viernes, 8 de noviembre de 2013

Capítulo 45

                         

Había hurgado en las estanterías de la tienda sin encontrar aún algo que realmente le interesará. Estaba agotada y deseosa de al menos dormir un poco. 

El cuadro de Eleonor la aguardaba al llegar, reposaba sobre la fachada de piedra fría de la chimenea. Tan sólo le dio un vistazo lo dejaría para después, cuando los ánimos estuviesen calmos o cuando decidiera dejarla en paz.

Un par de píldoras, un trago de agua fría y su ropa desprendiéndose de su cuerpo.  Las sábanas de su cama recibieron su cuerpo semidesnudo como si se tratase del amante más deseoso, la envolvió de cálidos roces para luego darle el placer que se le había negado... El sueño.

Dormir en algunas ocasiones resultaba ser la cura de todos sus problemas y en otras tan sólo un ligero olvido. Día, noche, lluvia sol, unas cuantas llamadas perdidas, horas atrapadas dentro de la habitación.

Despertó lento muy lento con el sonido de aves metálicas de fondo; supo que había sido la última señal de vida que había emitido su celular, cuando vio morir la pantalla frente a sus ojos.

Golpes secos en la puerta la sobresaltaron, tomo lo primero que encontró del suelo y se caminó hasta la puerta aún algo dormida.

—¿Que haces aquí? Más que reproché era simple y llana curiosidad.

—¿Puedo pasar?—Le pidió dudoso.

Helena se hizo a un lado para dejarlo entrar mientras lo observaba buscar algo en la habitación. Helena se acercó junto a el para observar en la misma dirección (su habitación) que el chico observaba, la inocencia de su acto le incómodo.

—¿Buscas algo?—Preguntó, al Envolver su cuerpo con el abrigo.

La expresión de su rostro pálido y dormido no hacía más que cuestionarle la razón por la que estaba allí.

—Lo siento...—Expresaron los dos casi que al mismo tiempo—No debí meterme—

Pensó Helena más no lo dijo.

Podía haber dicho algo más convincente para explicarle del porque se había aparecido en medio de la noche. Más no lo hizo, no lo hizo. Helena se paralizo entre sus brazos ante el gesto inesperado.

El calor de su piel empezó a palpitarle en la yema de sus dedos, la sintió removerse y Tom la sujetó con más firmeza.

—¿Ven conmigo?—Le escucho susurrar sobre su cabello.

Sus manos tibias sobre su espalda la aproximaba tanto a el, que podía aspirara sin dificultad el perfume de su piel.

Había escuchado demasiadas veces aquella simple petición, Edward, B-B, Caleb y ahora él.

El rugir de su estómago fue su respuesta Tom río divertido mientras Helena sentía dentro suyo un volcán a punto de explotar.

—Muero de hambre logro decir—Al liberarse ilesa de el.

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