lunes, 4 de noviembre de 2013

Capítulo 44

                             

—Supongo que puedo comer algo, gracias por preguntar—Resoplo con sarcasmo.

El chico oculto su sonrisa tras el menú. La había arrastrado prácticamente a la fuerza a aquel café más solo había obtenido una mirada de las suyas y aquella frase.

Helena suspiro agotada y observo a su alrededor, el lugar se asemejaba a algo que hubiese elegido por sí misma.

Seguía siendo igual de quisquillosa como recordaba, le había tomado más de veinte minutos decidirse por algo de té, una sopa fría que se veía insípida y un simple emparedado de jamón y queso sin salsas, sin tomate ni...

—¿Sopa fría? 

—Tocino de soya—Contrarrestó Helena con arrogancia.

Su teléfono timbro dentro de su abrigo interrumpiendo la última cucharada de su sopa.

—¿No vas a contestar?—Sugirió al observarla dejar el teléfono sobre la mesa.

—No

—Esta preocupado

—¿Sólo preocupado? Además no tengo humor para darle explicaciones.

—Y cuando las has dado—Masculló entre dientes para sí.

—Veo que se ha quejado de mí.

El teléfono timbro de nuevo y Tom se abalanzo sobre el. Su mirada chispeó furiosa mientras sentía como el látigo de su malestar lo golpeaba sin titubear.

Su pálida mano desnuda atrapó sus dedos con fuerza con una fuerza que no era suya.

—¡No!—Gritó—No te metas—

Pudo ver más allá de su mirada, más allá de sus palabras más allá de ella misma.

Aquel "no te metas" iba disfrazado de algo más. Sea lo que fuese que la dominaba en aquel momento le había dejado claro que no lo quería cerca suyo.

Sus dedos adormilados y doloridos pronto dejaron libré el teléfono. 

Tom y los pocos que habían en el café la observaron alejarse con furia llevándose a su paso lo que interrumpiera su camino.

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El reloj de la plaza daba las tres en punto. Sentado en el borde de la fuente la esperaba. El bullicio de la gente a su alrededor resonaba incansable en sus oídos.



Una sonrisa se dibujó en el rostro del chico tan pronto pudo distinguirla en medio de la gente.  Vestida de negro como de costumbre con la mirada perdida y el rostro pálido.

Apenas si pudo devolverla la sonrisa, tambaleante y sudorosa intentaba llegar hacia él. Supo que algo no iba bien y tan rápido como pudo se abrió paso entré la muchedumbre que hormigueaba a su alrededor; pudo sujetarla antes de que cayera al piso.

 —Te he dicho que no debes andar por allí con el estómago vacío.

—Ya comí—Logro decir.

Al reposar su frente en el pecho del chico mientras sus manos se aferraban débilmente a su chaqueta. Apenas pudo recobrar algo de sus fuerzas y con su ayuda pudo incorporarse.

Marcas rojas como quemaduras recién hechas recorrían una de sus manos. Pudo notarlas al sujetarla.

— ¿Que es esto, que ocurrió?

—No es nada 

—¡Helena!

—No es nada—Insistió—Desaparecen siempre lo hacen.

Cubrió sus manos con las guantes al tomar asiento en la fuente, bajo la mirada azulada del chico.

—Te llevo a casa, regresaremos otro día.

—No es necesario—Le sonrió—Solo dame unos minutos.

Unos minutos bastaron para calmar el efecto de los arrebatos de Eleonor, aún estaba fresco en su memoria la escena en donde le había dejaba algo más que claro que no lo quería a su lado.

—Ven vamos—Le pidió al extender su mano.

La sensación de su piel algo fría podía sentirse aún bajo el cuero de sus guantes, el chico camino en dirección hacia el callejón silenciando el bullicio a su alrededor.

Helena lo observo pensativa mientras la sujetaba firmemente de su mano. Supuso qué si hubiese sido dotada para ello Caleb sería el tipo de chico que habría elegido.

En él no había nada que le irritará, nada que le provocará desgasto de energía innecesarios, nada que la dejara sin sueño por las noches, nada de improvistos, ni de acciones fuera del libreto y quizás lo más importante a Eleonor parecía agradarle.

Extraño, comedido, sereno, paciente y parecía comprender cada uno de los demonios que habitaban dentro de ella.

Más Helena no había sido dotada para ello y el tristemente lo comprendía bien.

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