweater rosa la hacían verse menos sombría y distante.

—¿A dónde vamos?

—A casa.

Condujo el auto hasta las afueras de la ciudad y algo más hasta la isla de Skye. Pudo ver con mayor claridad con los primeros rayos de la mañana los paisajes verdes salpicados de lagos y la costa.



Encumbrada sobre un risco con vista al mar. De Torres altas y azuladas, era hermosa antigua y embrujada.

No espero que Tom le abrirse la puerta, salió por ella mientras su mirada se elevaba como los techos de aquella casa.

—Es realmente hermosa

—Lo se.

Lo único que logró distraer su atención de aquella casa, fue sentir su mano sobre su espalda baja; un gesto que parecía simple para cualquier mundano menos para ella.

Sintió sus entrañas hervir como si se tratase del guisado de B-B. La piedra fría de las escaleras de la entrada logro disipar aquella molesta sensación.

El vestíbulo era acogedor y estaba hermosamente empapelado de un azul oscuro profundo. Muebles de madera antiguos sumamente hermosos. Meramente victoriana, enigmática y extraña.

La cocina estaba perfectamente equipada y desde una de sus ventanas podía ver el mar. El sonido de la llama al encenderse la saco de su transe, el agua en la cafetera empezaba a calentarse. Mientras Tom tomaba de la estantería una lata nueva de té.

—¿Puedo?

—Adelante.

Un par de tazas grandes de porcelana china y la tetera a juego, miel, un pequeño colador y un par de generosas cucharadas de un aromático y exótico té.

Su sabor le recordó a B-B al olor de su cabello tostado por el sol.

—Aún tienes sueño.

—Supongo que aún puedo dormir un par de días más—Mencionó. Con cierto tono de broma más no podía estar seguro.

La condujo hasta la parte más alta de la casa a una habitación que parecía haber sido diseñada sola para ella.

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