La puerta de la habitación estaba abierta
algo de música mezclada con el sonido del mar se podía escuchar en su interior.
La luz de algunas velas, la cama vacía y el
resto de sus cosas esparcidas por la habitación en un orden/desorden un tanto
extraño.
Su pelo rubio cubría su rostro iba descalza y
vestida con algo que supuso había elegido Bill.
Trabaja en uno de sus bocetos concentrada, en
la imagen que había en su cabeza y con los dedos cubiertos de carboncillo le
daba vida.
Era de esos pocos momentos de espontaneidad
que le veía, momentos en los que se salía del libreto en los que se relajaba y
le mostraba algo más.
Trataba de no hacer ruido, de no hacerse
notar sabía que apenas se diese cuenta de su presencia todo aquello cambiaría.
El viejo piso de madera crujió a sus pies
ante el leve movimiento del chico, haciendo que su mirada se fijará en el.
—Dejaron esto para ti—Dijo Tom al entregarle
un pequeño papel.
Había miles de preguntas atoradas en el
interior de su boca deseosas de ser liberadas. Más no preguntó nada.
Y de nuevo aquella sonrisa fastidiosa volvió
aparecer. Detestaba verlo sonreír en especial porque lo hacía por su causa.
No podía entender que era lo gracioso que
encontraba en ella.
La chispa de maldad que se encendió en su
mirada lo atrapo confundiéndolo por completo.
Su mano de dedos largos y manchados de negro
acomodó tras su oreja un mechón de su cabello.
Descendió por su mejilla en una caricia
suave, su dedo indicé delineo su ceja, avanzo hasta su nariz y luego la escucho
reír.
—¡Demonios, Helena!—Se quejó. Al verse en el
espejo que había frente suyo.
Su risa melodiosa lleno de nuevo la
habitación mientras el intentaba quitar de su rostro el rastro negro que había
dejado marcado en el.
Helena volvió a concentrarse en lo suyo,
aislándose del mundo que giraba a su alrededor.
Trazos limpios, luces, sombras, ángulos y su
antebrazo ardiendo por el contacto. De espaldas a ella su mano la sujetaba
firme, sintió su espalda golpearlo al sobresaltarse y sus labios acariciar su
oreja para susurrarle algo.
Lo que provoco en ella le crispó la piel, de
pie y hecha un ovillo lo imagino sonreír. La sensación que se había impregnado
en la yema de sus dedos lo acompaño todo el día.
Disfrutaba desafiarla y lo que ello le generaba pero supo que su
arrebato había sido demasiado. Su mano se contrajo fuertemente en un intento de
alejar aquella odiosa sensación que serpenteaba bajo su piel.
No podía negar que le había gustado, la
adrenalina que le había generado pero tampoco podía negar que a ella le
afectaba.
Sentirla temblar como si fuese un conejo
aterrorizado provocaba en el deseos encontrados.
Una parte suya quería parar y la otra
fantaseaba con lo que podía lograr.
^^^^
—Early Grey y scones—Mencionó Caleb al
llegar.
Helena le dedicó una sonrisa mientras tomaba
de sus manos su desayuno.
Bebió algo de su te mientras caminaban sin
rumbo. Era demasiado temprano para que estuviese despierto y mucho más para que
lo estuviese en su día libre.
—Lo siento, debí llamar.
El chico se encogió de hombros mientras le
daba un enorme mordiscó a su bagel.
Supo que estaba bien en el momento que lo
conoció.
—No encontré el parecido.
—En realidad no lo hay es sólo que... Me lo
recordabas en ese tiempo.
Físicamente no había nada similar en ellos
dos, la lógica con la que Helena se regía los había puesto es dos peldaños
diferentes.
Caleb era el tipo de chico que su lógica
asimilaba bien y Tom era el chico que... Necesitaba
Helena detuvo de golpe cuando pensó en ello.
Caleb devolvió el trozo de bagel a medio
masticar en el interior de la bolsa de papel al verla.
Se acercó despacio sin saber muy bien que
hacer o que decir. Helena lucía como alguien que acabada de descubrir algo que
la horrorizaba.
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