viernes, 29 de noviembre de 2013

Capítulo 51


              
         

La puerta de la habitación estaba abierta algo de música mezclada con el sonido del mar se podía escuchar en su interior.

La luz de algunas velas, la cama vacía y el resto de sus cosas esparcidas por la habitación en un orden/desorden un tanto extraño.

Su pelo rubio cubría su rostro iba descalza y vestida con algo que supuso había elegido Bill.

Trabaja en uno de sus bocetos concentrada, en la imagen que había en su cabeza y con los dedos cubiertos de carboncillo le daba vida.

Era de esos pocos momentos de espontaneidad que le veía, momentos en los que se salía del libreto en los que se relajaba y le mostraba algo más.

Trataba de no hacer ruido, de no hacerse notar sabía que apenas se diese cuenta de su presencia todo aquello cambiaría.

El viejo piso de madera crujió a sus pies ante el leve movimiento del chico, haciendo que su mirada se fijará en el.

—Dejaron esto para ti—Dijo Tom al entregarle un pequeño papel.

Había miles de preguntas atoradas en el interior de su boca deseosas de ser liberadas. Más no preguntó nada.

Y de nuevo aquella sonrisa fastidiosa volvió aparecer. Detestaba verlo sonreír en especial porque lo hacía por su causa.

No podía entender que era lo gracioso que encontraba en ella.

La chispa de maldad que se encendió en su mirada lo atrapo confundiéndolo por completo.

Su mano de dedos largos y manchados de negro acomodó tras su oreja un mechón de su cabello.

Descendió por su mejilla en una caricia suave, su dedo indicé delineo su ceja, avanzo hasta su nariz y luego la escucho reír.

—¡Demonios, Helena!—Se quejó. Al verse en el espejo que había frente suyo.

Su risa melodiosa lleno de nuevo la habitación mientras el intentaba quitar de su rostro el rastro negro que había dejado marcado en el.

Helena volvió a concentrarse en lo suyo, aislándose del mundo que giraba a su alrededor.

Trazos limpios, luces, sombras, ángulos y su antebrazo ardiendo por el contacto. De espaldas a ella su mano la sujetaba firme, sintió su espalda golpearlo al sobresaltarse y sus labios acariciar su oreja para susurrarle algo.

Lo que provoco en ella le crispó la piel, de pie y hecha un ovillo lo imagino sonreír. La sensación que se había impregnado en la yema de sus dedos lo acompaño todo el día.

Disfrutaba desafiarla y  lo que ello le generaba pero supo que su arrebato había sido demasiado. Su mano se contrajo fuertemente en un intento de alejar aquella odiosa sensación que serpenteaba bajo su piel.

No podía negar que le había gustado, la adrenalina que le había generado pero tampoco podía negar que a ella le afectaba.

Sentirla temblar como si fuese un conejo aterrorizado provocaba en el deseos encontrados.

Una parte suya quería parar y la otra fantaseaba con lo que podía lograr.

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—Early Grey y scones—Mencionó Caleb al llegar.

Helena le dedicó una sonrisa mientras tomaba de sus manos su desayuno.

Bebió algo de su te mientras caminaban sin rumbo. Era demasiado temprano para que estuviese despierto y mucho más para que lo estuviese en su día libre.

—Lo siento, debí llamar.

El chico se encogió de hombros mientras le daba un enorme mordiscó a su bagel.

Supo que estaba bien en el momento que lo conoció.

—No encontré el parecido.

—En realidad no lo hay es sólo que... Me lo recordabas en ese tiempo.

Físicamente no había nada similar en ellos dos, la lógica con la que Helena se regía los había puesto es dos peldaños diferentes.

Caleb era el tipo de chico que su lógica asimilaba bien y Tom era el chico que... Necesitaba

Helena detuvo de golpe cuando pensó en ello.

Caleb devolvió el trozo de bagel a medio masticar en el interior de la bolsa de papel al verla.

Se acercó despacio sin saber muy bien que hacer o que decir. Helena lucía como alguien que acabada de descubrir algo que la horrorizaba.

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